Supermercados abiertos en cuarentena: Los riesgos que corren los trabajadores en medio de la pandemia
Teresa Jiménez* vive en la comuna de San Joaquín y hace cuatro años trabaja en un supermercado Lider, del sector oriente de Santiago. Hace unos días se enteró del resultado positivo del examen del COVID-19 y suspendió temporalmente sus funciones. Desde ahí, un intenso dolor de cabeza no la ha abandonado, pero aun así dice que se siente bien de ánimo. Para ella, al igual como lo han denunciado otros trabajadores, Walmart, la controladora de Lider, es la que menos se ha preocupado por darles buenas condiciones para desempeñarse.
Teresa recuerda que días antes de que se comenzaran a tomar medidas de higiene y sanitización del local, hablaron entre sus compañeras sobre la propagación del virus y la falta de protección que tenían. Recién se hablaba en la prensa de los primeros casos y era lejano el gran número de contagiados que ya se reportaban en los países europeos. “Yo misma me empecé a resguardar, usaba mucho jabón líquido, me lavaba las manos a cada rato”, cuenta.
Las cosas tomaron otro tono la semana del 16 de marzo con el anuncio del gobierno sobre el ingreso a la fase 4 de la pandemia. Por ser ellas las más expuestas, de inmediato advirtieron sobre el alto riesgo que implicaba atender a 200 o 300 personas al día. Y no en cualquier lugar: en la zona oriente de la Región Metropolitana, donde se han concentrado los brotes de contagios. “Atendí a gente que estaba contagiada y que iba a comprar igual con sus mascarillas. Ingenuamente le preguntaba si estaba enferma y ellos sin asco lo decían: ‘sí, tengo el coronavirus´”, recuerda Teresa de los días previos a la cuarentena total.
Precisamente, en esos días y pese a que ya se estaba sugiriendo tomar medidas para evitar aglomeraciones, asegura que el supermercado, de todos modos, estaba lleno. “Nunca hicieron eso de dejar entrar a 10 personas como dijeron”, acota. A la semana comenzaron a llegar mascarillas y botellas de alcohol gel.
A los pocos días, cuando ya estaba en su casa, Teresa envió un whatsapp al grupo de colaboradores del Líder. Les informó el resultado positivo del test para que las personas que habían estado con ella también tomaran las medidas. Aunque eso, dijo, disgustó a la jefatura. “Querían que no lo dijera, querían hacerlo por las de ellas. Me preguntaron con cuántas personas había tenido contacto. Era una lista de unas 47 o 48 personas y, a esas personas, le iban a dar cuarentena y a los otros que siguieran trabajando”, cuenta.
Ella cree que la empresa no se comportó a la medida que lo esperaba por los años de trabajo que lleva; seis en total. “Me hubiese gustado que sanitizaran completamente ese Líder antes de lo que estamos viendo. Pero les importa atender, atender y atender”, recalca.
En ese local también algunos empaques habrían presentado síntomas. Por eso, Marcela cree que se debió cerrar el recinto mucho antes: “Esa es una zona roja. La gente que vive allá se pasea como diciendo: ‘acá no ha pasado nada’. Hacen su vida totalmente normal, pero somos nosotros los perjudicados. Ellos tienen salud buena, nosotros no”, lamenta.
[caption id="attachment_355061" align="alignnone" width="1280"] Casino en supermercado Líder[/caption]
Rutinas de limpieza
Antonieta* trabaja en un Unimarc –empresa controlada por Álvaro Saieh– de Ñuñoa y cuenta que desde hace una semana recién están implementando medidas para evitar los contagios. Por estos días, ha tenido que extremar las precauciones de higiene. “Cuando llego a mi casa me saco la mascarilla y los zapatos. Luego los dejo en la puerta. Paso al baño. Me echo Lisoform. Estoy lavando la ropa a diario y cuando está en el lavadero también le echo Lisoform”, cuenta González sobre su rutina.
Con eso ha tratado de aminorar los riesgos de contraer el virus lo más posible. La ventaja que tiene es que vive relativamente cerca del trabajo y no toma transporte público. Aunque eso no es lo común entre sus compañeros y compañeras. Una, por ejemplo, viaja desde Renca hasta Ñuñoa y se levanta a las 05:00 a.m. para entrar al turno.
“Yo les digo: ‘tení que cuidarte porque hay gente que depende de ti’”, les ha dicho a sus compañeras de labores, instándolas a que tomen los mismos resguardos que ella ha ido adoptando, conforme se eleva la curva de contagiados que alcanza las 1.306 personas en el país.
Antes de esto, Antonieta se había enfermado de bronquitis y comenzó a usar mascarillas por su cuenta. Pensó, incluso, que eran los primeros síntomas de coronavirus, pero se recuperó de ese cuadro y ha seguido trabajando en el local. Ahora, todas están con mascarillas y guantes e instalaron dispensadores de jabón líquido. Ellas, por su parte, están limpiando seguido sus puestos de trabajo, aparte de la sanitación que hace el local a media tarde. Además, han extremado las medidas de distancia con los clientes.
“Ahora, curiosamente han aparecido todos los implementos para limpiar: alcohol gel y los guardias tienen mascarillas. Esto es nuevo, no tiene más de una semana”, asegura.
[caption id="attachment_354956" align="alignnone" width="940"] Protesta en Copiapó por condiciones laborales de seguridad ante COVID-19[/caption]
Mayor precariedad
Una de las prioridades para las y los trabajadores de las cadenas de supermercados, además de los elementos de limpieza, es que se instale una barrera acrílica de distanciamiento con el cliente. Yisneida Cifuentes, presidenta del sindicato nacional de Unimarc y supervisora de cajas, indica que paulatinamente durante la semana pasada se han ido ubicando estas barreras a modo de defensa, en sucursales como Los Militares, en La Condes; El Mirador, en La Florida y Maipú.
Pese a estas medidas, Juan Moreno, presidente del sindicato de Walmart, hace un pronóstico no muy alentador: “Esas medidas no van a funcionar si la gente no respeta las filas, si se sigue utilizando el Metro. Por otro lado, los espacios deben estar más limpios que de costumbre”, enfatiza. En total, entre hipermercados Lider y Lider Express, la empresa suma más de 250 sucursales en el país. “Queremos mantener la cadena de abastecimiento al día, pero si no hay medidas de seguridad, tendremos posibles contagios de más de 300 mil personas que trabajan en este sector: hablamos de cajeras, reponedores externos, aseo, casino, administrativos y otros más”, precisa.
Desde una perspectiva más global, Andrea Sato, investigadora de la Fundación Sol, explica aspectos clave. Un importante porcentaje de la población que se desempeña en el área de los servicios se traslada de comunas periféricas al sector oriente y no solo tienen salarios que rodean el sueldo mínimo, sino que también compensaciones económicas vinculadas a ventas, a horas extras y al cumplimiento de ventas.
“No solo hay que repensar el valor del trabajo; aquí lo central es qué significan estos trabajos para el desarrollo en el país, en las comunidades, en las ciudades. ¿Es adecuado que a un trabajador que abastece a una comuna, a un grupo importante de personas, le estemos pagando $301.083 o menos promedio?”, reflexiona Sato, criticando el alcance de las medidas tomadas por el gobierno en materia económica ante la crisis.
Por ahora, las cadenas de supermercados que reportan multimillonarias ganancias siguen funcionado con medidas que buscan evitar los focos de contagio, pero aun así los empleados altamente precarizados siguen en sus funciones como mucha incertidumbre y miedo a contraer el COVID-19.
**Las identidades de las trabajadoras fueron cambiadas como medida de resguardo.