La pelea a muerte entre el ministro Epidemia y la alcaldesa de peluche
La Juana estaba contenta al principio con mi incorporación a esta actividad. Ella fue comentarista de televisión el año pasado y le fue increíble, se hizo medio famosa, en el edificio y en la junta de vecinos la felicitaban. Yo no espero hacerme conocido ni nada por el estilo. Pero sí he tratado de estar a su altura, de no hablar puras cabezas de pescado. Si algo somos con la Juana, es fieles televidentes además de abuelos.
He llevado un detallado registro con la evolución del coronavirus. El lunes 23 de marzo había 746 contagiados y dos víctimas fatales. El martes 24 subieron a 922 los contagiados. El miércoles 25 llegamos a los 1142 y se sumó un tercer fallecido. El jueves 26 anunciaron 1306 contagios y un cuarto deceso. Puedo mencionar también a los que salen en la tele a diario; es un desfile de los mismos de siempre. La Raquel Argandoña, Evelyn Matheii, Lily Pérez, Pepa Hoffman, las ministras Rubilar y Pérez, Osvaldo Andrade, Andrés Velasco, la exministra Cubillos, el ministro Blumel, el alcalde Carter, Girardi, Allamand, Ossandón, Francisco Vidal, el intendente Guevara, Diego Schalper. Todos los canales están privilegiando las transmisiones remotas, desde sus casas u oficinas. Se han eliminado prácticamente todos los programas en vivo. El que va quedando es el de la María José Quintanilla y Pablete. Estoy tentado de llamar y concursar. La Juana se ríe. ¿Vai a jugar a la Lotería ahora? ¿Por qué no?
En la dimensión de lo patético y vergonzoso, tuvimos dos escenas de antología: el ministro Epidemia y la alcaldesa de peluche peleándose por quién anuncia un nuevo muerto, pelea que ganó Cathy Barriga sacándose una foto solita en el entierro. Y luego al presidente Piñera transmitiendo en cadena en una videoconferencia con la ministra Zaldívar y otras tres personas para anunciar la Ley de Teletrabajo, que terminó con el presidente dando una órden: aplaudan.
Don Francisco va día por medio de canal en canal, recordándonos la cuenta regresiva para la Teletón, faltan 7 días. Pobre Mario. Yo insisto que hacer la Teletón es un tremendo error, pero ya no por la cuarentena, si no porque no hay plata. La van a hacer igual nomás, por internet, por videoconferencia, sin público. Muy bien. Pero hay un costo político, qué señal se está dando cuando suspendes el plebiscito por la nueva constitución y en cambio dejas que se haga la Teletón. Son cosas distintas por supuesto. Pero yo pienso que el error es que las personas comunes y corrientes tenemos miedo y estamos guardando la plata porque ya se anunció una crisis económica que se viene y no se ve nada bueno. No se va a alcanzar la meta. A lo mejor esta Teletón va a ser el gran momento de las empresas, para que luzcan su lado humano, para que demuestren que no son los monstruos avaros, codiciosos y explotadores que conocemos. Hay una propaganda donde sale el Pancho Saavedra y el Zabaleta anunciando que el Unimarc no abirá más los domingos, y otra del Mac Donald donde dicen que un día esto quedará en el pasado y ellos volverán a estar ahí.
Llevamos dos semanas de cuarentena y vamos pa la tercera. Es como una camisa que vas abotonando de abajo para arriba lentamente, vas sintiendo cada vez más cerca el momento del nudo de la corbata. Nuestro edificio es en Santiago Centro, a pasos del metro Ñuble. Hay gran cantidad de extranjeros. El fin de semana pasado, el viernes 20, a las 21 hrs. hubo una convocatoria a cacerolear en protesta por la lentitud de las medidas, pidiendo la cuarentena general. Con la Juana estábamos los dos en la terracita, yo con la cuchara de palo y un tazón lechero de latón, la Juana con un silbato, un pito. Podíamos ver a nuestros vecinos. En el quinto piso había una pareja joven y en el séptimo un muchacho solo. Nosotros en el segundo piso. Eramos los únicos caceroleando. El edificio es de quince pisos. En un balcón del cuarto, dos niños de unos 12 y 7 años se pusieron a bailar nuestro caceroleo. Al rato su padre puso un reguetón a todo volumen. Extraña forma de plegarse a la protesta, pensé. No se están plegando, borró con mi ingenuidad la Juana, nos están tapando. Otro balcón con una venezolana que había estado fumando y mirando desde el noveno o décimo piso, se sumó a la misma iniciativa, prendió su equipo a todo volumen y puso música de fiesta. A las 22 la Juana y yo nos dimos por vencidos. A las 23 había quejas de vecinos por ruidos molestos.
El grupo WhatsApp de residentes del edificio hierve, arde, echa humo, cientos de quejas por minuto. No faltan los que dicen que estamos en un país libre, que esto no es Venezuela, que no hay que creerle a la tele, que nos mienten para tenernos encerrados. Se le dio instrucciones explícitas a los residentes venezolanos en el sentido de que tienen que cerrar las puertas de sus departamentos. Los venezolanos tienen la costumbre de tener las puertas abiertas de sus casas todo el día. Los conserjes preguntan cómo obligar a un residente o vecino si se niega a cerrar la puerta. La administración del edificio amenaza con multas a diestra y siniestra.
El sábado 21 mi nieta cumplió 13 años. No tuvo fiesta ni pudo invitar a sus amiguitas. Celebró con sus compañeras de curso por video. Y nos mandó un link. Tuvimos que cantar y soplar la vela de la torta de esta manera imaginaria, o virtual, es tan raro. Pero lo que más me sorprende es lo rápido de cómo nos adaptamos. La tablet la tenemos ya hace unos 4 o 5 años igual, y todavía se nos va en collera a veces, pero creo que la manejamos bien, o al menos lo justo y necesario, la hija nos enseñó a usar Netflix, y la Juana practica la videollamada por Wsp con la Pikachu hace rato. En el colegio ahora van a hacer las clases así, por la tablet.
La Juana anda rumiando maldiciones y dudas, dice que Piñera va a repuntar, que nos embarraron el estallido y el plebiscito y que van a salir fortalecidos de todo esto. El gobierno se enrieló, andan cortitos. No hay que ser ingenuos, claro, nos tienen con miedo guardados en la casa. Pero tampoco hay que caer en la paranoia conspirativa de los alarmistas. Las medidas de control de la epidemia, los cordones de aislamiento comunales y regionales, la fijación de precio máximo al examen, la flexibilización de horarios en transporte, trabajos y empresas, la Ley de Teletrabajo, todo eso está bien evaluado y es fruto de la mesa social COVID19 que convocaron. Ese fue un gol nuestro, dice la Juana. Y anda toda una Izkia-Siches-lover. En cambio la Pikachu está en la volá alarmista, le dice que todo esto es pura manipulación y miedo, que el coronavirus es un resfrío nomás, que la cuarentena es pura cuática, que hay que volver a marchar. Pintaron de gris todo de nuevo, borraron los grafitis. La Juana está que corta las huinchas, yo sé. Y la Pikachu la torea, le aviva la cueca. Pero tú no pensarás salir, ni en broma, ¿cierto?, le digo. Menos mal que no.
Con la Juana decidimos hacer una prueba la próxima semana. En lugar de prender la tele, veremos online El Matinal de los que Sobran, ya que estamos en el mismo medio El Desconcierto. O lo escuchamos por la radio de la Usach. Para variar un rato, para descansar de Julio César Rodríguez y la Tonka.
Yo me quedo con la imagen del puma en Ñuñoa. ¿Qué nos estará diciendo la naturaleza con todo esto?