Matrix y Pandemia: Repensando la humanidad

Matrix y Pandemia: Repensando la humanidad

Por: Diana Aurenque | 25.03.2020
En consonancia con el 18-O, también en esta pandemia, Chile denuncia y tilda de injusto al modelo social imperante por atender principalmente intereses individuales. Y tal como la exigencia por una mayor justicia social y un nuevo pacto social, una vez más se levanta acciones preventivas concretas contra el coronavirus desde la calle y sus colectividades digitales.

En plena pandemia por coronavirus Covid-19 me resuena una frase que tiene más de 20 años. En Matrix el agente Smith (‎Hugo Weaving), antagonista de Neo (Keanu Reeves) y guardián digital de la Matrix, comparte hacia el final de la película una “revelación”. Al intentar clasificar la especie humana, dice Smith, “ustedes no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta desarrolla instintivamente un equilibrio natural con el ambiente que lo rodea, pero los seres humanos no. Se trasladan a un área, y se multiplican, y multiplican, hasta consumir cada recurso natural (…) Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: El VIRUS. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer para este planeta…”

Hasta hace poco, antes del estallido social del 18-O y de vivir la actual pandemia, los chilenos nos sentíamos interpelados en reconocer y actuar en pos de mitigar los efectos de la emergencia climática. Y esperábamos con ansias la visita de la activista Greta Thunberg. La catástrofe climática se reconocía, al fin, como una cuestión originada precisamente por los seres humanos y su dominio irrespetuoso del planeta.

Así las cosas, el argumento de Smith no suena exagerado: parece que los humanos, efectivamente, somos semejantes a un virus. Un virus es una partícula incapaz de reproducirse por sí misma, sino solo a expensas de células a las que invaden. Históricamente, hemos actuado algo parasitarios con nuestro entorno; como un virus sobrepoblamos el planeta, aumentamos la temperatura de la biósfera a causa del desarrollo técnico-industrial y económico; somos incluso responsables de haber extinguido especies completas de fauna y flora.

Pese a que hay buenas razones para aceptar la comparación entre el comportamiento humano y un virus, curiosamente, la actual pandemia está generando una nueva humanidad.

¿Cómo una nueva humanidad? En efecto, contrario al modelo de sociedad clientelar y altamente individualista, la actual organización social frente a la pandemia, en muchos casos espontánea, propone una fórmula fundada en bienes comunitarios. Mucho antes de que el gobierno dispusiera de medidas cautelares de cuarentena, las personas comenzaron de forma autónoma, en el seno de sus propias comunidades digitales y redes sociales, a gestionar, organizar y promover el aislamiento para frenar la curva de contagio de Covid-19. Quienes decretaron por cuenta propia una cuarentena, lo hicieron con el argumento de que esta medida, por cierto, de autocuidado, no solo fomenta la prevención de enfermar para uno mismo, sino muy especialmente, previene el contagio en el grupo de personas más vulnerables –nuestros adultos mayores, abuelos y abuelas, padres y madres–. Esta nueva humanidad evalúa el bien propio no solo en relación con el otro, sino más puntualmente, con el otro más vulnerable.

El acuartelamiento que muchos realizan hoy, conscientes de pertenecer a un grupo de privilegiados que puede trabajar a distancia, me parece uno de los actos más inspiradores y solidarios que han acontecido en los últimos meses.

En consonancia con el 18-O, también en esta pandemia, Chile denuncia y tilda de injusto al modelo social imperante por atender principalmente intereses individuales. Y tal como la exigencia por una mayor justicia social y un nuevo pacto social, una vez más se levanta acciones preventivas concretas contra el coronavirus desde la calle y sus colectividades digitales.

La actual pandemia, desde luego, requiere de Estados fuertes, con gobernantes capaces de poner el bien común, la vida de su pueblo, por sobre cualquier interés particular –por ej. restringiendo temporalmente libertades individuales como la movilidad–. Sin embargo, cuando un Estado es incapaz de actuar a la altura, surgen nuevos actores sociales los que proponen mejores acciones. La dicotomía se percibe: En el terreno de lo político nos frustra, mas en el ámbito de lo humano resulta esperanzador en el más aristotélico de los sentidos. Somos capaces de educar el carácter y de tomar decisiones con responsabilidad de los unos con los otros para acrecentar el bien común. La ética nuevamente salva a la política.

Pero aún nos falta. Hay quienes no han sido aún ni tan responsables ni tan solidarios –algunos por ignorancia, los más por simples individualistas–. Ya despertarán también ellos, confío, cuando sepan que de esta coyuntura no solo nace una comunidad más solidaria y responsable, sino que también nos contagia de una nueva humanidad y de un nuevo pacto social.