Caleta Tortel: Así se vive la cuarentena más aislada del mundo

Caleta Tortel: Así se vive la cuarentena más aislada del mundo

Por: Claudio Pizarro | 17.03.2020
El viernes arribó a Caleta Tortel el crucero Silver Explorer y junto a él un turista británico contagiado con coronavirus. El pasajero tenía síntomas y, pese a ello, fue trasladado por todo el pueblo hasta la posta del lugar. Los habitantes del paradisíaco terruño, construido entre enormes pasarelas de madera, alegan que las autoridades no se ajustaron al protocolo y que se sienten más aislados que nunca. Hoy se encuentran en el lugar, además, más de 60 turistas que han sido repartidos en hostales y un albergue municipal. Así se vive la cuarentena más austral del mundo.

Si alguien padece de apendicitis en Caleta Tortel, lo más probable es que antes de llegar a Coyhaique muera o termine al borde del ataúd con una peritonitis. Diez horas separan al pueblo costero, ubicado en la desembocadura del Río Baker, y la capital regional de Aysén. Son 460 kilómetros de distancia, por una carretera tortuosa que cruza fiordos, esteros  y pantanos. A nadie, en verdad, le conviene enfermarse allí. Menos ahora que se han transformado en la primera comuna chilena en cuarentena por coronavirus.

Hace cuatro días atrás, arribó a Caleta Tortel el crucero Silver Explorer con 144 pasajeros a bordo. Varios turistas bajaron, recorrieron las pasarelas de ciprés de las guaitecas –no existen calles-, y fueron recibidos con canciones en la plaza techada del pueblo.

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–Siempre se les hace un recibimiento, con música, bailes locales y se les vende alguna artesanía. Habían hartas personas y niños del colegio– recuerda Jorge Arratia, un operador turístico local.

Entre medio de los visitantes, llamó la atención el traslado en silla de ruedas de un anciano con una mascarilla. Era un turista británico de 83 años llamado John Cummins Colin. Ese mismo día, el viernes 13 de marzo, a las 23 horas, se enteraron que el inglés había dado positivo por coronavirus y que el gobierno había decretado no entrar ni salir del pueblo durante 14 días.

La misma seremi de Salud de Aysén, Alejandra Valdebenito, señaló que la agencia naviera no se comunicó con el equipo de epidemiología ni con la autoridad sanitaria “para informar que en su recalada bajaría un paciente enfermo” y que sólo se enteró cuando hizo su ingreso a la posta rural.  Todo fue tan inusual, que los habitantes de Caleta Tortel se informaron de la cuarentena a través de la cuenta oficial de twitter de la seremi de Salud de Aysén.

No nos escucharon

Maritza Reyes, secretaria de la junta de vecinos de Caleta Tortel, recuerda que la comunidad quedó desconcertada cuando se enteraron de la cuarentena. El presidente de su organización, de hecho, visitó un día antes del arribo del crucero las oficinas de la Capitanía de Puerto. “Nosotros teníamos información sobre la fecha que recalaban los barcos y él fue a conversar. Lamentablemente no escucharon sus recomendaciones y hoy día estamos viviendo esto. Jamás debieron haber autorizado el desembarco a tierra y el paciente lo debieron haber trasladado en bote hacia el aeródromo. Pero se hizo todo lo contrario. Aquí hubo negligencia de las autoridades y faltaron a los protocolos”.

La misma opinión tiene el alcalde, Bernardo López, quien aseguró en la prensa que los protocolos no estaban funcionando y que “el virus jamás debió llegar a Tortel”. “Somos una de las localidades más aisladas del país y hoy estamos en esta situación. Somos la primera  comuna que entra a cuarentena”, dijo.

–Se tomaron las cosas a la chacota y eso que esto estaba pasando a nivel mundial. No tomaron las medidas de prevención adecuadas en el momento oportuno. No debieron desembarcar gente del crucero,  menos a un sospechoso que venía a bordo. Estas cosas no deberían pasar en pleno siglo XX – agrega Arratia.

Pero sucedieron. Más de sesenta turistas quedaron varados en el pueblo y tuvieron que trasladarse a un albergue que habilitó el municipio en el internado local. La mayoría eran mochileros que los abandonó el ferry que los llevaría de vuelta a Puerto Natales. La gente del crucero, en cambio, alcanzó a zarpar antes de la orden de aislamiento.

–Toda esa gente quedó dando vueltas en Tortel, la mayoría no anda con mucho presupuesto y los dejaron aquí abandonados. Yo hago mi vida acá. Estar aislados, encerrados en nuestras casas, es una condición natural para nosotros. Pero ahora nos tenemos que acostumbrar a otras cosas y buscar como atender a las personas que se quedaron acá. Nadie puede entrar o salir del pueblo. Y eso implica otras cosas también– cuenta María Paz Hargreaves, arquitecta y dueña de un pequeño hostal.

En una población de poco más de 500 habitantes, el aislamiento no parece fatal, aunque a ratos complica. Sobre todos aquellos enfermos que dependen de medicamentos –no hay farmacias– y otros que debían acudir a control a Coyhaique. O al revés, aquellos que se quedaron afuera y no pueden retornar. La hija de María Paz, por ejemplo, que se fue a estudiar a Valparaíso, le suspendieron las clases y no puede volver a su casa. “Quedamos aislados como familia”, asegura.

Si bien el aislamiento ha complicado la vida cotidiana de los habitantes del lugar, no existen personas desamparadas. Caleta Tortel es una comunidad pequeña donde todos se conocen y nadie se permitiría dejar a alguien “botado”. “Estamos acostumbrados a ayudarnos entre nosotros”, agrega Maritza.

El gran problema hasta ahora ha sido la incertidumbre que ha generado la medida en la población. Recién ayer, después de tres días de haber declarado la cuarentena, un equipo de salud arribó a la localidad para entregar las primeras recomendaciones a la población.

–Es agotadora la incertidumbre, la desinformación de toda la gente. De verdad da rabia porque no sabemos qué pasa, porque estando en cuarentena surgen muchas dudas, hay demasiada restricciones y no es fácil sobrellevar tanta carga– cuenta Maritza.

El abastecimiento es otra materia de preocupación debido a las barreras sanitarias. No son pocos los lugareños que realizaron sus encargos y se quejan de las restricciones para poder ingresar alimentos y remedios.

–El equipo médico va a tener que entregar las soluciones y facilitar las compras de la única farmacia que existe en Cochrane. Porque tenemos enfermos crónicos y niños– añade Maritza.

Hoy, sin ir más lejos, comienza la campaña de vacunación domiciliaria de adultos mayores y se están organizando las visitas.

El miedo al desabastecimiento está latente. Valeria Landeros tiene una residencial y tuvo que recibir de vuelta a los turistas varados por el ferry. “Nosotros somos gente humilde que no tenemos recursos. Yo había hecho un pedido grande de alimentos a Natales y no lo pude bajar porque el barco no atracó al muelle y tuvo que irse. Si esto se alarga más de 14 días, y encuentran un contagiado, esto se va a poner más difícil todavía”, alega.
Ese es el mayor temor de este pequeño poblado, ubicado en medio de paisajes paradisíacos, rodeado de una implacable geografía, que ahora se ve expuesto a una epidemia que aseguran nunca debió haber llegado. “Sería terrible y muy complicado que algo así sucediera. Siempre hemos estado aislados y ahora, con esta cuestión, sería el colmo de todos los males”, concluye Arratia.