Las maniobras financieras que utilizó Sebastián Piñera para traspasar su fortuna personal a sus hijos

Las maniobras financieras que utilizó Sebastián Piñera para traspasar su fortuna personal a sus hijos

Por: El Desconcierto | 11.03.2020
Las dudas sobre cómo los cuatro hijos del Presidente Sebastián Piñera han accedido a sus sociedades y a una parte relevante de su patrimonio desde niños, han atravesado las dos gestiones públicas del mandatario. Piñera ha asegurado que dejó los negocios cuando inició su carrera como senador, a inicios de los noventa. Pero esta investigación periodística demostrará que no es así, y que el involucramiento de sus hijos en sus sociedades partió mucho antes de lo que se conoce. También se aborda cómo hizo para incluirlos en sus empresas matrices, de qué manera les permitió realizar millonarios retiros de utilidades, y cómo todo el grupo aprovechó regulaciones laxas y empresas quebradas de la década de los ochenta para eludir el pago de impuestos. La que sigue, es la primera entrega de una larga historia que busca reconstruir la forma en cómo el Presidente de Chile traspasó en vida su patrimonio a sus hijos y de cómo dos familias empresariales, los dueños de Latam y Enjoy, le ayudaron en esa ingeniería societaria y tributaria.

El miércoles 21 de diciembre de 1994 fue importante para el entonces senador Sebastián Piñera Echenique y sus cuatro hijos (dos mujeres y dos hombres). La mañana entera de ese día se la pasó en el Senado, argumentando sobre su rechazo a un proyecto de Ley concertacionista que buscaba fortalecer los contratos de salud de más de cuatro mil funcionarios públicos. El resto del día atendió asuntos personales relevantes, de esos que marcan la historia de una familia.

Piñera, como en tantas otras ocasiones, llegó ese miércoles hasta su oficina en calle Agustinas, casi en la esquina de Teatinos. Allí, en el centro de Santiago, estaba su antiguo despacho, desde el cual realizaba silenciosamente sus negocios, mientras en lo público se mostraba como un senador dedicado a la política, lo social. Se trataba, en el fondo, de Piñera en su estado puro, del que se hizo conocido por equilibrarse con dos sombreros: uno para hacer política y otro para los negocios.

En el piso cinco de Agustinas 1291, el entonces senador acudió a una junta extraordinaria de accionistas de Inversiones Santa Cecilia, una sociedad que, como se verá más adelante, es esencial para comprender cómo sus hijos se hicieron de gran parte del imperio económico que formó el padre, siendo solo niños o adolescentes, y sin ningún ingreso que justificara sus aumentos patrimoniales.

La junta fue presidida por Ana María Délano -hermana del ya famoso Carlos “choclo” Délano- y Fernando Barros Tocornal, socio de Barros & Errázuriz, actuó en calidad de secretario. Ambos personajes han sido imprescindibles en el teje y maneje societario de Piñera y su familia.

Piñera llegó en calidad de accionista a la fusión por absorción que haría la señalada Inversiones Santa Cecilia de tres firmas relacionadas: Inversiones Libardón, Inmobiliaria Huechuraba e Inversiones y Asesorías Santa Magdalena. Era la consolidación de cuatro sociedades distintas en una. Y su razón, de acuerdo al acta de esa junta, era simple: “la conveniencia de disminuir costos operacionales y administrativos de las actividades de inversión que desarrolla la sociedad”.

Parecía lógico, considerando la estructura de propiedad de estas sociedades, pues en todas eran los mismos dueños, o casi. En Inversiones Santa Cecilia, antes de la fusión, estaban Libardón (99,99%) y Gustavo Valdés (0,01%), esposo de Magdalena Piñera Echenique, hermana del entonces senador y personaje omnipresente en toda la estructuración societaria de los Piñera Morel.

De Libardón, los dueños eran Inversiones y Asesorías Santa Magdalena (99%) y Valdés (1%), mientras que de Inmobiliaria Huechuraba, Sebastián Piñera tenía el 98,999% y su hermana, Magdalena, el 1,001%.

Finalmente, de Inversiones y Asesorías Santa Magdalena, el dueño era un pequeño grupo de cuatro accionistas que no podían acudir a este tipo de instancias porque eran niños menores de edad, por lo que fueron representados por su padre, Sebastián Piñera.

Pasarían años para que Piñera consolidara gran parte de su fortuna en Inversiones Odisea, sociedad que concentra el patrimonio familiar y cuya propiedad controlan sus hijos y nietos. Aquello ocurrió en 2004, pero fue mucho antes cuando sus hijos, apenas estudiantes de enseñanza básica, iniciaron ese camino.

Un artículo de Radio Bío Bío y otro de Ciper, en 2016 y 2017, respectivamente, dieron cuenta de que en 1997, siendo apenas de 13 años Cristóbal y 15 años Sebastián, sin experiencia laboral para hacerse de recursos propios, ya eran socios del Presidente. Pues bien, una extensa investigación realizada por El Desconcierto en el Archivo Judicial, notarías, Diario Oficial y otras fuentes públicas, establece que los hijos de Piñera aparecen en su entramado societario aún antes. Al menos, arroja la indagatoria en documentos públicos, desde los 10 años, la edad del menor de los Piñera Morel.

Ese miércoles 21 de diciembre de 1994 se genera el hito clave dentro de los casi 30 años de ingeniería contable y tributaria que le permitirían a Piñera ceder en vida gran parte de su riqueza, aprovechando normas laxas y fiscalizaciones tardías por parte de organismos reguladores. Esta operación les permitiría a sus hijos entrar a una estructura de empresas que, en la actualidad, los ha dejado como dueños de la mayor parte de la fortuna de Piñera, millones que no están sujetos a ningún tipo de fiscalización ni resguardos frente a conflictos de interés. La que sigue, es la primera parte de una serie investigativa que mostrará los actos societarios y tributarios del grupo Piñera Morel desde hace casi 30 años.

[caption id="attachment_349609" align="alignnone" width="4463"] Sebastian Piñera, Cecilia Morel, Cecilia y Sebastian Piñera hijos. Foto: Francisco Longa / AGENCIAUNO.[/caption]

Santa Magdalena: la puerta de entrada

Antes de ser absorbida por la empresa madre, Santa Cecilia, Inversiones y Asesorías Santa Magdalena tenía un capital de solo $10,7 millones, un monto menor, aunque igualmente contaba con un historial corporativo. Fue fundada en marzo de 1987, no por los hijos Piñera Morel -por entonces Cristóbal tenía apenas dos o tres años-, sino por Gustavo Valdés y Magdalena Piñera Echenique.

Su directorio lo compondrían los dos últimos, más Juan Pablo Piñera Echenique, hermano menor del entonces senador y conocido públicamente como “Polo” Piñera. Ya para septiembre de ese año, el directorio de la sociedad nombraría a su gerente general: Sebastián Piñera Echenique, con amplísimas facultades.

Pero, ¿qué era Santa Magdalena? Esta sociedad fue el vehículo de Piñera para un proyecto ambicioso: el edificio Las Américas. El libro “Crónica Secreta de la Economía Chilena”, del periodista Carlos Tromben, se detiene en esta travesía empresarial y se refiere al resto de los accionistas que se sumaron a ella: el triunvirato Penta, de Carlos Eugenio Lavín, Carlos “choclo” Délano y el fallecido Hugo Bravo.

Como accionista fugaz, Piñera llevó Ladeco a invertir en este proyecto inmobiliario, antes de salirse de la propiedad de la aerolínea; y también a Bancard S.A., la administradora de tarjetas que había armado en los ‘80.

Sin embargo, el activo más importante de Inversiones y Asesorías Santa Magdalena a diciembre de 1994 era Libardón, una sociedad que tenía en su patrimonio la sociedad Los Lirios, empresa que arrastraba millonarias pérdidas tributarias y que en 1992 Piñera le compró a la familia Cueto, dueños de Latam, y a la familia Martínez, actuales propietarios de Enjoy.

Todos estos activos, incluyendo la sociedad que controlan los hijos, serían entonces absorbidos por Inversiones Santa Cecilia.

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Sobre la base de un informe pericial hecho por Iván Lefort Hernández y Asociados Auditores Consultores Limitada -a quien reiteradamente se acudió para hacer este tipo de pericias contables, en circunstancias de que el ‘consultor’ hacía otras labores para las sociedades de Piñera, como inspector de cuentas, por ejemplo- se estimó que del 100% de la nueva Inversiones Santa Cecilia, el 5,65% iría para los accionistas antiguos de esta sociedad Libardón (99,9%) y Valdés (0,01%) ; el 18,72% para los accionistas de Inversiones Libardón (Inversiones y Asesorías Santa Magdalena); el 6,65% para Inversiones y Asesorías Santa Magdalena (de los cuatro hijos); y el 68,98% para Inmobiliaria Huechuraba, controlada por Sebastián Piñera.

En su capital tenía $500 millones, pero gracias a la absorción de Libardón, Huechuraba y Santa Magdalena, creció de forma relevante, aumentando su capital hasta los $13.810 millones debido a la inyección de activos de estas tres sociedades.

Gracias a esta operación, en definitiva, los cuatro hijos de Piñera -entonces con 19, 16, 12 y 10 años- se hicieron, directa e indirectamente, de un porcentaje relevante de Inversiones Santa Cecilia, probablemente sin entender nada de lo que ocurría en las grises oficinas de calle Agustinas y menos de sus implicancias a futuro.

Pero esa consolidación de sociedades dentro del clan Piñera, sobre la que volveremos más adelante, sería solo el corolario de una frenética carrera por adquirir empresas quebradas de los ’80 que tenían todo liquidado, pero registraban pérdidas tributarias que más tarde permitirían a Piñera y su familia no pagar impuestos por las ganancias, tanto después de asumir como senador en 1990, y también posterior a su salida de la Cámara Alta, en 1998.

1992, el inicio: antes de los hijos y la compra de zombis

Dos años antes de la fusión de las cuatro sociedades del clan Piñera para crear una nueva y poderosa Inversiones Santa Cecilia, el entonces senador vivía un infierno en la política. Pasadas las 22 horas del domingo 23 de agosto de 1992, un programa de televisión echaría por tierra sus tempranas aspiraciones presidenciales y desataría una guerra total al interior de su nuevo partido, RN.

Registros audiovisuales de ese día dan cuenta de cómo Jaime Celedón, en su programa estelar, “A eso de”, en Megavisión, se tapaba el rostro con sus dos manos, incrédulo de lo que escuchaba al aire. El dueño del canal, Ricardo Claro, un viejo enemigo de Piñera, había presionado play en una radio Kyoto, haciendo público un audio privado, muy parecido a un verdadero complot político. Se trataba de una conversación acelerada, casi torpe, entre Sebastián Píñera y su amigo Pedro Pablo Díaz. En ella, acordaban cómo acorralar públicamente a Evelyn Matthei, su contendora en las primarias presidenciales de RN, en el mismo programa de televisión.

[caption id="attachment_349624" align="alignnone" width="1024"] Familia Piñera Morel.[/caption]

En la cinta, el entonces senador RN le instruyó a Díaz que hablara con el 'pelao' Jorge Andrés Richards, panelista del programa de Celedón, para perjudicar en vivo a la actual alcaldesa de Providencia. Esa noche, dice el libro Matthei versus Piñera (de la actual asesora del grupo Luksic, Carolina García de la Huerta y Francisco Javier Piriz), el actual mandatario reconoció haber quedado shockeado, tanto que ni recordaría lo que dijo en el set.

Pese a ese infierno político -que lo llevó a desistir de su precandidatura presidencial el 7 de septiembre-, Piñera vivía algo distinto en el plano empresarial, sin traiciones ni disputas de poder. Por esos días, ejecutaría la primera de las triangulaciones societarias con sus amigos Cueto y Martínez.

El lunes 31 de agosto de 1992, los hermanos Cueto Plaza -que en ese momento eran propietarios de Inversiones Libardón e Inversiones Tulum- se unieron a la sociedad Julio y Silva (luego denominada Inversiones Portofino, ligada a los Martínez) para comprar Inversiones Los Lirios, una empresa conocida como zombi, pues habiendo sido del empresario Manuel Cruzat, quebró y todos sus activos fueron rematados.

Solo quedaban en ella pérdidas tributarias indeterminadas, las cuales en el libro Empesas Zombis (Juan Andrés Guzmán y Jorge Rojas) se calcularon entre $19.200 millones y $38 mil millones. Luego de pagar poco más de $190 millones por ella, los Cueto (Libardón 50% y Tulum 33%) y los Martínez (16,5%) la transformaron en Inversiones y Servicios Los Andes Ltda.

El lunes siguiente, el 7 de septiembre, Piñera anunciaría su retiro de la precandidatura presidencial. Pero tres días antes haría la primera de varias jugadas societarias que pavimentarán el ingreso y consolidación de sus hijos, dos años después, en toda su estructura societaria. Una escritura del 3 de septiembre de 1992 muestra a Enrique Cueto Plaza, actual líder de la aerolínea Latam, y a su hermano Juan José, concretando la venta de Inversiones Libardón a Inversiones y Asesorías Santa Magdalena, la sociedad representada por el cuñado de Piñera, Gustavo Valdés y que, a esa altura, 1992, aún no mostraba en su registro de socios a los hijos del actual mandatario.

La operación es insignificante en su monto. Los Cueto cobraron $20 millones (aunque habían pagado más de $90 millones por el 50% de Los Lirios, su sociedad zombi subyacente), sin ganar un peso respecto del capital con que fundaron Libardón un año antes, el 19 de junio de 1991.

Lo que cedía Cueto era tan barato, que en rigor parecía no ser nada, pues no había empresa productiva, o de chimenea. Pero no se trataba de una casualidad. En los negocios nunca es así. Los Lirios, que pertenecía en 50% a Libardón y que no era más que una sociedad de papel llena de deudas incobrables, dejaría suculentos beneficios tributarios en el futuro y, aparentemente, Cueto se la regalaba a la familia de su amigo, Sebastián Piñera, abriendo la rendija al ingreso de los hijos.

[caption id="attachment_349634" align="alignnone" width="1024"] Actual distribución de la fortuna Piñera Morel en Bancard Inversiones Limitada.[/caption]

Dos años después, un nuevo zombi aparecería para seguir aceitando la maquinaria societaria del clan Piñera. La década del ‘90, que promedió un crecimiento del país del 6% y un gran chorro de utilidades frescas, estaba llena de empresarios buscando creativas fórmulas para pagar menos impuestos. Por eso, las empresas quebradas de Cruzat de los ‘80, las zombis, representaban el mejor mecanismo para obtener pérdidas (incobrables ya) y presentarlas como propias ante el Servicio de Impuestos Internos (SII).

Ese fue el mecanismo que utilizó el gran empresariado chileno durante la década de oro que vivió el país. Y Piñera no era más que uno de esos empresarios, buscando en las sobras de Cruzat alguna sociedad que le sirviera para pagar menos impuestos o, incluso, pedir devoluciones al Estado.

Los Lirios era una de esas sociedades. En 1992, al comprar Libardón a los Cueto, se hizo de esa sociedad zombi, y en 1994, de acuerdo a una escritura que duerme en los archivos de la notaría Andrés Rubio, iría por una segunda: Administradora e Inversiones El Bosque.

Sociedad Promotora Progresa y Sociedad Inversiones la Cumbre, actuaron como vendedores y representantes del quebrado grupo Cruzat-Larraín; Inversiones Santa Cecilia, del grupo Piñera Morel, fue la compradora de El Bosque.

Santa Cecilia nació ese mismo 1994, pero como continuadora de otro fósil empresarial del castillo de naipes que había armado Cruzat en los ´80: Sociedad Minera Lo Prado, fundada en 1969 y por la que pasaron figuras ilustres del empresariado tradicional chileno, como Eduardo Fernández León, Fernando Larraín Peña y el ‘temido’ Ricardo Claro.

En su primer directorio, ya como Inversiones Santa Cecilia, en 1994, destacaron los conocidos Fernando Barros Tocornal, Ana María Délano Abbott y Gustavo Valdés. Como inspectores de cuenta figuraron Ricardo Bachelet, amigo y socio histórico del actual mandatario, y Carolina Uribe Gabler, quien se había casado en 1984 con Juan Bilbao Hormaeche, uno de los ‘alumnos’ de Piñera en el Citi, el banco de inversión de Citibank en los ‘80, y conocido por su perfil de cazador y sancionado por la SEC norteamericana y la ex SVS chilena años después, por delitos relacionados con el uso de información privilegiada.

En ese primer directorio, del 9 de noviembre de 1994, acordaron adquirir la nueva empresa zombi: Administradora e Inversiones El Bosque, con pérdidas de arrastre que se ubicaron en torno a los $21 mil millones. Como en otras operaciones anteriores, los socios se repartieron el fiambre. Santa Cecilia compró el 50%, Cueto el 33,5% y Martínez el saldo. Pagaron $298 millones, $200 millones y $56 millones respectivamente.

Luego cambiaron la calidad jurídica de la sociedad de Responsabilidad Limitada a Sociedad Anónima cerrada, modificación hecha reiteradamente por Piñera en este armado, pues a diferencia de las S.A. las firmas de responsabilidad limitada no tenían que presentar contabilidad completa. Finalmente, reemplazaron el nombre de la zombi (Inversiones El Bosque) a Inversiones Bancard S.A. Así fue como nació este verdadero eje del reservorio de cadáveres empresariales del grupo Piñera Morel. La jugada final estaba en el horno.

La consolidación y el ingreso de los hijos

El 13 de diciembre de 1994 se realizaron distintas juntas de accionistas de cuatro sociedades en paralelo para incorporar (fusionarlas) dentro de Inversiones Bancard S.A. (la ex zombi llamada Administraciones El Bosque). Se trataba de Bancard S.A., Inmobiliaria Valle Escondido y Asesorías Inversiones Santiago S.A., los negocios que traían el patrimonio real de Piñera generado en los ’80, pero que incluían como socios a los Martínez y Cueto.

Bancard S.A. es el nombre de fantasía de Sociedad Administradora de Tarjetas Bancard S.A., que Piñera creó en los ‘80 con el demócratacristiano Carlos Massad y Eugenio Mandiola (el gerente de la firma) para traer las tarjetas de crédito Mastercard y Visa al país.

Al momento de la junta de accionistas, Bancard S.A. era controlada por Inmobiliaria Huechuraba de Piñera, pero también estaban Cueto y Martínez como minoritarios, siendo la sociedad de estos últimos representada por Carlos Mackeney Urzúa, quien sería subsecretario de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos y presidiría el Consejo de Defensa del Estado (CDE) desde 2005 a 2011. En tanto, Asesorías e Inversiones Santiago, ya transformada en S.A., tenía la misma mezcla de socios.

Pero había una tercera sociedad: Inmobiliaria Valle Escondido, que figuraba en ese momento en manos de Bancard S.A. e Inversiones y Servicios Los Andes Limitada, la heredera de la zombi Los Lirios, con los mismos socios cruzados y donde estaba también la citada Santa Magdalena.

Para la fusión se contrató al mismo Iván Lefort, consultor que estimó que Piñera era el mayoritario, con 77%; Martínez, con menos del 10%; y el saldo, para Cueto. El capital saltó de $494 millones a $5.671 millones.

Con la fusión de los distintos negocios de Piñera, Cueto y Martínez en Inversiones Bancard S.A., el cuadro parecía completarse: Inversiones Bancard S.A., Santa Cecilia e Inversiones y Asesorías Los Andes Ltda, ya tenían consolidadas varias zombis con pérdidas tributarias acumuladas y absorbido distintos negocios de Piñera que varias publicaciones han estimado en US$100 millones a inicios de los ‘90.

Pero aún faltaba unir los trazos internos del grupo Piñera y lo más importante: la incorporación definitiva de los hijos al holding a través de Santa Cecilia. Fue entonces cuando apareció Piñera, ese miércoles 21 de diciembre de 1994, después de asistir al Congreso, para concretar la fusión de Inversiones Santa Magdalena (con sus hijos de socios), Inversiones Libardón, e Inmobiliaria Huechuraba, dentro de Inversiones Santa Cecilia. Ese fue el día clave en que se integró la sociedad de sus hijos al grupo empresarial que estaba construyendo y que hoy se empina entre los 10 mayores de Chile.

[caption id="attachment_349635" align="alignnone" width="1020"] Ignacio, miembro de la familia Cueto Plaza, socios históricos del clan Piñera Morel.[/caption]

Aunque Piñera ya tenía todo consolidado, aún faltaba separarse de los Martínez y los Cueto en la propiedad de Inversiones Bancard S.A. e Inversiones y Asesorías Los Andes Ltda. La separación será paulatina y recién en 1995 se concretará totalmente. Y con ello, aparecerán algunas sorpresas.

El Estado como fuente de pago

El 3 de enero de 1995, según escritura ante el notario Aliro Veloso, se firmó la promesa de compraventa de la participación en Inversiones y Servicios Los Andes Ltda, por parte de Inversiones Portofino (Francisco Martínez Segui, el líder actual de Enjoy), e Inversiones Tulum (Juan José Cueto Plaza, hermano de los que manejan Latam).

La escritura dejó en blanco el espacio donde figuraba el precio al que Cueto y Martínez vendieron su 33,5% y 16,5%, respectivamente, a Piñera. En el directorio quedaron Ana María Délano, el amigo y socio del entonces senador, José Cox, y su cuñado, Gustavo Valdés.

¿A qué se debía el silencio sobre el monto? Otra escritura, pero del 25 de julio de ese mismo año, revela el acuerdo final, donde el Estado se pondrá con el negocio.

Tulum vendió su porcentaje en $114 millones de la época (UF 9.532,75), que se pagaron de dos formas. Por un lado, el 60% del precio al contado; pero el saldo, unos $70 millones de entonces (UF 5.884,67), “se pagarán por Santa Cecilia dentro de 30 días hábiles por la devolución de impuestos que solicitó Los Andes al SII”.

En otras palabras, la sociedad del Presidente estaba usando desde el primer momento pérdidas tributarias, presumiblemente de las sociedades zombis de la era Cruzat, que había adquirido a través de la sociedad controlada por sus hijos menores de edad.

Lo mismo hizo con Martínez, quien vendió el 16,54% en $56 millones (UF 4.683,75). Santa Cecilia pagó al contado $34,6 millones (UF 2.891,33) y el saldo de casi $ 22 millones (UF 1.792,42), a través de una “devolución de impuestos que Los Andes solicitó al SII”. Incluso, Gustavo Valdés, quien adquirió apenas el 0,1% de Inversiones y Asesorías Los Andes Ltda, pagó a Martínez $210.568 al contado y el saldo, de unos $110 mil de entonces, “por la devolución que Los Andes espera del SII”.

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El mismo día del acuerdo, los nuevos y únicos socios, el clan Piñera, cambiarían el nombre de la sociedad, pasando de Inversiones y Asesorías Los Andes a Sociedad Editorial Los Andes. Así, paradojalmente, Piñera lograba reponer como un eje de sus negocios la sociedad que había creado en 1986.

Con el asunto de Los Andes ya resuelto entre Piñera, los Cueto y los Martínez, solo quedaba por concretar la salida de los dos últimos de Inversiones Bancard S.A., lo que ocurrió, aparentemente, el 11 de mayo de 1995. Ese día, Inversiones Costa Verde, de Cueto, acordó vender su porcentaje en Inversiones Bancard S.A. en $2.527 millones. El plazo a pagar era septiembre de ese mismo año.

¿Bastaría con ese pago por Inversiones Bancard S.A. y el precio complementado por el Estado en Inversiones y Servicios Los Andes Ltda para saldar las deudas? Aparentemente no.

Una operación bajo cuerda clarifica los hechos: una escritura del 28 de febrero y otra del 1 de marzo de 1995, revelan que Piñera hizo un acuerdo con Cueto y Martínez previo a las compras de zombis y cambios societarios de noviembre a diciembre de 1994, para pagar por una tercera vía su participación.

Ambos casos están relacionados al negocio inmobiliario que llevaban adelante en el proyecto Valle Escondido, y que parecía haber quedado saldado cuando la Inmobiliaria Valle Escondido fue absorbida por Inversiones Bancard S.A., el 25 de noviembre de 1994.

En la escritura del 28 de febrero de 1995, la familia Cueto (Inversiones Asturias) y Gustavo Valdés (Inversiones y Servicios Los Andes), revelan que el 30 de agosto de 1994 habían firmado un contrato por el cual Inversiones y Servicios Los Andes Ltda. acordó pagar unos $66,5 millones de la época (UF 5.927,74) por una acción de la sociedad Valle Escondido S.A.

Al día siguiente, el 1 de marzo de 1995, en otra escritura, Inversiones Bancard S.A. reconoció que adeudaba a Inversiones Asturias (Cueto) un total de $1.509 millones (UF 129.699,06) por otras acciones de Valle Escondido y créditos, también desde la misma fecha.

Y, adicionalmente, ese 1 de marzo, Inversiones Bancard S.A reconoció que adeudaba a Consultora y Servicios Nashville Ltda. (Martínez), $1.578,5 millones (UF 135.640,54) por 20 acciones de Valle Escondido y créditos, por acuerdo del 31 de agosto de 1994.

En todos estos actos señalan que llegado el 28 de febrero de 1995, cada deudora (de propiedad del Clan Piñera) “no ha pagado y no está en condiciones de pagar en dinero”. Por ello, acuerdan otra fórmula de pago: Piñera cedería 362.651 acciones de Valle Escondido S.A. a Martínez y 372.651 acciones a los Cueto.

¿Cómo ocurrió esto?

[caption id="attachment_349611" align="alignnone" width="2123"] Sebastian Piñera Morel. Foto: Pablo Vera / AGENCIAUNO.[/caption]

El 23 de noviembre de 1994, cuando iban y venían modificaciones societarias entre Cueto, Martínez y Piñera, Inversiones Bancard S.A. e Inversiones y Asesorías Los Andes (donde los tres compartían propiedad aún), crearon la sociedad Valle Escondido S.A., con apenas $1 millón de capital.

Un mes después, el 23 de diciembre de 1994, las mismas sociedades aumentaron el capital de Valle Escondido a $23.396 millones. Según el detalle de dicha escritura, el capital es la valorización de terrenos en La Dehesa, adquiridos originalmente por el trío en 1985.

¿Cómo se pagó el precio de haber acompañado todo este tiempo a Piñera e, incluso, haberle vendido a precio huevo algunas de sus adquisiciones zombis? Cuatro años después, el 31 de diciembre de 1998, en una escritura de la junta extraordinaria de accionistas de Valle Escondido S.A. archivada en la notaría Álvaro Bianchi, también recogida por El Desconcierto, está la respuesta.

En ella, los socios acuerdan disminuir el capital de la sociedad que las firmas de Piñera habían creado en 1994, pero cuyas acciones habían sido traspasadas mayoritariamente a Cueto y Martínez. En la junta se bajó el capital de $28.686 millones a $9.680 millones. En la escritura también se lee que $19.000 millones “se restituirán a los accionistas en dinero efectivo, en proporción a sus acciones, en la oportunidad y plazo que al efecto fije el directorio (...)”.

Así las cosas, los Cueto y los Martínez, y en una parte pequeña Piñera, recibieron efectivo por su participación en Valle Escondido, esa sociedad que nació de la nada en noviembre de 1994 -al margen de la consolidación de su grupo- y fue engordada con un terreno un mes después, para ser ordeñada cuatro años más tarde en un simple enjuague notarial.

Insaciables

Fuera los socios, el entonces senador y su familia podían disponer a gusto de una cascada de empresas herederas de viejos fósiles con ricas deudas tributarias. Inversiones Santa Cecilia era un monstruo cuyos cimientos descansaban en los huesos de la Sociedad Minera Lo Prado, luego denominada Las Barracas, y Los Lirios. Inversiones Bancard S.A., en tanto, lo hacía en Administradora e Inversiones El Bosque Limitada.

Es decir, para 1995, las dos grandes líneas patrimoniales de la familia Piñera Morel, Santa Cecilia e Inversiones Bancard, que colgaba de la primera, se paraban sobre cadáveres societarios ochenteros con nada útil que salvar, solo su deuda incobrable, pero imputable ante el SII para pagar menos impuestos. Y sobre esa estructura societaria, ya comenzaban a dar sus primeros pasos los pequeños Piñera Morel.

Sin embargo, a Piñera aún le faltaba algo.

En agosto de ese mismo año compró una nueva zombi de Cruzat: Compañía de Industrias y Desarrollo, cuyo mayor activo era una pérdida de arrastre de $44 mil millones, la cual le permitiría, unos años después, “hacer desaparecer $39 mil millones en utilidades que su imperio generó entre 1998 y 2001 y así eludir $2.800 millones en impuestos”, según dice el libro de Guzmán y Rojas.

Esta compra la hizo a través de Editorial Los Andes, la renacida firma que alguna vez tuvo una vocación por el negocio editorial. El precio fue de $817 millones y la firma adquirida fue rebautizada con el mismo nombre de su antigua administradora de tarjetas: Bancard S.A., sociedad que había muerto al ser absorbida por Inversiones Bancard S.A. poco tiempo antes, en diciembre del ‘94.

A fines de 1996, Bancard S.A. cambió su razón social por el de Inversiones Bancard Limitada, tal como la Inversiones Bancard que era controlada por Inversiones Santa Cecilia, con la diferencia de que esta última era una sociedad anónima.

No está claro cuál es la intención de Piñera por bautizar a sus sociedades con nombres similares, casi iguales. Incluso, en 1997 abrió otra Bancard, esta vez Bancard International Investment, en Islas Vírgenes Británicas, sociedad que no se conoció, hasta que en 2016 Radio Bio Bio publicó un artículo sobre sus polémicos negocios con la pesquera peruana Exalmar. Como sea, las Bancard de 1996 que estaban en Chile, no durarían mucho tiempo coexistiendo. Ese mismo día que Bancard S.A. cambió su razón social a Inversiones Bancard Limitada, esta última se fusionó con Inversiones Santa Cecilia S.A., siendo la primera el nuevo buque insignia de Piñera y sus hijos.

El resultado de una enorme cantidad de operaciones de compraventa de sociedades había dejado a Piñera y sus hijos en una posición inmejorable para, literalmente, ‘licuar’ las ganancias obtenidas por el empresario. Si en 1994 los cuatro Piñera Morel -con el menor de ellos con 10 años-, controlaban la sociedad Inversiones y Asesorías Santa Magdalena, cuyo capital apenas superaba los $10 millones, dos años después participaban de una sociedad (Santa Cecilia) cuyo capital social era de $19.579 millones. Es decir, cada uno era dueño de un patrimonio equivalente a $1.959 millones y todos en vías de cumplir los 20, 17, 13 y 11 años de edad.

Pero Piñera siempre puede sorprender. El 30 de diciembre de 1997, en el ocaso de su carrera como senador y el reinicio de su objetivo mayor, la presidencia de Chile, en persona, y representando a sus hijos aún menores de edad, más su hermana Magdalena, creó Inversiones Futuro S.A., una sociedad con un capital de $8.984,9 millones. Cada hijo aportaría casi el 25%, equivalente a $2.246,1 millones y un 0,004% ($359.398), Magdalena.

Pero cada hijo, pese a estar en condiciones de retirar utilidades de Inversiones Bancard Ltda., no solo iba a concurrir con dinero. Cada uno aportaría el 2,32755% del capital e interés social que tenían en la sociedad Inversiones Bancard Limitada y que los socios avaluaron en $746,1 millones cada uno. El saldo de $1.500 millones lo aportarían individualmente en tres años.

En su directorio quedó el tío Polo Piñera, entonces consejero del Banco Central (BC), José Cox, Cecilia Morel Montes, y los hijos, solo una vez que cumplieran la mayoría de edad. La administración, en tanto, recayó en el aún senador Piñera.

La operación se formalizó en marzo de 1999 cuando Inversiones Bancard Limitada aceptó el ingreso de Inversiones Futuro. Así, la propiedad de Inversiones Bancard Limitada se distribuía en Inversiones Futuro (9,3102%); Sebastián Piñera Echenique (88,0619%); Editorial Los Andes (2,2279%) y cada hijo, como persona natural, con 0,1%. Ya para entonces, el capital social de Inversiones Bancard Limitada ascendía a $21.427,8 millones.

Pero algo pasó, porque cinco meses después, el 20 de agosto de 1999, los hermanos Piñera Morel decidieron resciliar (dejar sin efecto) los aportes de acciones de Inversiones Bancard Limitada a Inversiones Futuro. Como consecuencia de lo anterior, ahora había un saldo por pagar de $747 millones en dicha sociedad, el que se haría en cinco años.

Esto generó un cambio clave en Inversiones Bancard Limitada. El 2 de septiembre de ese mismo año se reunieron sus accionistas, siempre compareciendo Piñera padre en nombre de sus hijos socios y -casi todos- menores de edad, y se confirmó la resciliación del aporte de los Piñera Morel en Inversiones Futuro, retirándose esta última de la sociedad. Para solucionarlo, acordaron un aumento de capital de casi $13 mil millones, el cual sería suscrito por los cuatro hijos, con $3.240 millones cada uno, en cinco años. El capital de Inversiones Bancard Ltda. escaló de $21.427,8 millones a $34.387,8 millones.

Esta capitalización diluiría la propiedad del senador Piñera en beneficios de sus hijos en Inversiones Bancard Limitada. Mientras esto no ocurriera, sin embargo, mantendrían el 10,93% de la propiedad del holding de cadáveres, rico en pérdidas tributarias. Pero el actual mandatario los beneficiaría con una jugada particular.

Ese mismo 2 de septiembre de 1999, la junta de accionistas de Inversiones Bancard Limitada realizó un cambio en la política de distribución de dividendos que no figura en el extracto de la junta, pero sí en el detalle. Una porción mayor de las utilidades se distribuiría conforme al porcentaje que cada socio tenía en la sociedad, o sea, el 88,0619% de los dividendos iría para Sebastián Piñera; el 2,042755% para cada hijo; y el 2,2279% para Editorial Los Andes.

Una porción mejor de esas utilidades, exactamente un 28,15%, en cambio, se distribuirían de una forma sui generis. Piñera padre tendría acceso al 54,8733%, Editorial Los Andes al 1,3883%, y cada hijo al 10,9346%. Esto permitiría aumentar sustancialmente las ganancias a retirar por parte de los cuatro Piñera Morel.

La explicación para este ajuste está en la escritura. “Las utilidades y pérdidas que arroje cada ejercicio, estando limitadas al monto de los respectivos aportes, se distribuirán entre los socios en la cantidad conforme a la proporción que éstos, de común acuerdo determinen (...)”.

Todo había sido digitado por el actual Presidente.

Según el mencionado artículo de Ciper, sobre la investigación que realizó el SII en 2004 respecto del uso que se le dio a las pérdidas de estas llamadas empresas zombi, Sebastián Piñera y sus cuatro hijos pudieron retirar, en conjunto,b $91 mil millones entre 1997 y 1999, sin pagar impuestos. De este monto, $24,8 mil millones fueron retirados por los cuatro Piñera Morel.

Las fusiones, compras de empresas con deuda, los favores de socios y la creciente participación de menores de edad en el grupo empresarial, no fueron más que el jugoso resultado de una orquesta dirigida por el padre senador, su hermana Magdalena y su esposo, Gustavo Valdés; su asesor tributario, Fernando Barros y abogados asociados, como Juan Ignacio Langlois, hoy en Tyndall Group; su socio José Cox; y su auditor y, al mismo tiempo, el perito para todas estas fusiones, Iván Le Fort.

Quizás la única voz que no se oyó fue la de los pequeños cuatro Piñera Morel.

Mucho tiempo después despertaría el SII. En 2004 realizó la fiscalización citada por Ciper en 2017 sobre el uso que se le dio a las pérdidas de las empresas zombis, dando cuenta del ahorro en impuestos del clan Piñera. La fiscalización llegó tarde, pues gran parte de las operaciones ya estaban prescritas, aunque allanó a Piñera y su familia a restituir sólo $261 millones en impuestos. ¿Cuánto retiraron antes? Es un misterio.

En cualquier caso, todas estas movidas societarias serían, finalmente, el preámbulo para que ya a partir de la década del 2000, los hijos comenzaran a controlar la mayor parte de los activos de estas sociedades de inversión.

Esto ocurriría a través de jugadas legales y financieras donde nuevamente el hoy mandatario tendrá un rol clave. En la actualidad, los hijos de Piñera son controladores de una fortuna que, por norma, está exenta de cualquier fideicomiso u otro mecanismo de control que resguarde los conflictos de interés de su padre, el Presidente de Chile. De aquello, y de cómo pasaron a controlar la fortuna familiar, El Desconcierto dará cuenta en un segundo artículo de la serie de investigación sobre el grupo empresarial Piñera Morel.