Nueva derecha, neofascismos y violencia callejera

Nueva derecha, neofascismos y violencia callejera

Por: Julio Cortés Morales | 26.02.2020
Si bien no se autoproclaman abiertamente como fascistas, tenemos en Chile dos grupos que se acercan a estas características: el Movimiento Social-Patriota, y Chile Digno. Ambos apelan fuertemente a que no son “de derecha ni de izquierda”, y si bien son conservadores en cuestiones morales (al menos en el MSP defienden posiciones abiertamente homofóbicas y antifeministas) su discurso “soberanista” los hace criticar tanto al “globalismo” de la ONU (y los derechos humanos) como de los grupos económicos que se han repartido Chile

Se ha escrito y dicho tanto sobre el espontáneo fenómeno de la llamada “Primera Línea”, que El Mercurio del sábado 22 de febrero se quejaba de que no era considerada como línea de investigación por parte de la Fiscalía ni de la PDI. La queja es algo falaz, puesto que si hay un lugar donde es posible advertir la no tan sigilosa presencia de agentes de la “inteligencia policial” e incluso, como hemos sabido, de funcionarios municipales disfrazados de manifestantes, es en la esquina de Ramón Corvalán con la Alameda y sus inmediaciones.

Pero lo que el diario de los Edwards reclama es otra cosa: exige que la “Primera Línea” sea tratada como una organización, y que sea reprimida en tanto tal con las herramientas clásicas de la criminalización política contra organizaciones que si no existen, son inventadas a efectos de desatar una represión que afecte a todo un ambiente. Los últimos intentos de inventar estas organizaciones desde el aparato represivo del Estado son conocidos: el Caso Bombas 1 (2012-2012), donde se argumentó la existencia de una “asociación ilícita terrorista” tan difusa y extraña que la propia Fiscalía Metropolitana Sur tuvo que pedir el sobreseimiento definitivo de sus supuestos miembros. En el Caso Bombas 2 (2014-2018) se inventó una “célula acotada y compartimentada” pero sólo se condenó a una persona, en tanto “lobo solitario”.  Más recientemente, se inventó una asociación del mismo tipo en La Araucanía, en el marco de la “Operación Huracán”, y no necesito recordarles en detalle a los/as lectores/as en qué quedó eso una vez que se demostró que todo era un montaje.

En esta ocasión, y adhiriendo el llamado de una columnista a “dejar tranquila a la primera línea” por un rato[1],  quiero llamar la atención sobre otro tipo de fenómenos que están empezando a manifestarse y que constituyen ciertas novedades en relación al escenario que había entre octubre y enero.

Tal como la rebelión de octubre desafió las categorías y formas de expresión propias de la izquierda tradicional, tomando por sorpresa incluso a la llamada “nueva izquierda”, habiendo sido más bien un estallido espontáneo en que anárquicamente[2] confluyeron y se potenciaron recíprocamente diversas formas de resistencia contra distintos aspectos de la dominación, pareciera que en el ambiente pre-plebiscitario que se ha instalado con éxito desde los anuncios del 15 de noviembre se empiezan a manifestar diferencias importantes en el mundo de la derecha. Así, no sólo se ha visto que existen posiciones disímiles en relación a las opciones que se van a plebiscitar en abril entre la UDI, RN y Evópoli, sino que han aflorado por una parte viejas nostalgias pinochetistas que hasta ahora sólo defendía el sector de la “familia militar” más cercana a los presos por crímenes de lesa humanidad, y por otra, corrientes de una “nueva derecha” que se oscilan entre expresiones del denominado “anarcocapitalismo” propugnado por los libertarios gringos, mezclado en diversas dosis con la cultura de la derecha chilena, incluyendo formas abiertas de neofascismo.

Se hace necesario distinguir con cierta precisión entre este amasijo de tendencias, yendo más allá del uso acrítico de la expresión “facho” para referirse desde la izquierda a todo sospechoso de derechismo recalcitrante. Lo que a su vez tiene un reflejo simétrico en la derecha, cuya identidad propia por lo general se define en base a un “anticomunismo” irracional e histérico que identifica como “comunista” (o ahora también “anarquista”) a todas las personas que para ellos merecen el apelativo de “zurdas”, a pesar de que no todos quienes participan en la rebelión se entienden a sí mismos como “de izquierda”, y dentro de la “izquierda” un porcentaje bastante menor de personas se considera a sí misma como “comunista” (sea que estén dentro o fuera del Partido oficial del mismo nombre).

“Fachos” por un lado y “comunistas”/”anarquistas” por el otro parecen ser las denominaciones que caricaturizan los polos de izquierda/derecha en el Chile de hoy. La propia dicotomía de izquierdas y derechas proviene de hace menos de trescientos años, en el contexto posterior a la Revolución francesa de 1789, y si por un lado tiende a disolverse a medida que pasa el tiempo, en el escenario actual en Chile parece reactivarse en la misma medida que al ambiente plebiscitario constituye una especie de réplica invertida del plebiscito de 1988. Este “remake” se expresa ya en las gráficas del Sí y el No reconvertidas en las del Rechazo y Apruebo, en las franjas que ya están a punto de comenzar, y ya empiezan a apreciarse también signos de algo que fue usual durante toda la campaña de 1988: los enfrentamientos callejeros.

En este contexto es que estudiar los grupos de la “nueva derecha” es interesante porque es a partir de ellos desde donde está surgiendo una especie de “primera línea” en defensa del orden social existente, y en primer lugar, del llamado “modelo neoliberal” chileno.

Para empezar, es necesario realizar una primera gran distinción dentro del espectro de lo que indiferenciadamente es considerado “facho”.

El fascismo tradicional suele presentarse con un discurso formalmente “anticapitalista”, y con una crítica explícita contra las ideologías liberal y marxista, rechazando en consecuencia los modelos económicos/sociales que emanan de ellas: capitalismo y comunismo. Este tipo de fascistas se presentan como adhiriendo a una “tercera posición”, nacionalista. Suelen presentar componentes populistas, aunque atacan la idea de “lucha de clases”, reivindican lo nacional-popular, y se han definido incluso como “nacional-revolucionarios” y/o “nacional-sindicalistas”. Algunos ejemplos de lo confuso de este discurso, y de la dificultad de encasillarlos en la dicotomía tradicional derecha/izquierda, los tenemos en el fenómeno del “peronismo” argentino y en el apoyo a Chávez por parte de sectores nacional-revolucionarios, además de algunos intentos de alianzas nacional-bolcheviques.

En el caso chileno, los sectores nacionalistas más puristas miraron con poca simpatía la deriva gremialista/neoliberal de Pinochet, que obviamente se alejaba de su ideal de revolución nacional-popular. Lo cual no obstó para que colaboraran activamente con el aparato terrorista de Estado.

Si bien no se autoproclaman abiertamente como fascistas, tenemos en Chile dos grupos que se acercan a estas características: el Movimiento Social-Patriota, y Chile Digno. Ambos apelan fuertemente a que no son “de derecha ni de izquierda”, y si bien son conservadores en cuestiones morales (al menos en el MSP defienden posiciones abiertamente homofóbicas y antifeministas) su discurso “soberanista” los hace criticar tanto al “globalismo” de la ONU (y los derechos humanos) como de los grupos económicos que se han repartido Chile. El MSP sacó declaraciones en apoyo de la rebelión del 18 de octubre, si bien diferenciándose de sus aspectos más violentos, y Chile Digno (autodefinido como un “anti-partido”) incluso fue visto algunas veces marchando en la Plaza de la Dignidad, donde entremedio de tanta bandera chilena no llamaron la atención de nadie. Lo cual no es raro, considerando que ambos grupos se declaran enemigos del neoliberalismo. El MSP no apoya ninguna de las opciones para el plebiscito de abril. Por otra parte, el viejo grupo Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista saludó en octubre que ardiera el “oasis neoliberal”[3] y está llamando al Apruebo con Convención Constituyente…

Otro sector muy diferente y que sí se asume abiertamente como de derecha o nueva derecha, son los llamados “libertarios”. En las redes de MSP y Chile Digno son tratados como “libertontos”, y se les señala como básicamente pinochetistas neoliberales. Sus críticas parecen apuntar conjuntamente a dos grupos: Capitalismo Revolucionario y el Partido Libertario, quienes a su vez parecen odiarse mutuamente (un panorama no muy distinto al que se ve desde siempre en la ultraizquierda).

En Estados Unidos existe desde hace décadas un “Partido Libertario”, que se vincula con una corriente algo difusa y llamativa hasta el absurdo: el anarco-capitalismo (o “ancap”), que usa como emblema una bandera similar a la rojinegra del anarcosindicalismo, pero con amarillo (símbolo del oro) en vez de rojo. En rigor, no son anarquistas, pues no están por la destrucción del Estado, sino que “minarquistas”: partidarios de mantener el Estado y el Gobierno reducidos a su más mínima expresión, como en los viejos tiempos anteriores al keynesianismo y el Estado de Bienestar, que a ellos como extremistas del libre mercado les parecen formas abiertas de socialismo.

Cerca de ellos, los liberal-libertarios con Nozick a la cabeza predican un capitalismo puro, que hace recordar a Marx cuando hablaba de “la anarquía del mercado”, o a Bakunin que en “Dios y el Estado” decía que a la burguesía no le repugnaba la anarquía, sino que “la quiere para ella sola”. A pesar de las apelaciones a la anarquía, Nozick señala que “el Estado mínimo es el único estado moralmente admisible”, con lo cual se ubica también en el bando de los minarquistas. Algunos ejemplares nacionales que se consideran libertarios en esta veta son Alvaro Bardón (ya fallecido) y Axel Kaiser[4].

Lo curioso es que en Chile estén apareciendo este tipo de seudoanarquistas de derecha, cuyas posiciones se mezclan con elementos ideológicos y prácticos que provienen de la ultraderecha y/o el pinochetismo. En ese cruce tenemos a Capitalismo Revolucionario, que a la vez que en su gráfica destaca la palabra EVOL (“love” al revés) tal como hacen los libertarios/ancaps de Estados Unidos desde la campaña presidencial de su candidato Ron Paul en el 2008, imita el accionar parapolicial de antiguos grupos chilenos de derecha o ultraderecha (como el Comando Rolando Matus, de la Juventud Nacional, o el Frente Nacionalista Patria y Libertad), y reivindica abiertamente el terrorismo de Estado ocurrido desde 1973.

Para CR el fascismo es “de izquierda” y considera como tales a MSP e incluso a Patria y Libertad, aunque por otra parte apela sin problemas al “orgullo facho pobre”[5]. A su vez, se diferencia del Partido Libertario (a los que critica por ateos, pacifistas, y “libertrolos”[6]) porque reivindica la necesidad de la violencia, y sobre todo de la acción directa en las calles, llamando a usar armas y atacar a manifestantes, con especial odio hacia los “antifa” y la “primera línea”. Pero al parecer provienen del mismo ambiente político, dado que ellos mismos han señalado en una larga entrevista a The Clinic que eran seguidores de las ideas de A. Kaiser, pero que mientras muchos teorizan con cómo sería posible llegar a privatizar el aire ellos prefieren un poco de “leninismo” y acción en las calles[7].

El nombre “capitalismo revolucionario” es bastante llamativo y muchos lo encuentran absurdo. No lo es tanto si consideramos que se trata de una forma de neopinochetismo, y que el mismo Tomás Moulian habla de la obra de la dictadura como de una “revolución capitalista”.

Su ideología ha llegado a ser un híbrido tan curioso que en su convocatoria a la marcha del sábado 21 de febrero en el barrio alto hablaban de su “hermosa patria hispana, capitalista y soberana”. El nivel de hibridez y contradictoriedad de ese andamiaje conceptual es alto que muy a su pesar podría ser calificado de un producto propio de una era “posmoderna”.

Además de analizar la ideología de estos grupos, sería necesario estudiar su composición, y sobre todo tener en cuenta que cuando estos grupos entran en acción la violencia callejera se incrementa y se agrava, no sólo por agregar este tercer elemento a la ecuación manifestantes/policía, sino que también porque suelen tener fuertes vínculos personales con el aparato represivo, que hace la vista gorda en relación a su accionar, cuando no los tolera y apoya abiertamente.

[1] Sandra Villanueva, en https://www.eldesconcierto.cl/2020/01/15/que-la-antropologia-deje-tranquila-a-la-primera-linea/

[2] Como destaca Rodrigo Karmy en https://www.eldesconcierto.cl/2020/02/17/nueva-constitucion-vieja-economia/, donde señala que “la revuelta pone en juego una política an-árquica (no “anarquista” como confunden los intelectuales del orden) en la que tiene lugar un nuevo uso de los cuerpos, un nuevo ritmo de los tiempos”.

[3] https://www.mrns.cl/w3/index.php/articulos/actnac/178-oasis19

[4] Cuyo hermano, Johaness, practica una versión más fascista de “libertarianismo”, que denomina como nacional-libertaria.

[5] Aunque al parecer no cuentan con mucho Capital, y se dedican a vender poleras que homenajean a Pinochet, José Piñera y Krassnoff, además de recibir aportes dinerarios, por otra parte su líder señala que tiene al menos cuatro departamentos, con lo cual difícilmente se podría calificar de “pobre”.

[6] Jerga abiertamente homofóbica, aunque en otras partes han señalado que hay homosexuales dentro de sus filas.

[7] https://www.theclinic.cl/2018/04/23/sebastian-izquierdo-cerebro-detras-las-poleras-se-mofan-las-victimas-la-caravana-la-muerte/