[#Viña2020] ¿Quién te crees que soy?: El empoderamiento feminista de Ana Gabriel
Ana viene de otros tiempos. De sonidos que evocan nostalgia, sinsabor, entrega, ausencia, desilusión, dolor y, por sobre todo, amor.
Enumerar su discografía se hace un ejercicio innecesario, antecedido por su éxito y el impacto de sus interpretaciones. La voz de la Diva de América es un sello en sí mismo, que consigue atravesar las barreras del tiempo y estándares de lo apropiado, llegando a calar con su dulzura desgarradora cualquier discurso, porque las canciones de María Guadalupe (su nombre real) se escribieron en otros tiempos. En momentos en que la mujer tenía un rol muy diferente, refugiando cada una de sus añoranzas en cada canción en clave de marcados acordes mariachis, dónde el giro de cada nota musicalizó momentos nostálgicos para toda una generación, como el de una mañana de aseo hogareño un fin de semana.
“Habla claro y verás que soy yo la que al fin dice adiós sin problemas” dice parte de la letra de 'Sin problemas', que es una declaración de principios, que en suma a su timbre de voz desgarrado y apasionado, son la piedra angular de sus incontables éxitos que, para poder entrar dentro de cualquier evento en el que se presenta, deben necesariamente obedecer a una estructura de medley, de lo contrario no habría posibilidad de oírlos todos.
Ana Gabriel le canta al amor, de frente y sin miramientos. Pone cada sentimiento desde el corazón de una mujer nacida en las tierras sinaloenses que soñaba con poder expresar, desde muy niña, experiencias e intensidad. Estas características le dieron un espacio muy importante en el inconsciente colectivo de una generación que vivió de otra manera a la que con los años se fue enfrentando la Diva, siempre con éxito. Y no sólo al amor le habla de frente, también a la polémica y a los dichos: recordado es el momento en que frente al Monstruo en 1992 y ante un (jamás visto) nervioso Antonio Vodanovic, sepultó los rumores de pasillo de un posible amorío entre ambos de la prensa (y, quizás también, de Antonio).
Entre los tardíos ochenta e inicios de los noventa, la estructura de la sociedad en nuestro país contaba con una jerarquía preponderantemente machista y subyugante con la voz femenina. El rol en el hogar de la mujer tuvo motivaciones incluso políticas, que hicieron de los intereses femeninos casi exclusivamente el esperar al marido y poner todos sus anhelos en lo que fortaleciese aquel contexto. Sin embargo, fue esta voz la que les trajo ese mensaje valiente, ese tren de emociones expresadas en palabras que penetraron canción a canción en el afán de empoderarse desde el amor. Desde reflejar el engaño, de enfrentarlo, de poner por sobre todo los intereses y los deseos de sí misma, de no permitir que persistan las condiciones de los hombres por sobre los deseos de la mujer.
Sí, Ana Gabriel tiene temáticas en clave romántica, desde el amor, desde el sentir hacia un alguien, desde proyectarse en una pareja, pero es ella misma quien ya a mediados de los ochenta, produjo un quiebre que los hombres de la época “no vieron venir”, probablemente por no ponerle atención, por dejar que esas canciones de amor fuesen únicamente “cosa de mujeres”. Probablemente fue así como se le bajó la guardia a esta artista que consiguió elevar numerosos himnos al amor propio de la mujer.
Basado en esta teoría, asumo que María Guadalupe fue una proto-promotora del feminismo desde años en los que la mujer debía someterse a la voluntad de la esposa de un dictador, de su CEMA y el manual fallido de cómo debía ser una buena dueña de casa, además del sometimiento de un patriarcado absurdo que le hizo oídos sordos a una energía muy difícil de evitar. El logro de haber librado los intensos cuestionamientos al más mínimo signo de subversión a través de la balada, la ranchera y el tinte predominantemente romántico fue un acierto total. ¿Cuántas de nuestras madres, tías y/o abuelas que hoy tararean sus letras habrán hecho clic con su mensaje? Es difícil saberlo, pero ya es momento de quitarle el velo de la subestimación a esas eternas –y muchas veces tediosas– jornadas de aseo de fin de semana, del sonido de la virutilla y el olor a cera. Lo que se tejió bajo los distintos ritmos con que experimentó la mexicana, probablemente sea lo que definió quienes somos y como vivimos la interacción con nuestras familias.
Esta será la cuarta vez que la artista mexicana nos brinde su talento sobre el escenario de la Quinta Vergara, pero será la primera vez que le tenga que salir a cantar a un certamen tan complejo, no por la aprobación de su público, si no por el contexto en el que se desarrolla. Con una estática muy diferente en el ambiente. Una estática que viene desde esas mujeres que soltaron amarras, que alzaron la voz, que dieron la vuelta al mundo con una coreografía que seguro vio, intentó tararear y quizás imaginó bailar. Su amado México atraviesa por una fuerte crisis de femicidios: en los últimos 5 años han aumentado en un 137%. No sería sorpresa que la viéramos expresarse frente al tema, y no por moda, no. Sino porque mientras tú gateabas, ella encriptó mediante su voz, lo que hoy es norma. “¿Quién te crees que soy? Yo tengo dignidad”.