Pinochetistas con AK-47 y la ideología de la autodefensa
Luego de conocido el tráfico ilegal de fusiles AK-47, la crítica ha estado centrada en la forma en que el gobierno ha tratado el asunto. Esto se ha vuelto más inaceptable tomando en cuenta que quienes están involucrados en estas transacciones son admiradores de Augusto Pinochet. ¿Por qué razón? Simple, porque han intentado por años desligarse de la figura del dictador y aún no encuentran una manera inteligente de hacerlo.
La Moneda parece haber dejado pasar esto y no condenar severamente lo conocido, como sí lo ha hecho con otras situaciones. Por lo mismo, mucha gente ha hablado de la violación del principio de igualdad ante la ley, debido a que no se ha querellado, como sí en otras ocasiones, por la Ley de Seguridad del Estado.
Lo que también llamó la atención en su momento, fue la actitud casi silenciosa del gobierno ante personajes como John Cobin, el desquiciado norteamericano que disparó a diestra y siniestra en Viña del Mar el año pasado. Ahí, al parecer, no había un terrorista ni menos un peligroso enemigo para la sociedad chilena, sino solo un ciudadano que se estaba defendiendo. Y en eso parece importante poner atención sobre lo que podríamos llamar la “ideología de la autodefensa”.
Hoy en día, y tras lo que ha sucedido los últimos meses, esta ideología ha cobrado mayor fuerza en quienes se ven amenazados, aunque no lo estén. Y lo hacen porque cualquier tipo de expresión o manifestación les parece peligrosa o desestabilizadora, o porque derechamente la idea de arriesgar lo material les es más importante que cualquier vida humana. Sin embargo, esta ideología, aunque parece ser motivada como reacción, lo cierto es que es una acción que siempre ha estado contenida, porque parte de la base del eterno miedo al otro y al fantasma de turno que esté merodeando por las cabezas de algunos.
Esto, al parecer, en la derecha aún les parece un gesto no tan criticable como otros; creen que defender lo propio es un principio básico de la sociedad, más que cualquier otro. Es cierto, hay veces en que hay que defender a los suyos y a uno mismo en algunas situaciones delictuales, eso no está en duda, pero el problema de estas acciones desesperadas es que son un relato que va más allá de una acción particular y se transforma en una manera de pensar el mundo constantemente. Y ahí encontramos un problema que pareciera que a algunos les parece natural.
Entonces, ¿por qué el gobierno no tiene la misma vara con un profesor que se salta y rompe torniquetes de un metro y con tipos que trafican armas argumentando la autodefensa? Porque el defenderse, el reaccionar, resulta un valor supremo incluso para quienes parecen ser más liberales en el sector gobernante. Y es que la idea de que van a perder algo, incluso más preciado para ellos que la vida, es un sentimiento que los predispone desde el primer momento, ya que están convencidos-y esto es tal vez lo que más define a la derecha desde a Kast a Evópoli-que las revueltas sociales no son el deseo de que todos puedan aspirar a más, sino de quitarles a algunos para darles a otros. No entienden esto de distribuir, sino que solo saben y entienden el término quitar, sacar provecho de lo que otros tienen, porque, seamos sinceros, así algunos definen el éxito. Y no estamos hablando de que esto lo piensen solamente las personas con grandes fortunas.
Por eso es que este gobierno toma determinaciones según las premisas que vean en las acciones de cada ciudadano o grupo de ciudadanos. Por más que se diga que se quiere recuperar el libre circular público de personas por las calles, lo que parece más relevante en las cabezas gobernantes es la idea de que lo realmente público no existe. Lo único que determina el convivir entre personas, según entienden, es el libre derecho a defenderse del otro.
Este es un problema esencial para toda democracia, ¿por qué? Porque quienes creen estar escudándose de algo, lo que están haciendo realmente es poniendo en práctica tal vez la acción más antidemocrática de todas: tomar en sus manos lo que ellos, según su sesgado punto de vista, consideran que es lo justo no con la sociedad, sino con ellos mismos, con su tranquilidad y con la idea de lo que consideran que es una buena vida.
Es decir, en el gobierno de Chile están tomando decisiones de Estado según la mirada ideológica que ven detrás de acciones. Ellos, lamentablemente, se refieren a un asunto según si entienden o no la acción del otro. Por lo que, claramente, en Palacio comprenden más a un tipo que busca defenderse de ese enemigo terrible que ellos mismos inventaron el 18 de octubre. ¿Cómo era eso de condenar la violencia “venga de donde venga”?