Respuesta a la columna de Eduardo Gudynas sobre la CEPAL
Con relación a la columna titulada “El agotamiento del desarrollo: la confesión de la CEPAL”, firmada por el académico uruguayo Eduardo Gudynas, quisiéramos hacer las siguientes puntualizaciones.
La CEPAL no ha dejado de abogar a lo largo de los últimos cuarenta años por un proceso de transformación de las económicas latinoamericanas y caribeñas, en la que los cambios en la estructura productiva sean aquellos consistentes con los objetivos de igualdad y de protección de los equilibrios del planeta. El último trabajo de CEPAL citado por Gudynas es el “Regionalismo Abierto” de 1994, lo que lleva a pensar que no conoce o no le pareció relevante la literatura cepalina de los últimos veinticinco años. Pensamos que sí es importante conocerla y que sí contiene mensajes relevantes (al contrario de lo que afirma Gudynas) sobre cambio estructural, política industrial e integración regional.
Por ser un período demasiado extenso, nos concentraremos en los mensajes principales de los últimos tres documentos del Periodo de Sesiones. Son documentos institucionales que no solo reflejan la posición de CEPAL sino que, así lo entendemos, son fieles a las mejores tradiciones de su pensamiento. Los mismos reafirman (y extienden en nuevas direcciones) la necesidad de cambiar el estilo de desarrollo, teniendo como eje articulador el concepto de igualdad, para tornarlo no solo socialmente inclusivo (con base en una agenda de derechos), sino también ecológicamente sostenible y económicamente viable.
En Cambio Estructural Para la Igualdad (CEPAL-2012), la transformación de la base productiva se ve como un proceso necesario en el esfuerzo de generar empleos de calidad y abandonar el patrón dependiente de los recursos naturales. Se reafirma (como la CEPAL lo ha hecho siempre) el papel indispensable de la política industrial en ese esfuerzo de transformación: “la sostenibilidad ambiental no puede seguir siendo tema de segundo orden en la agenda del desarrollo. En efecto, es prioritario vincularla con el cambio estructural y un patron de diversificación sectorial que esté en plena sintonía con dicha sostenibilidad (…) Solo un cambio estructural que redefine sectores y tecnología, la propia matriz de producción y el foco de los esfuerzos de investigación (…) permite acelerar el crecimiento sin un daño irreparable al medio ambiente”.
El foco del documento “Pactos Para la Igualdad” del 2014 es proponer nuevos pactos políticos que permitan responder a las demandas que surgen de la desigualdad creciente en la mayoría de los países, la emergencia ambiental y ecológica, y la transformación de la estructura productiva para superar la dependencia de los recursos naturales. La propuesta de un “cambio estructural progresivo” tenía como objetivo, a partir de los avances de la revolución tecnológica de finales del Siglo XX y principios del Siglo XXI, el generar estructuras productivas capaces de proveer los empleos de calidad demandados por economías más igualitarias (en combinación con las políticas sociales), y capaces de reducir las emisiones pro unidad de producto y proteger el medio ambiente para las futuras generaciones.
En las palabras de CEPAL (2014, p.55): “Las evidencias inequívocas respecto de las consecuencias del deterioro ambiental, local y mundial, obligan a otorgar urgencia a la sostenibilidad ambiental y priorizarla en las opciones que los países adopten para transformar la matriz productiva y el perfil de consumo. Dicho de otro modo, lo que la CEPAL ha llamado “cambio estructural” requiere, de manera impostergable, buscar las sinergias entre aumentos de productividad y economía verde, a escala local y mundial (…). Es necesario considerar la protección de ecosistemas críticos y los servicios ambientales que redundan en la calidad de las condiciones de salud, de seguridad alimentaria y de otros aspectos básicos para la seguridad humana y para el bienestar de las personas y las comunidades. América Latina y el Caribe es una región ambientalmente privilegiada debido a su gran acervo relativo de patrimonio natural, biodiversidad y posibilidades de provisión de servicios ambientales. No obstante, sigue acumulando presiones derivadas de antiguos patrones productivos y de ocupación territorial, que se han agudizado como consecuencia del modelo de desarrollo predominante”…
En el mismo documento se afirma que (CEPAL, 2014, p269): “Igualdad social, sostenibilidad ambiental y dinamismo económico con un enfoque innovador no deben estar reñidos entre sí. El gran desafío es encontrar las sinergias entre ellos. La visión estratégica que reúne estos tres ámbitos debe contener tres premisas básicas, a saber: crecer para igualar, igualar para crecer, y crecer e igualar con sostenibilidad ambiental. El estilo de desarrollo prevaleciente en la región muestra una inercia o un “equilibrio” que erosiona las bases de su propia sostenibilidad. La estructura productiva, la infraestructura específica, el paradigma tecnológico dominante —con escasa innovación productiva—, políticas de incentivos económicos y subsidios mal orientados y la matriz de consumo de bienes privados y públicos generan un equilibrio de muy baja sostenibilidad ambiental. Para revertirlo se requiere, sin duda, de políticas de Estado que se construyan sobre la base de amplios pactos sociales, con hojas de ruta claras y una orientación de largo plazo.”
En la “Ineficiencia de la Desigualdad” de 2018 la CEPAL vuelve a abordar la importancia de la igualdad como un valor en sí mismo, pero también como un estímulo a las capacidades, el aprendizaje y la eficiencia de la economía. El tema del medio ambiente no está ajeno a esta discusión, ya que el mismo forma parte de la propia definición de igualdad. En las palabras de CEPAL (2018, p. 42), “La sostenibilidad ambiental puede ser analizada como un problema de justicia intergeneracional que no se reduce a encontrar una apropiada tasa de descuento del consumo presente frente al consumo futuro (…). Abarca también una trayectoria de crecimiento que otorgue a las futuras generaciones el derecho de gozar del mismo nivel de bienestar que las generaciones presentes, derecho que se compromete en la medida en que se destruye el ecosistema. En un contexto en que esa destrucción y el aumento de la temperatura media mundial ocurren a tasas más altas que lo esperado (…), el imperativo de la igualdad intergeneracional es impostergable.”
La CEPAL ha enviado un mensaje claro sobre qué caminos deben seguir, y ese mensaje se ha profundizado a lo largo de los años. Las ideas se revisan y se actualizan, pero su núcleo (construido en torno a los principios éticos que son inherentes al propio concepto de desarrollo, y que incluyen la igualdad y el respeto a la naturaleza) permanece intacto. Esa es la vitalidad de CEPAL y es por eso que es una voz que permanece. Muchas veces es una voz solitaria. Nos alegra ver que muchas de los problemas sobre los que tempranamente alertamos (los efectos negativos de la desigualdad, los riesgos planetarios de la destrucción del ambiente) hoy ya hacen parte del debate global y lo discuten, inclusive, actores que eran fuertemente críticos de la CEPAL.
La voz de CEPAL muchas veces no se escucha (como parece no haberla escuchado Gudynas). Otras veces se escucha pero la economía política y la dinámica institucional de nuestros países no permite que las ideas cristalicen en políticas. Y a veces sí se escucha y las políticas se adoptan con eficacia, como resultado de un esfuerzo conjunto en que la CEPAL aporta la riqueza de su tradición y su disposición para discutir constructivamente los caminos del desarrollo. No hay una confesión de CEPAL; sí existe la constatación de que aún hay una enorme tarea por cumplir, y de que debemos redoblar los esfuerzos para difundir, discutir y aplicar nuestras ideas en un continente en transformación.