No es bueno para la democracia que Luksic intervenga en temas de seguridad nacional
En estos casi tres meses de estallido social el gran lugar común ha sido el que repiten quienes nos emplazan a condenar la violencia “venga de donde venga”. Antes de empezar cualquier conversación, sectores de derecha nos preguntan si es que reprochamos o no todo acto violento, casi como si al no responder de manera inmediata estuviéramos validando la delincuencia y la quema de locales. Es un chantaje moral bastante efectivo si es que, a la rápida, asentimos en que hay “dos violencias” y no una sola.
Por eso es bueno preguntarse, ¿son dos violencias las que hemos visto? ¿Se puede separar la de las calles de la que ejerce un mercado depredador y un Estado que solo actúa para intervenir marchas? Lo cierto es que no. Toda es producida por el relato político e ideológico en el que nos movemos. Por más que algunos quieran equiparar y poner en nuestras cabezas dos formas de ser violentos, estas no son más que expresiones de un mismo problema y vienen de un mismo lugar: desde arriba. Unos actos como acción y otros como reacción.
Sí, porque por más que algunos busquen células marxistas en los saqueos de locales, lo cierto es que intentan echarle la culpa al resto de lo que ellos mismos han creado. La explosión en todo ámbito, desde el 18 de octubre, no ha sido más que una forma de soltarse de los amarres de ciertas lógicas con las herramientas que se tienen a mano; unos manifestándose pacíficamente, mientras otros lo hacían de manera violenta. Pero también están los que solo repitieron lo que les enseñaron siempre: aprovechar, tomar la oportunidad y servirse de lo sucedido para finalmente lograr objetivos transitorios. No hay que olvidar que, tras años de despolitización y construcción de un sujeto totalmente desconectado de su presente, su pasado y su futuro, hay ciudadanos que solo viven el momento.
Pero esto cierta elite no quiere preguntárselo ni verlo. Si quienes están en La Moneda buscaran realmente la razón por la que todo el desastre que vemos es imparable, lo cierto es que encontrarán algo que no le gustará. Y lo saben. Por lo que prefieren mandar a hacer informes en los que lo evidente se esconda para que así aparezcan organizaciones malvadas que quieren romper el orden político institucional de Chile.
Sin ir más lejos, en este gobierno se sirvieron de un informe “Big Data”, que luego negó, para reafirmar su paranoia. Es decir, mandaron a hacer un documento que no les refutara nada de lo que sospechaban en los pasillos del Ejecutivo y que le diera la razón al discurso de Sebastián Piñera y a la obsesión ideológica de su principal asesor, Cristián Larroulet.
¿Quién habría hecho este informe? Por lo que se conoce últimamente habría sido Rodrigo Hinzpeter, exministro del Interior del primer gobierno de Piñera y actual funcionario del grupo Quiñenco de la familia Luksic, quien contactó a la administración Piñera con una empresa que, al parecer, lo hizo. Es decir, el gran capital habría sugerido a La Moneda un método para identificar a esa espantosa e imaginaria organización terrorista que asalta sus cabezas desde fines del año pasado.
Esto, aunque suene exagerado, es bastante preocupante. ¿Por qué? Porque, si es efectivo que la empresa recomendada por Luksic hizo el informe, tendríamos a un Ministerio de Interior funcionando según lo que ciertos grupos económicos le recomiendan; o sea, a un Estado recibiendo opinión interesada de parte de los dueños del gran capital para buscar a un enemigo común, lo que siempre parece bueno investigar más allá, ya que el compadrazgo entre quienes representan lo público y los propietarios de lo privado es una de las tantas cosas que tiene a Chile así.
Por más que algunos no lo comprendan, bajo ninguna circunstancia es positivo que los privados intervengan en cuestiones de seguridad nacional porque se terminan confundiendo los intereses económicos e ideológicos de los patrones con los del país. Y de ahí nunca saldrá una respuesta sensata, sino malas y tristes caricaturas de la sociedad chilena como el famoso informe en cuestión.