Winter on Fire, el documental que inspira a la primera línea

Winter on Fire, el documental que inspira a la primera línea

Por: Elisa Montesinos | 10.01.2020
Algunas de las escenas del documental Winter on Fire, del director Evgeny Afineevsky, se parecen a la revolución chilena que comenzó el 18 de octubre. Reconozco los mismos escudos fabricados con letreros callejeros, los mismos mártires de la primera línea, la maquinaria de muerte de la policía y sus armamentos de plomo disparados directo a los ojos de los manifestantes y miembros de la Cruz Roja, la policía incendiando edificios, las tiránicas leyes del gobierno que intentaban criminalizar a los manifestantes pacíficos.

Las protestas 2013 y 2014 en Kiev, capital de Ucrania, que expulsaron del poder al presidente de Viktor F. Yanukovich, las miles de personas que se reunieron en una plaza de la ciudad convocados por redes sociales y se negaron a retirarse a pesar de la violencia estatal y el frío y la nieve se han convertido en inspiración para los manifestantes chilenos. De alguna manera, este documental está insuflando el espíritu de la primera línea, como si fuera un modelo a seguir para organizarse y defenderse de los ataques.

Winter on Fire captura el idealismo y la rebelión de los ucranianos que se reunieron en la Plaza Maidan para protestar por la medida de Yanukovich de alejarse de la Unión Europea y optar por una relación estrecha con Rusia. La película muestra los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía y la instalación del campamento permanente en la plaza. La mayor parte de lo que ves son testimonios de los manifestantes. Las cámaras están al lado de ellos y logran transmitir la brutalidad de la represión policial contra ellos.

Tras todo este horror, los ucranianos sumaron nuevas demandas: el derecho a manifestare, la libertad de expresión en el espacio público y el respeto a los derechos humanos. En ese sentido, la rebelión en Maidan se parece a la de Plaza de la Dignidad.

Winter on Fire es un panfleto audiovisual en apoyo de la resistencia ucraniana a la dominación rusa y narra desde la primera línea historias de heroísmo y muerte. También enseña a hacer una molotov. 

Los levantamientos masivos de los últimos años han arrojado resultados decepcionantes y, a veces, desastrosos. Es el caso de la revolución de Maidan. Las protestas fueron iniciadas por jóvenes, estudiantes y universitarios, sin embargo, posteriormente se subieron al carro de la victoria grupos de derecha que intentaron usar la causa a su favor. En 2014, las elecciones presidenciales de Ucrania dieron la victoria a Petró Poroshenko, un empresario millonario cuyo gobierno se caracterizó por escándalos financieros y corrupción.

Kiev fue un anticipo. Hoy la rebelión contra las elites es global. Los manifestantes en Hong Kong, Beirut, Ramala, Argel, Damasco, La Paz, Bogotá, Quito, Barcelona, París y Santiago tienen en común sus demandas de mayor dignidad. Los pueblos salen a la calle a demostrar que tienen el poder. Todas estas batallas, en realidad, son una sola. Todas estas causas que aparentemente son diferentes y estaban separadas parecen hoy estar conectadas y unidas por las exigencias de dignidad. En las calles, se escucha que todas las instituciones que nos someten caerán, se destruirán, y que, con el tiempo, todo caerá y, por fin, nos sentiremos dignos y completos.

Aunque con diferencias, como ocurrió en Maidan desde el 18 de octubre los chilenos hemos repletado la Plaza de la Dignidad, rebautizada popularmente así para reemplazar a la ex Plaza Italia o Baquedano. 

El nuevo Chile implica un nuevo trato, una manera de relacionarnos más democrática, una nueva identidad, una cultura igualitaria donde nos apropiemos de los espacios públicos. Como símbolo, la ciudadanía ha impulsado el cambio de nombre definitivo de Plaza Italia por Plaza de la Dignidad en homenaje al estallido social. Es necesario este cambio de nombre, es necesario un hito para que cuando pasemos por ese referente cívico recordemos las injusticias y desigualdades sociales que todavía no se solucionan.

Las violaciones sistemáticas a los derechos humanos de los manifestantes no pueden quedar en el olvido y en la impunidad y deben ser investigadas hasta llegar a la verdad, la justicia y la reparación. La nueva Constitución debe sostenerse en el respeto de los derechos humanos y obviamente en el fin de los abusos y en el respeto de los derechos sociales de todos los chilenos.

En homenaje al pueblo mapuche, se instalaron esculturas de madera en la plaza. Incluso nació el impulso ciudadano de derribar las estatuas de militares como Baquedano y de conquistadores españoles en Valdivia, Temuco, Concepción y en la Plaza de Armas de Santiago. Esos nombres y estatuas demuestran el colonialismo que afecta a la sociedad chilena, esos símbolos naturalizados en nuestra cotidianidad comprueban que tenemos la colonialidad integrada y arraigada. Para entender ese mal que nos habita, tenemos que deshacernos de esos símbolos y descolonizarnos. Todo suma, todo aporta para construir el nuevo Chile que emergió ese histórico 18 de octubre de 2019 en Plaza de la Dignidad. 

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