'En todas las esquinas': 30 años de la canción definitiva de Congreso
Sin abandonar los rasgos estéticos incorporados en su fructífera etapa 1981-1983, ni la pulsión compositiva entre el equilibrio de la música popular masiva y la dinámica progresiva y experimental, Congreso encontró un sustrato sólido en su formación, entre integrantes consolidados como los hermanos González, jóvenes incorporaciones como el tecladista Jaime Vivanco y el bajista Jorge Campos y el regreso definitivo del icónico vocalista Pancho Sazo. "Estoy que me Muero…" (1986) y "Gira al Sur" (1988) encarnan el ánimo de una banda que comenzó a sonar rejuvenecida y que recupera su vocación cancionística y de arraigo popular luego de eclécticos ejercicios discográficos, esta vez, fundada en una amalgama estética que bebe de tradiciones tan diversas como el rock, el pop, el folclore, el jazz y la música docta. Ese Congreso llega a fines de los 80 y compone el álbum más exitoso de su carrera: "Para los Arqueólogos del Futuro", lanzado en octubre de 1989.
Un año antes, el 5 de octubre de 1988, la ciudadanía se levantó para votar en el histórico plebiscito que definía tanto la continuidad de Pinochet, como el destino próximo de la nación. Los chilenos habilitados para sufragar decidieron que el dictador debía abandonar el poder en elecciones libres a celebrarse el próximo año. “Cuando ganó el plebiscito hubo como tres días que nadie gobernaba este país y las masas desfilábamos por la Alameda con banderas rojas”, recuerdaPancho Sazo en el libro biográfico del grupo Los Elementos, de Rodrigo Pincheira.
Pero a fines de la década, no solamente en Chile se vivían procesos políticos que llamaban la atención de las potencias occidentales. La dictadura de Joseph Désiré Mobutu en el Congo tras derrocar a Patrice Lumumba, la guerra civil etíope y el consecuente conflicto entre Etiopía y Somalia, la guerra civil de Angola que sumó más de cuatro millones de refugiados y un millón y medio de muertos, la guerra de independencia de Argelia que los enfrentó a Francia, el apartheid sudafricano con la figura omnipresente de Nelson Mandela, la hambruna en Etiopia y Somalia y los problemas medioambientales como la caza ilegal, la sobreexplotación de los recursos naturales, la sequía y el Sida. África, como nunca antes en la historia, había pasado a la primera plana de los periódicos alrededor del mundo. Esto tuvo su propio capítulo en la historia de la música pop.
Si bien el single ‘We are the world’ –que reunió a una decena de las máximas estrellas de la música pop global– y el festival Live Aid de 1985 fueron los hitos más reconocibles de la relación entre la industria musical y la problemática humanitaria del territorio africano subsahariano, el concepto de África –como un elemento estético y sonoro– fue recogido bajo un prisma artístico por consagrados rockeros a mediados de los ochenta. Peter Gabriel en sus discos "IV" (1982) y "Passion" (1989) y Paul Simon en "Graceland" (1986), se convierten en referentes occidentales de un concepto que, en términos industriales, iba a ser conocido como World Music. El discurso de África como un actor relevante y al cual prestar atención se ha instalado en el mundo, en términos políticos, humanitarios y artísticos.
En Chile, fiel al estilo que hizo de Congreso un portavoz generacional astuto en tiempos de censura y represión, en el apremiante contexto chileno de 1989, el grupo lanza el primer single del que se transformaría en su disco más exitoso. Los primeros segundos de ‘El trapecista’ anunciaban una vocación rítmica tropical que rápidamente lo llevó a gozar una merecida rotación radial, repitiendo la fórmula probada con éxito en "Estoy que me Muero…", de canciones breves y cercanas al gusto del público transversal. Pero será el segundo single de su disco "Para los Arqueólogos del Futuro" el que crecerá tímidamente hasta transformarse en uno de los himnos del proceso final de recuperación de la democracia y una de las canciones más queridas de su repertorio: ‘En todas las esquinas’.
Con la dictadura a meses de terminar y con visiones llegando a diario de las penurias del continente africano, la idea del fin del mundo como lo conocíamos –para bien o para mal– parecía lógica y aceptable. Jorge Campos señaló en la revista El Carrete que “en casi todos los trabajos de Congreso existe un hilo conductor, en términos conceptuales (...) en este caso está el testimonio que podemos dejar”. Un testimonio sobre un mundo ad portas de desaparecer, en donde no existen certezas, más que la valoración del amor y la libertad como motores de la humanidad.
“Yaka / Mpo Ya Bonsomi / Nakoganga Bisika Binso / Ezala Bonsomi” son las primeras líneas de la canción. Un canto multicultural, democrático y transversal, que deja entrever lúdicos timbres de teclados, bajos robustos, saxos enérgicos y un cierre de batería tribal que parece evocar un ritual subsahariano, con Sazo cantando en lingala en un estilo que cruza desde lo mántrico a la declamación política. Música del mundo, pero para el mundo libre –literalmente, para todas las esquinas del planeta–, contra todos los tiranos en la humanidad. “Si alguien nos va a decir algo, le estábamos cantando a África”, recordaba Tilo González en la biografía de Congreso.
La experiencia de la resistencia cultural en los primeros años de la dictadura y sus estudios de post título en filosofía, nutrieron a Pancho Sazo de un sustrato discursivo con pocas comparaciones en el medio musical chileno. En entrevista para revista Apsi en 1989, señalaba que “hay tres cosas fundamentales que me interesan en los textos: la idea de darle material a la gente para que escuche y recree sus propias cosas; la idea de componer en torno al amor, la muerte, la soledad, ojalá la solidaridad; y la idea de no teñir mucho esas letras”, manifestando un oficio reflexivo al momento de componer. Por esta razón, no es extraño vislumbrar que en sus textos siempre existe una intención que esta está abierta a la total (re)interpretación.
El disco "Para los Arqueólogos del Futuro" vendió 15.000 copias, convirtiéndose en el disco más exitoso en la carrera de Congreso. No es casual que, a pesar de haber transcurrido casi 30 años, la banda aun mantenga los aspectos estéticos que hicieron de este su disco más reconocido.