La TV y el estallido social: Y la culpa si es nuestra

La TV y el estallido social: Y la culpa si es nuestra

Por: Jaime Coloma | 01.12.2019
La televisión y los medios están en crisis, pero lo están porque son/somos cómplices activos de éste caos, porque no cambian/cambiamos, porque no quieren cambiar, porque quedó en evidencia que a un auspiciador no le interesa el alcance del medio para potenciar sus productos sino que le importa asociarse a un cierto relato y desde ahí definir una editorial, porque el que paga manda, así ese mandato sea injusto, impositivo y coercitivo; quedo en evidencia el no saber hacer contenidos más que los que se reflejan en el rating on-line supeditándolos entonces a una brutal sequía creativa donde en realidad lo que importa es quien domina el control remoto y perdiendo así la posibilidad de cumplir con el rol social que tiene; en definitiva quedamos al debe y ahora tenemos que rearmarnos.

A raíz dela performance ampliamente reproducida del colectivo #LasTesis me puse a pensar cuanto nos falta asumir responsabilidades, sobre todo de parte de los medios de comunicación más emblemáticos y difundidos de nuestro país, como es la televisión, semillero de artistas, comunicadores y nuestro pequeño “Star System”.

Efectivamente la televisión es y ha sido parte del problema en el que los ejes que conforman institucionalmente nuestra sociedad se ven cuestionados. Gobierno, empresarios y medios hemos sido cómplices de la rabia y desolación en la que un gran número de compatriotas sienten que están.

Vamos por parte haciendo algo de historia. Durante años los medios de comunicación de masas – publicidad mediante -  y el cine en tanto industria cultural han servido como elementos propagandísticos para fortalecer y establecer ciertos ejes de pensamiento, cánones, estéticos y relatos que conforman la sociedad que nos ha ido acogiendo en las distintas épocas en las que se han desarrollado.  Es así como los nazis la ocuparon ampliamente durante las décadas en que gobernaron y los Estados Unidos de Norteamérica lo hizo con el cine adentrada la década del 20 hasta nuestros días  promoviendo su, hoy día, decadente imperio. En Chile Pinochet hizo lo propio estableciendo una televisión frívola y superficial en sus contenidos acorde a la necesidad de adormecer a una sociedad dañada y desconcertada a partir del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Demás está decir que la cultura del espectáculo, ampliamente descrita por varios autores, fortalece el modelo neoliberal impuesto en nuestro país por los “Chicago (Pinochet) boys”.

Es así como nuestro medio de comunicación estrella, plataforma de sueños y posibilidades de movilidad social se transformó en lo que hoy día lo tiene entre las cuerdas, angustiado y corriendo en círculos.

Sigamos. Durante la dictadura cívico militar se comenzó a perpetuar la cultura de la violación, la fuerte objetualización del cuerpo femenino, el no respeto otras formas de ser y hacer una construcción de género acorde a las características individuales y un relato fuertemente consumista poniendo énfasis en que la verdadera libertad era aquella que te permitía consumir a destajo, estableciendo de soslayo el que la pobreza se superaba en tanto tenías objetos, aunque fuera empobreciéndote más a punta de créditos y sobreendeudamiento. Esto se arraigó en nuestras mentes durante 17 años donde además cualquier otra forma disidente  debía hacerse silenciosa y clandestinamente.

Se termina la dictadura y pasamos a la transición, la alegría llegó y los medios nos hicieron creer que así era. Sin embargo la trampa comunicacional ahí fue otra ya que la alegría en realidad significaba la salida de Augusto Pinochet como gobernante pero no la de sus secuaces que, en definitiva, habían establecido, construido y triunfado respecto al modelo imperante. Para ponerlo en perspectiva es como si durante la segunda guerra mundial la Alemania Nazi saca de la nomenclatura a Hitler pero sigue matando judíos, comunistas y niños, niñas y adolescentes con síndrome de down como lo hizo durante su régimen. La cultura del espectáculo, vía impacto estético, había triunfado y no nos dimos cuenta. Salió entonces de la ecuación el dictador, forma, pero se quedó todo el modelo económico y socio cultural, fondo.

Nos enfrentamos entonces a noticiarios que más parecen publi-reportajes donde el fútbol, como opio no como deporte reinaba y las ofertas de equis producto estaban a la orden del día. Rostros creíbles y líderes de opinión vendiendo tarjetas de crédito, ofertas a destajo y fantasía aspiracional mientras se mermaba la educación, la salud, las pensiones y por debajo se construía otra sociedad distinta, endeudada, rabiosa, triste y con una fuerte necesidad de evadir. Pero los medios estaban felices, ahora sus rostros se parecían a los de Hollywood, mostraban sus ganancias, ropas, viajes y casas millonarias. Eran lindos, delgados, deportistas, bien vestidos y frívolos, muy pero muy frívolos, porque para que mostrar la realidad si es fea y la gente quiere entretenerse y no pensar. Nosotros estamos para entretener, cantar, bailar y reírnos a destajo. Sin embargo la realidad tarde o temprano se impone. Mientras veíamos a reinas de belleza y modelos transformarse en líderes de opinión mediáticos habían otras mujeres que construían otras realidades en otras plataformas, mientras nos solazábamos con los galanes de turno comentando y vanagloriándose de sus conquistas, habían otros que se deconstruían y entendían la importancia de la equidad y el respeto. Como todo cambio fue lento, imperceptible para aquellos glotones que se palmeteaban la espalda pensando en lo bien que lo hacían, no vieron venir la revolución digital, no entendieron las nuevas plataformas y relatos que se estaban desarrollando. Algunos incluso trataron de ocuparlas para seguir perpetuando el modelo, otros aún hoy las denostan y creen que esto es pasajero añorando una normalidad que es imposible recuperar porque, justamente, estaba en cuestión,  ahogaba y mataba, literalmente.

Hoy la televisión no entiende, no sabe. Sigue cómplice de lo único que sabe hacer, entretener sin mayor contenido ni juicio crítico. Establece su mirada perpleja ante lo que pasa y vuelve a poner el foco en lo que impacta, sigue trayendo a los mismos, quizás caras nuevas pero con los mismos discursos. Recuerdo hace un tiempo un productor ejecutivo me dijo que quería refrescar la pantalla trayendo gente joven y mi respuesta fue que por qué mejor no refrescaba la pantalla trayendo relatos nuevos, independiente de la edad de quien lo ejerciera. Por supuesto no me hizo caso, la consigna seguía siendo forma, no fondo y, su propuesta hoy, donde las audiencias despertaron, fracasó.

La televisión y los medios están en crisis, pero lo están porque son/somos cómplices activos de éste caos, porque no cambian/cambiamos, porque no quieren cambiar, porque quedó en evidencia que a un auspiciador no le interesa el alcance del medio para potenciar sus productos sino que le importa asociarse a un cierto relato y desde ahí definir una editorial, porque el que paga manda, así ese mandato sea injusto, impositivo y coercitivo; quedo en evidencia el no saber hacer contenidos más que los que se reflejan en el rating on-line supeditándolos entonces a una brutal sequía creativa donde en realidad lo que importa es quien domina el control remoto y perdiendo así la posibilidad de cumplir con el rol social que tiene; en definitiva quedamos al debe y ahora tenemos que rearmarnos.

¿Cuál es la solución? Imagino que trabajar a conciencia, establecer contenidos, algunos lo tratan de hacer y lo logran, entender que lo que importa es el mensaje, que el mundo cambió y afortunadamente Chile es parte de él, que esto es un cambio de paradigma, que la libertad de expresión no se aplica a discursos de odio ni a aquellos que denostan a alguien porque no gusta, menos a los que tergiversan la historia y construyen mentiras como verdades, que los medios no son objetivos a menos que sólo se muestren hechos de manera automática sin mediar expresiones ni nada por el estilo, que se transparente y se pida perdón. Que se entienda cual es el foco a la hora de mostrar algo y por sobre todo entender que la cultura y la profundidad son fundamentales para construir una sociedad más moderna y no se contraponen a lineamientos editoriales diversos.

Como decía Albert Einstein: “si quieres resultados distintos no pueden seguir haciendo lo mismo”. Más aún si lo que hacías evidencia un rotundo fracaso y desconexión con la realidad actual.