Como en el 2003, Argentina vuelve elegir presidente ante escenario de extrema desigualdad
En este domingo (27/10), las argentinas y argentinos irán a las urnas una vez más, en lo que será la primera vuelta de las elecciones presidenciales en su país.
Si todas las encuestas publicadas desde septiembre estuvieren correctas, la votación de hoy terminará con un candidato electo, sin necesidad de una segunda vuelta: el peronista Alberto Fernández aparece con más de 50% en casi todas las decenas de mediciones, e incluso en las que aparece con un poco menos (su menor índice es de 48,5%), su ventaja sobre Mauricio Macri siempre es de más de 15%. Recordando que las reglas electorales en la Argentina permiten que un candidato sea elegido aún en primera vuelta si supera los 40% de los votos, desde que su ventaja sobre el segundo colocado sea de al menos un 10%. Si superar os 50%, estaría electo independiente de la ventaja que imponga a los demás.
Esa enorme desventaja macrista, que lo obliga realizar un verdadero milagro para poder obtener su reelección, tiene que ver con el escenario económico y social que su gobierno produjo, especialmente en los últimos dos años.
Según el Instituto Nacional de Datos, Estadísticas y Censos (INDEC) de Argentina, la inflación en los últimos 12 meses acumuló un 53,5%, siendo 37,7% en los nueve meses de este año. Los aumentos en las tarifas de energía y en los servicios básicos ayudan mucho a desencadenar la onda inflacionaria: desde 2016, en los primeros meses del gobierno macrista, las tarifas de luz han aumentado un 1491%, las de agua un 1031% y las del gas un 2057%, además de las tarifas del transporte público, que tuvieron un alza de 377%, también segundo el INDEC.
Por otra parte, el desempleo en el país se ha mantenido por encima de los dos dígitos desde febrero de 2018, quedando en un 12% en el final de agosto pasado. Eso sin contar los efectos de la precarización, que hace con que muchas personas que tienen empleo sigan siendo consideradas pobres.
Todos los números arriba colaboran para un empeoramiento importante en la condición de vida de los ciudadanos. Aún segundo el INDEC, la pobreza en la Argentina afecta cerca de 35,2% de la población (ocho puntos más que el mismo índice al final del gobierno de Cristina Kirchner, que era de cerca de 27,3%). Eso significa al menos 16 millones de personas, siendo que 3,4 millones estarían también en situación de indigencia.
Algunos centros de estudios también apuntan números igualmente preocupantes. Según un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina, realizado solamente en la región que incluye la capital Buenos Aires y su región metropolitana, la cantidad de personas que viven en la extrema pobreza es de más de 37%. La entidad, que está ligada a la Universidad Católica Argentina (UCA), también destaca otro número importante, que es el de niños y adolescentes que viven en situación de inseguridad alimentaria: también considerando la llamada Gran Buenos Aires, se estima que 32% de los menores de edad enfrentan problemas para tener acceso a agua potable, un igual porcentaje mantiene una alimentación que no incluye los nutrientes necesarios para o su desarrollo, y un 44% carecen de cualquier tipo de asistencia para tener una alimentación mejor.
Para Juan Guahán, analista político del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), existe una pequeña victoria macrista en el hecho de que “pese a todas las dificultades que el macrismo impuso a la realidad económica de la mayoría de los argentinos, el presidente logró mantenerse en el cargo hasta ahora, y probablemente llegará hasta el final de su mandato, mientras que otros en escenarios igualmente desfavorable hayan renunciado antes, como Raúl Alfonsín (en 1989) y Fernando de la Rúa (en 2001)”.
Para el analista, una posible victoria del peronismo por amplia diferencia de votos no cambia el hecho de que el próximo gobierno deberá considerar el apoyo que el actual ha conseguido mantener. “Macri seguramente reunirá más de 30%, algunos comentaristas aliados creen que puede forzar una segunda vuelta, aunque parezca muy difícil, pero el simple hecho de mantener un tercio del electorado pese al desastroso resultado económico que ha tenido es muy importante. Por ejemplo, tras la crisis de 2001, De la Rúa y todos los políticos ligados a su gobierno tuvieron sus carreras políticas terminadas, y no parece que lo mismo sucederá con el macrismo”.
Guahán no es el único que hizo comparaciones entre el actual escenario de crisis económica y otras que el país vivió en su pasado reciente, y especialmente aquel que se vivió en el 2001, que quedó marcado por el llamado “corralito” (congelamiento parcial de los valores depositados en cuentas bancarias a través de un límite diario para retirada de fondos).
Las analogías entre la crisis actual y la del 2001 encuentra algunas similitudes y diferencias interesantes. A pesar de no adoptar un “corralito” a las cuentas bancarias, Macri sí vienen estudiando medidas para restricción a la compra de dólares, medida que también fue imposta por el gobierno de Cristina Kirchner en sus últimos años, y que contradicen su promesa de campaña en 2015, de que su gestión sería marcada por una total libertad en la política cambiaria.
Tal situación merece un contexto histórico. En los últimos años del siglo pasado, aún durante el gobierno de Carlos Menem, la Argentina adoptó un modelo que el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo llamaba de “convertibilidad”. Se trataba de una política que forzaba una relación de igualdad de valor entre el dólar y el peso argentino, es decir, un dólar siempre valía un peso, sin importar los altibajos económicos que pudiesen influir en el cambio. Muchos analistas apuntan a ese como el gran error de la política argentina en aquellos años.
Pero también hay otras diferencias: durante el año de 2001, el último de la gestión de Fernando de la Rúa, el Banco Central registró una pérdida de 22 mil millones de dólares en reservas internacionales, usadas en medidas para tratar de frenar la crisis. Sin embargo, logró terminar aquel año aún con 15 mil millones. El actual gobierno tiene números mejores en ese sentido, ya que las reservas argentinas ahora son de 64 mil millones de dólares, mayor incluso que al final del gobierno de Cristina Kirchner, que dejó 29 mil millones.
Pero esa diferencia positiva observada en la cifra anterior cae por tierra cuando la comparación se da en términos de deuda: el próximo presidente – o el propio Mauricio Macri, caso logre su reelección – tendrá que negociar con el Fondo Monetario Internacional la agenda de pagos de la mayor deuda que un país ha tenido con esa entidad financiera, un total de 57 mil millones de dólares. Cuando asumió en 2003, Néstor Kirchner tuvo que lidiar con una deuda externa aún mayor que esa, de 144 mil millones de dólares, aunque hay que considerar que ese valor corresponde a la acumulación de deudas dejadas por diferentes gobiernos, durante la segunda mitad del Siglo XX, mientras la actual fue generada solamente por un gobierno, que ha tenido solamente cuatro años.
En términos de inflación y desempleo, situaciones diferentes. En 2019, el índice de inflación ya acumula un 37,7%, y todos los analistas aseguran que superará los 50%, y que podría acercarse a los 60% hasta el final del año. Situación muy diferente del cuadro de 1,1% de deflación (que está lejos de ser algo mejor que la inflación) que había en 2001, y que fue uno de los efectos de la política de “convertibilidad” defendida por el ministro Domingo Cavallo. En el caso del desempleo, los 12% registrados en esa recta final de Macri son un poco mejores que los 18% del inicio de 2002, tras la renuncia de Fernando de la Rúa, aunque siguen siendo un gran problema.
Finalmente, con relación a la pobreza, los números son casi idénticos. Los 35,2% actuales son porcentualmente iguales a los 35,9% de 18 años atrás – con la diferencia de que aquellos 35% de otrora correspondían a cerca de 12 millones de personas, mientras los de ahora son más de 16 millones. Durante la era kirchnerista, esa cifra tuvo su nivel más bajo en 2008, con un 15,8%, pero volvió a subir y terminó en 27,3% al final del segundo mandato de Cristina.
Ninguno de esos números estará en la cabeza de las argentinas y los argentinos a la hora de votar, pero la realidad que ellos reflejan en la sociedad es lo que hará con que las personas decidan, y es lo que va a elegir a la persona que será elegida para tratar de cambiar toda esa situación, y llevar a la Argentina a una recuperación igual o aún mejor que la observada durante la década pasada.