Una feria del libro democrática: Por qué FIL Zócalo no se compara a FILSA
Hace pocos días fui por primera vez a la Feria Internacional del Libro de Ciudad de México (FIL Zócalo) que se realiza en lo que sería para nosotros la Plaza de Armas. Con la diferencia que en el Zócalo no hay árboles ni bancos para sentarse: no me imagino descansando allí. Creo que la explicación es que se realizan muchas actividades: concentraciones, festivales de música, otras ferias, etc. Pareciera que es una mezcla entre Plaza de Armas, Plaza Italia y Estación Mapocho, en su función. El Zócalo reúne el Palacio Nacional, La Catedral de Ciudad de México, que se encuentra arriba de dos pirámides y se construyó destruyendo el Templo Mayor: una pirámide ampliada en el tiempo. Pues bien, en esta gran plaza cobra vida la Feria Internacional del Libro. Inevitable fue comparar la dinámica de la FIL Zócalo y su bibliodiversidad, al recorrerla, con la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA), en la Estación Mapocho. Quisiera manifestar algunas impresiones.
Lo primero que me llamó la atención fue la gratuidad del evento y la disposición del espacio. No hay una entrada que pagar, por lo cual la cantidad de gente circulando es impresionante (de todas maneras, el Zócalo es un lugar muy transitado). Además, como es gratuita y no hay entradas que cortar, eso conlleva la ausencia de accesos que controlar; por tanto, se puede ingresar desde cualquier esquina o salida de estación de metro. Este punto me resulta significativamente positivo, pues si no hay accesos delimitados, no hay algunos estands favorecidos indirectamente por su ubicación respecto de la entrada, lo que sucede en FILSA y otras ferias. Esta misma apertura se transforma también en un desafío en términos de seguridad del material de los expositores, pues desarmar y guardar todos los libros día por día no es una posibilidad.
[caption id="attachment_317349" align="alignnone" width="4128"] Foto: Eduardo Farías[/caption]
Lo segundo que me llamó la atención positivamente en relación a la disposición espacial fue que la infraestructura de la FIL Zócalo no da para que grandes grupos editoriales o editoriales grandes o distribuidoras puedan usar infraestructura propia que promueva un marketing desmedido como sucede en FILSA. Entrar a Grupo Editorial Planeta, Random House, Fondo de Cultura Económica, Siglo XXI significa solamente ingresar a un estand más grande, pues por la infraestructura solo se da el uso de exhibidores. Por tanto, debajo de cada carpa que alberga los estands, la notoriedad de grandes empresas solo es posible de advertir por la cantidad de espacio contratado en la FIL Zócalo. Lo negativo es que el uso de carpas no permite escapar del sol por momentos, por tanto la visita, para las personas que no gustan tanto del calor como yo, se hace incómoda. Se nota el resguardo de los asistentes por el uso de botellas de agua, gorros, sombreros, lentes de sol. Además, no hay baños, lo cual perjudica la visita que uno pueda realizar en la feria. Sin embargo, hallar un baño en Ciudad de México no es difícil.
En términos de bibliodiversidad, la FIL Zócalo muestra un panorama editorial mayor al que muestra FILSA. Si bien, en FIL Zócalo podemos encontrar desde distribuidoras y librerías, editoriales infantiles, estands de productos culturales accesorios como puzzles 3D, estands de apoyo escolar y de cómics, tal como sucede en FILSA, también podemos toparnos con una muestra de la edición independiente mexicana. Me es imposible nombrar todo, por tanto quisiera dar cuenta de lo que me cautivó por diseño editorial, por catálogo o por otras razones: Textofilia Ediciones, Petra Ediciones, Editorial Almadia, Trajin Literario, Mantra Ediciones, Libros del Zorro Rojo, Plétora Editorial, Micielo Ediciones, Cuadrivio, Proyecto Literal, Simiente, La Tinta del Silencio, Lunaria Ediciones, Nostromo Ediciones, Editorial Matadero.
[caption id="attachment_317350" align="alignnone" width="4128"] Foto: Eduardo Farías[/caption]
La presencia de proyectos más alternativos también es un factor positivo en la bibliodiversidad exhibida, así editoriales anarquistas, editoriales cartoneras, editoriales de libro objeto, editoriales con catálogo gótico podían tener la posibilidad de mostrar sus publicaciones. Así, para mí, encontrar literatura ácrata y gótica fue una grata sorpresa. Específicamente, por el lado ácrata encontré: Banderas Negras, Ediciones Antorcha, Protesta, Redez, Textual Editorial; y por el otro extremo: el estand de Mario Cruz (un autor-editor), y las editoriales Sangre y Cenizas, Criptomórfica, Vodevil Ediciones, Editorial la Sangre de las Musas. Sin duda, FILSA no presenta ese nivel de bibliodiversidad; en el caso de la escena ácrata, su situación de ilegalidad económica hace que no puedan acceder a un estand, por ejemplo.
Por último, la representación chilena no está ausente, pese a que no es parte del circuito de ProChile, por tanto no hay un estand de la edición chilena. Me fue posible encontrar, por una parte, el catálogo de Cinosargo que se encontraba en el estand de Mantra Ediciones; también allí están los libros de Los Perros Románticos, cuyo editor y poeta, Emersson Pérez, anda de gira por México, con el poeta Octavio Gallardo. También fue una sorpresa encontrar un libro de Edicola Ediciones y dos de Hueders, acompañados por catálogos de editoriales argentinas como Tinta y Limón, Documenta/Escénicas, Traficante de Sueños, entre otras. Ir a FIL Zócalo fue toda una experiencia, que no solo se reduce a mi pasión por la búsqueda de libros y editoriales; también pude mirar a una parte de un público lector que no conocía, un público que se desbordaba en cada rincón de la feria, una feria diseñada de manera distinta a la FILSA y que por la magnitud de México mismo, refleja esta condición en su organización, lo que se vuelve atrayente a la mirada del turista como yo.