La acusación constitucional fue un fracaso de la oposición

La acusación constitucional fue un fracaso de la oposición

Por: Francisco Mendez | 04.10.2019
La oposición no está unida y no quedó tan claro si el hecho de que Cubillos cumpliera a regañadientes algo que, al mismo tiempo, criticaba, era lo mismo que no hacerlo. ¿La razón de esto último? Que nunca pareció importante tratar este tema con los nostálgicos de la Concertación que rasgaban vestiduras y lloraban, principalmente en El Mercurio, traumas por haber votado otras acusaciones a favor. Y sucedió porque no hay una mínima articulación política, cuestión que deja en claro que no se puede intentar mostrar unidad cuando no hay intentos de trabajar en ella.

Era un día importante este martes, ya que finalmente se votaría en el Congreso la acusación constitucional en contra de la ministra de Educación, Marcela Cubillos. A diferencia de lo que algunos creían, hubo exposiciones opositoras bastante interesantes, en las que se asumía que este instrumento era efectivamente político, debido a que en el hemiciclo se hace política y las acciones de los titulares de los ministerios también se realizan bajo ideas y percepciones de la sociedad que son políticas. Por lo que buscar cierta “pureza” constitucional en lo que hacía o dejaba de hacer Cubillos, era más bien una manera de quitarle sustancia al debate de fondo.

¿A qué me refiero? A que durante días se intentó hablar de esta acción de la oposición estaba siendo utilizada por intereses espurios ante cierta pureza política de la ministra. Era como si, de un día para otro, a un grupo de parlamentarios se les hubiera ocurrido querer ensombrecer la luz que ella transmitía con sus discursos de meritocracia, los que a la malvada izquierda le parecían dignos de destruir. Pero no. Acá lo que hubo fue el uso de una herramienta para no solo mostrar la unidad opositora en ciertos temas, sino también demostrar que quienes son encargados de hacer cumplir la ley votada en el gobierno anterior no lo estaban haciendo.

En ninguno de esos puntos se tuvo éxito. La oposición no está unida y no quedó tan claro si el hecho de que Cubillos cumpliera a regañadientes algo que, al mismo tiempo, criticaba, era lo mismo que no hacerlo. ¿La razón de esto último? Que nunca pareció importante tratar este tema con los nostálgicos de la Concertación que rasgaban vestiduras y lloraban, principalmente en El Mercurio, traumas por haber votado otras acusaciones a favor. Y sucedió porque no hay una mínima articulación política, cuestión que deja en claro que no se puede intentar mostrar unidad cuando no hay intentos de trabajar en ella.

Tal vez suene muy feo ante quienes quieren ver en el ejercicio público solo buenas intenciones e ideales hermosos, pero para arriesgarse en estrategias como una acusación constitucional, hay que negociar, usar los pasillos, conversar, poner cosas sobre la mesa. De lo contrario, solo habrá fracasos como el que vimos este martes en Valparaíso. Porque se fracasó al no tomar el peso de lo que puede suceder, desde ahora en adelante, con la figura en cuestión, que evidentemente tendrá mayor incidencia en el debate nacional del que ya tenía.

Si somos realistas, debido a la atolondrada certeza con que se presentó esta acusación, no había opción. Sin importar que este gobierno esté hace meses nadando en la nada, la obstinada insistencia de la oposición en creer que, aparte de poder demostrar efectivamente que Cubillos incumplía la ley, se podría llegar a lograr un objetivo más transcendente, claramente estuvo errada.

La acusación constitucional finalmente solo terminó dejando a plena luz del sol las carencias de quienes deben enfrentar a un gobierno mediocre y caprichoso en las próximas elecciones. Al contrario de lo que se quería, la poca capacidad de convocar y de probar un punto político, fue lo que quedó dando vueltas en la discusión opositora. Todos los réditos que se quisieron sacar de manera rápida y efectista, terminaron siendo la prueba de una larga agonía que solo el proyecto de la reducción laboral ha podido atenuar.

Parece importante saber que, independientemente del tono de la persona que encabece la agenda de contrarreformas impulsada por el gobierno, siempre la idea estará en mente de La Moneda. No importa que saquen a uno, dos, o tres ministros, la derecha nunca dejará de hacer como si hace cosas en favor de un proyecto que no le gusta, para que no identifiquemos cuándo lo está haciendo y cuándo no. Por lo que, aunque la iniciativa hubiera comprobado algo, lo cierto es que solo habría quedado en una sensación del momento; un triunfo parcial, pero con un enorme sabor a decepción.