¡Cómo les jode Salvador Allende!
¡Cómo resquema que después de 50 años su palabra perdure flamante y benéfica a pesar de los intentos por engrasarla!
Cómo les recome que obreras y obreros sigan latigueando ese ideario patronal adulterado que gobierna hoy estas tierras.
Cómo chincha. Cómo asedia y aguijonea que las y los jóvenes de hoy caigan en el merodeo de libros para desvestir los episodios aquellos, para explorar su figura, entender la ideología deshollinada y dejar caer cristales índigos sobre la inmundicia contagiosa que hoy padecemos en la mayoría de las administraciones públicas chilenas. A ver si de ese modo limpiamos un poco la casa, regamos los jardines y proveemos de honra las relaciones.
Cómo joroba, cómo encrespa, cómo emponzoña al culo mórbido que reposa sobre el sillón de badana construido con la muerte de tantas y tantos compañeros. Cómo debe sudar ese arsenal de carne sentado en su oficina viciada de traición, patraña y reventa; a costa de mantener a los miserables de las poblaciones en la callampa de sus sueños o engomar a los más inquietos en el universo zurdo, encarnecido y sacrificado con lacrimógenas, invasiones, redadas y allanamientos.
Allende resurge una y otra vez como emerge insigne un cactus en el altiplano yermo; airoso y señorial, con la mirada decente y la consigna consecuente entre camanchaca y soledad… Sí, como un cactus que sobrelleva el rescoldo de una pobreza impuesta por aquellos capitalistas que en su día estuvieron disfrazados de políticos éticos y democráticos. Pero más jode –supongo– que sean hijas e hijos, nietas y nietos, primos y amigos muy próximos de quienes entonces lucharon por aquello y que hoy –sin pudor– han vendido o puesto a la reventa en el sur y en el norte de esta geografía fustigada.
Cómo jode que haya sido un doctor y no un magnate el elegido, un enciclopedista y no un ceporro, un versificador y no un timador. Y cómo aún sorprende que su discurso haya calado en el corazón de las y los obreros de Chile y no en la carpeta emperifollada del administrador señorón y su distribución mezquina, arbitraria y asesina.
¡Cómo jode el nombre de Salvador Allende!
Cómo les jode que frente a la muerte se yerga la valentía y la lealtad con la patria, cómo molesta que frente al metal asesino brote la poética de su deceso y el lirismo de su militancia. Cómo impacta que su sangre desemboque todavía donde habitan las obreras y los obreros de esquinas postergadas.
Cómo les duele que los ríos transparentes sigan fluyendo con los hectolitros de esa sangre derramada y que esa misma sangre reciba la de otras vidas privadas cual fuera esto una fácil transfusión de ideales y escaramuza.
Cómo les jode que hoy, a pesar de la evidencia, testimonios y gráficos por todos lados, sea solo un pequeño porcentaje de borricos necios que insisten en denostar, cambiar, justificar, reírse y desdibujar la verdad.
¡Cómo les escuece pasar vergüenza dentro y fuera del país!
Porque, de pronto fue el espanto y la cobardía, el miedo y la atrocidad. Porque de pronto comenzaron a devastar, como se derruye un edificio viejo para levantar otro con mejores ventanas, con soportes posmodernos y cristales americanos que reflectarían mejor el desapasionado sol danzante de una cordillera de los Andes sometida al inminente desastre climático. Porque de pronto fueron los tanques, las bombas, los acribillados, los perseguidos, los enjaulados y hasta hoy las y los desaparecidos…
Cómo les inquieta que Chile haya sido arrastrado, torturado, degollado, maniatado, descuartizado, violado, quemado, ahogado, acuchillado, envenenado, electrocutado y vendido. Y que en cada uno de esos episodios mujeres y niños hayan claudicado con el dolor en sus almas y la culata rompiéndoles las costillas, las balas traspasando nucas y el bototo castrense quebrando dedos de guitarristas jóvenes con tanta canción por componer todavía.
Cómo les huevea el combatiente, cómo les hincha la pobladora con su metralleta de ideas en la cabeza. Cómo jode que ambos no se callen la boca, que propaguen, que extiendan, que disputen y enfrenten; que empapelen su ideario con el cagüineo cuma de su hermosa e inacabada lucha…
¡Cómo les jode que el perdón y el olvido se nieguen al decreto, como desearían sus subconscientes execrables y su verbosidad correveidile de mierda!
¡Cómo les disgusta que no nos traguemos aquel cuento tonto de los mil días fatídicos! Cómo les avinagra que miles y millones abramos libros y en esa documentación mundial incontestable, basemos nuestro respeto por su persona y unamos nuestras apreciaciones a las de millones de seres de este mundo. Cómo les calienta que caminemos por miles de avenidas con el nombre de Salvador Allende Gossens, que guardemos silencio frente a monumentos en su honor, que cantemos a coro este ideal que humedecía tierras secas y que sembraba pan y verduras en terrenos infecundos.
¡Cómo les jode estar en evidencia!
Sí, Allende todavía enfurece, cabrea y encona, hasta inspirar la trola, la falsificación y la patraña. Una tras otra; organizada, diseñada para que memos manipulados se encarguen de diseminar la doctrina –sigilosos y perversos– por las regiones de esta patria tan lesionada. Una patria que se ha quedado sin luz, sin agua y sin carreteras. Una patria sin abuelas y abuelos con el sosiego necesario de una jubilación apropiada que les encamine a recibir la muerte como debe ser al final del trayecto... En fin, un pueblo con sus bienes consignados en monederos extranjeros cuyos directivos se frotan las manos celebrando la traición de descarados gobernantes con su propia gente…
Pero no se puede enfangar a un político como Allende que sintió el dolor de su gente. No, no resulta, no hay lugar para la fantasía fascista que intenta cambiarle los colores a la arpillera nacional de nuestros sueños. No es posible sacar la luz de aquellos pueblos que por un tiempo breve comenzaron a higienizar los techos del proletariado y a distribuir justicia, leche y pan entre los más desfavorecidos. El sueño tenía impulso y corpulencia. Los padres, sus hijos, vecinos y amigos comenzaban a pavimentar un futuro inatacable. Ese ideario era tan potente que será imposible erradicarlo de la población, de la lucha estudiantil, de la barricada del obrero, del cacerolazo, de la creación teatral, de la composición musical, de la tertulia y el vino. Será imposible porque lo que se hizo con integridad perdura a pesar de la putrefacción impuesta, y en contra de todo pronóstico de encuestas arregladas.
Allende renace, reaparece con su anuncio espléndido de justicia y rectitud. La voz de Allende resurge en las barracas húmedas y en el cableado improvisado del chileno que persevera en coexistir, porque su ideario toca el alma de los hambrientos, ocupa sus voces y sus puños para iniciar, entonces, un nuevo parto de nuevas luchas y contraseñas… Allende se empotró en la memoria de este pueblo, aún agonizante, aún ofuscado de tanto demandar y desaprobar al capitalista impositivo que ya tiene a muchos convertidos en sus más fanáticos seguidores, cual secta macabra que se nutre y nutre de una ignorancia inapelablemente sociopatológica.
¡Cómo les jode Salvador Allende Gossens!