El eclipse que fundió a José Maza
De alguna forma, todas las apariciones en televisión, las conversaciones en radios, y las fotos y minutos frente a una grabadora para las revistas de papel couché, se resumían a ese momento en que la luna se iba a poner frente a sol. Y José Maza (astrónomo, Premio Nacional, 71 años, autor best seller) lo sabía. Pero lo primero es lo primero. O así lo aclaró a un comunicador en el camarín del Estadio La Portada, en La Serena, a las espera de las 16:39, hora en la que se concretaría el eclipse total.
La mañana empezó con más de 10 entrevistas a medios locales y nacionales. A estas alturas, para Maza eso ya es parte de su trabajo; el de la divulgación científica. Pero además de las cámaras y micrófonos, tenía que moverse rápido, evitar a los que iban con el celular en la mano listo para una selfie. No es mala onda; sabe que un medio llega a más personas que una selfie. Pese a todo, se toma el tiempo de escuchar a los que le hablan, le preguntan, entre paso y paso, en los espacios de las entrevistas, y cruza sus manos en la espalda. Así, escucha como si todos fueran igual de importantes.
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Luego de las entrevistas, entró a la carpa/camarín, se sentó en un sillón y empezó a comer frente a la veintena de libros que tenía en frente, a la espera de ser firmados. “Ayer firmé tantos libros que hoy me duele el hombro”, dijo sonriente. No se siente rockstar y con esas bromas lo hace notar.
“Esto es pura adrenalina. Uno se hace adicto a la adrenalina y el problema es que la adrenalina te tira para arriba, pero después, cuando la adrenalina pasa, te tira al saco directamente. Yo me podría quedar arriba del escenario cinco horas más y no me sentiría ni siquiera cansado, pero después me tendrían que sacar en ambulancia para afuera”, dice y ríe.
Nunca se ha drogado, pero le han dicho que la droga tiene ese efecto: que sube y la bajada es más allá del infierno (Maza no cree en él). “La adrenalina tiene un efecto parecido”, comparó.
Poco después, un medio electrónico señaló el eclipse total como el evento con el que Maza se retiraría de la astronomía. Pero en el camarín prometió otra cosa: “No me voy a retirar mientras la cabeza me acompañe, y es la parte de adentro de la cabeza la que tiene que acompañar. Cuando me ponga a hablar tonteras a granel y de repente diga cuestiones que no tienen ningún sentido, ahí, por favor, me bajan y me encierran. Pero mientras tengan algún sentido y la gente se ría con las cosas que digo, seguiré hablando”.
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Pocos minutos antes de subir al escenario, un productor lo equipó con el micrófono de cara que usa Chayanne en sus presentaciones en vivo; mientras tanto, el periodista Polo Ramírez leía su currículum académico y humano.
Cuando al fin subió al escenario, volvió a poner la ciencia por sobre su persona: “El artista principal de esto está en el cielo y será eclipsado por la luna”. Tiene eso la sabiduría: que las personas no son más que parte de algo más grande. En este caso, las estrellas. Y reafirma: “La mitad de esta charla no tiene sentido porque ustedes ya están viendo un eclipse de verdad”.
Pasaban las diapositivas y la luna comenzaba a oscurecer el sol. Una brisa helada corría entre las sombras del estadio y la expectación creció.
La charla terminó y la gente no escatimó en aplausos. Maza bajó del escenario dándole la mano a los niños. Luego caminó a un palco reservado. Se movió entre los peldaños, la gente y las miradas. Llegó su asiento, se puso los lentes y disfrutó el camino del sol.
Cuando finalmente la luna tapó el sol y la sombra no dejó espacio luminoso, los aplausos de Maza, como el eclipse, se fundieron con los del estadio.
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