Despojando para alimentar al gigante: China y el agronegocio en Chile
Este 5 de febrero se celebra el Año Nuevo chino, y los empresarios del agronegocio en Chile están entre quienes más conmemoran este evento. Festejan porque este año nuevo, gran parte de las cerezas que serán obsequiadas como símbolo de prosperidad y elegancia por las familias chinas de estrato medio y alto, provienen de Chile.
Mientras estas familias chinas celebran, cientos de personas que viven en la comuna de Paine (Región Metropolitana), se confrontan con el indignante y triste escenario de la laguna de Aculeo que se encuentra agonizando. ¿Qué tiene que ver la laguna de Aculeo con el año nuevo chino? Sucede que la “fiebre” por mandar cerezas a China, ha llevado a que en lugares como Aculeo, el acaparamiento de agua y tierra para las plantaciones de cerezos crezca de manera descontrolada, siendo uno de los protagonistas en la disminución dramática del agua de la laguna.
Y es que el crecimiento de la exportación de cerezas a China ha sido sin pausa, pasando de 149.330 toneladas en la temporada 2017-2018 a 163.619 toneladas de la temporada 2018-2019 (Revista del Campo de El Mercurio, 21/01/2019). Tanto es el afán por mejorar el envío de cerezas a China, que se han ideado nuevos mecanismos para poder reducir los tiempos de transporte. Muestra de ello, es el nuevo servicio marítimo de Hamburg Süd, denominado “Cherry express” (estrenado en la temporada 2016-2017), que promete a los productores que sus cerezas lleguen a China en tan sólo 22 días, a diferencia del servicio normal que demora aproximadamente 1 mes.
[caption id="attachment_271153" align="aligncenter" width="1024"] Comuna de Paine (2018). Fuente: Universidad de Chile[/caption]
El interés de las empresas que actúan en Chile por cruzar el Pacífico para llevar “materias primas” a China, viene hace un par de décadas con la exportación de cobre y más recientemente de litio. Lo inédito es que, en la trayectoria china de convertirse en potencia del sistema-mundo, la estrategia actual del partido comunista chino de fortalecer el mercado interno, ha incrementado la capacidad de consumo de una creciente “capa media” y de los sectores altos de ese país. Estos grupos comienzan a consolidar dietas más “refinadas” según las pautas de consumo urbanas globalizadas, que incluyen el consumo de vegetales y frutas todo el año sin límite estacional, la ingesta de carnes e incluso la compra de bebidas alcohólicas como vinos y cervezas extranjeras. La rapidez con la que aumenta la demanda de alimentos importados en China, implica el incremento en el uso de energía, agrotóxicos, suelo y agua, necesarios para producir una oferta de alimentos que esté preparada para satisfacer el creciente apetito chino.
Chile es un ejemplo de esta tendencia. En la temporada 2017-2018, se exportaron a China 390.218 toneladas de fruta fresca, lo que representa un aumento de 45% en los volúmenes enviados a ese país en la temporada anterior (Portal de Radio Agricultura, 09/11/2018). En este contexto, no es para nada casual que el actual embajador de Chile en China sea Luis Schmidt Montes, quien ya fuera presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) y también presidente de Fedefruta.
Sin embargo, los actores del agronegocio requieren enfrentar algunos obstáculos que pueden limitar sus ambiciones. Aquí los señores del agronegocio (sí, señores, porque en general son hombres viejos y nuevos terratenientes) tienen dos grandes desafíos; llegar de manera más rápida y barata a China, sin perder la calidad del producto, y contar con el agua suficiente para asegurar la expansión de la producción frutícola en el país. En el primer punto, junto con la ampliación del tratado de libre comercio con China, el desafío está en mejorar la cadena logística de circulación de los productos agrícolas a través de la modernización de packings, mejora de infraestructura vial, ampliación y mejoramiento de puertos e incluso, la propuesta de construir un “puerto frutícola” en la región del Maule. La mayor aspiración en este ámbito, es que Chile se beneficie por la iniciativa “Nueva Ruta de la Seda” (“One Belt, One Road” en inglés), que impulsa el gobierno chino y de la que Chile es parte desde el año 2018. La república popular de China con la “Nueva Ruta de la Seda”, ofrece a los países participantes una oferta de cooperación financiera “ventajosa” para inversiones en infraestructura que mejoren la conectividad terrestre y marítima con este país asiático. Esto, además de profundizar la dependencia financiera al gobierno chino, presiona una agenda de infraestructura que privilegie el transporte de mercancías a Asia y no la mejora de las condiciones de vida de los pueblos que son afectados por las actividades extractivistas en Chile.
El segundo desafío de garantizar agua para el agronegocio, va desde dar certeza jurídica de la propiedad privada de las agua (léase, indicación sustitutiva del gobierno Piñera al código de aguas) hasta promover asociaciones público-privadas para construir infraestructuras hídricas que amplíen la “oferta” de agua en las cuencas donde actúa el agronegocio. Las iniciativas más ambiciosas en esta dirección sobre las propuestas de “carreteras hídricas”, tanto el proyecto de canal abierto de la Corporación “Reguemos Chile” como la carretera submarina “Aquatacama”, promovida por la empresa “Vía Marina” (que presentó el proyecto al Ministerio de Obras Públicas en diciembre de 2018, para la evaluación de su concesión privada). Ambas iniciativas varían en costos y alcances, pero prometen disponibilizar agua que permita regar entre 200 mil y 1 millón de nuevas hectáreas. Con esto, la agricultura de exportación podría seguir incrementando su consumo de agua, concentrando aún más el uso que hace de este bien común natural en el país.
Estos desafíos para que el agronegocio abastezca el mercado chino, implican millones y millones de dólares de inversión, donde el Estado seguramente será protagonista, porque curiosamente, en el “libre mercado” chilensis, quién pone más plata y asume los riesgos, siempre es el Estado. Detrás de estos ambiciosos proyectos y las grandes inversiones estatales que podrían implicar, está el “incuestionable” apoyo al modelo de agronegocio como la forma de agricultura que traerá “progreso” y “desarrollo” a Chile.
No obstante, desde los años ochenta, cuando se acelera la modernización capitalista del campo en Chile, hasta la actualidad, hemos podido ver que la expansión frutícola ha implicado el deterioro de los suelos, el aumento en el consumo de agua, el incremento en el uso de agrotóxicos, además de la pérdida de las formas de vida campesinas (agri+cultura), la reconcentración de la propiedad de la tierra, la precarización del trabajo agrícola y la pérdida de soberanía alimentaria. Un ejemplo, que permite dimensionar la profundidad de los impactos de los negocios frutícolas, es lo que sucede en Petorca. El año pasado, calculamos que la cantidad aproximada de agua utilizada para la producción de paltas en 1 año en la provincia (25 mil toneladas según Agropetorca), equivale a 4 años de consumo de agua potable de todos los/as habitantes de la provincia de Petorca. Este uso desigual de las aguas, ocurre en una región donde cientos de familias son abastecidas de agua por camiones aljibes, recibiendo apenas 50 litros de agua por persona diarios, siendo que la norma mínima definida por la Organización Mundial de la Salud, establece 100 litros de agua diarios por persona.
La expansión desregulada de la agricultura para exportación nos está llevando a que se multipliquen el despojo que viven territorios como Aculeo, Petorca, recientemente en Panquehue y tantos otros. Un modelo en donde un árbol de cerezo o palto para exportación es más importante que el agua de bebida para una familia o que el caudal de los ríos, nos está llevando a la mayoría al abismo.
Necesitamos fortalecer las estrategias conjuntas de quienes no nos compramos el consenso de “Chile: Potencia alimentaria” y las promesas de “progreso” del agronegocio, para denunciar las implicancias socio-ecológicas del modelo agrícola dominante en los territorios. Y de manera urgente, viendo las proyecciones del crecimiento agroexportador a China, necesitamos discutir formas de hacer frente a los proyectos de infraestructura mencionados, que buscan que el agronegocio siga incrementando sus ganancias sin restricciones, alimentando el apetito del gigante.