La triste historia de Markenson Medina: “En Chile la dignidad tiene color y precio”
¡Lo humillaron hasta el último minuto en esta tierra! Llegamos a enterrarlo y nos encontramos con una fosa preparada para recibir un féretro básico, aquellos a los que pueden acceder los pobres y negros…pero no esperaban que Markenson Medina, llegara en un ataúd digno de su linaje, financiado por la gente que lo quería y admiraba en su Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días, del barrio La Rioja en Quinta Normal.
La vida es dura, qué duda cabe, pero para los pobres y migrantes en Chile, la vida es dura, dolorosa, repleta de humillaciones y carente de derechos cada día.
Los ritos de despedida son necesarios y significativos para todas las culturas, y en todos ellos, resguardar la dignidad es fundamental, sin embargo, pareciera que en esta ocasión, era lo último que importaba.
Llamaron al pirquinero -quien bajo el sol abrasador- quebraba la tierra lo más rápido que podía, para intentar ampliar el espacio que permitiera hacer caber el ataúd, pero sus esfuerzos eran vanos. Por eso, llegaron otros compañeros a ayudarle. Después de 15 minutos de esperar en la sombra con el cuerpo de Marckenson, nos llamaron para iniciar la ansiada ceremonia de despedida, para nuestro querido estudiante del Curso de español para migrantes.
Al volver a la sepultura, sus amigos vestidos de traje y corbata, tomaron con delicadeza, profundo respeto y amor el sarcófago que al comenzar a bajarlo, simplemente no entró.
Los intentos por hacer caber la urna en la estrecha sepultura, duraron cerca de 15 minutos, que obviamente se hicieron eternos, para quienes con estupor presenciamos semejante escena, que estremecía nuestros corazones cada vez que observábamos cómo en cada intento por forzar el ingreso a la zanja se destruía un poco el ataúd que habían comprado para él con tanto amor y esfuerzo.
Al darse cuenta de que sería imposible dejar su cuerpo sin vida en ese espacio, el encargado de las distribución de sepulturas del Cementerio General nos ofreció llevarlo a un patio nuevo, en el que se haría un espacio acorde a las dimensiones del ataúd en el que había llegado. En ese momento María José, como representante de la iglesia, reclama por lo sucedido ya que había dado las dimensiones del féretro a la funeraria y al cementerio.
Sus amigos haitianos, no lograban dar crédito a tanta falta de humanidad,y lo único que podían decir era “¡esto no está bien!”. Sus rostros desencajados por el dolor y la humillación, nos recordaban las múltiples vulneraciones de derechos que tanto Marckenson como sus compatriotas han tenido que vivir desde el primer momento en que pisaron tierra chilena, y que muchas veces, Génesis Gallardo, su profesora (estudiante de Pedagogía en Inglés), tuvo que escuchar en sus clases.
Este espeluznante escenario, nos permitió conectarnos con la impotencia por no haber logrado repatriar su cuerpo, para recibir los honores y amor de su gente, en su tierra, con sus tradiciones, con su historia, en fin, todo lo que un ser humano se merece. Así entonces, surgió la ira, porque todos quienes lo acompañábamos teníamos la esperanza de que este momento pudiera convertirse en la “mejor solución”, y en lugar de eso, se transformó en un completo drama, que había comenzado para nosotros, el miércoles al comunicarles la muerte de Marckenson a sus compañeros.
El miércoles 17 de octubre poco después de comenzar la clase semanal de Natividad Armijo (estudiante de pedagogía en Castellano), Valentina Fernández (estudiante de Periodismo), Noemí Huinca (estudiante de Pedagogía en Castellano) y Javiera Villanueva (estudiante de Psicología), al comunicarles la fatal noticia a nuestros estudiantes de español, las salas de ambos cursos se estremecieron en un silencio sordo. La reacción de los hombres fue realmente impactante: sus ojos se encendieron de dolor, sus rostros se desfiguraron y contuvieron el llanto, pero a pesar de sus esfuerzos, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Las mujeres por el contrario, no derramaron lágrima alguna, sin embargo, exigieron explicaciones con toda la fuerza de la que fueron capaces, para intentar comprender por qué el cuerpo no podría ser repatriado para ser acogido y despedido por su familia y en su tierra, tal como corresponde.
La respuesta fue dura y cruel: no se pudo por motivos económicos. Entonces, vino una de las reflexiones más dolorosas: “Desde que llegamos a Chile, nos han tratado como animales, nos humillan cada día, por eso, agradezco ser Testigo de Jehová, porque creo que la única alternativa que nos queda es su reino”. En ese momento, no pude contener el llanto y le dije: “Me alegro de que tu fe te ayude a tener esperanza, pero desde el lugar que nos corresponde en una universidad pública y estatal, debemos ocuparnos de cambiar esta horrible y vergonzosa realidad, por eso nos comprometemos con ustedes, a continuar trabajando en la enseñanza de los Derechos Humanos a través de este curso, para que no sólo logren aprender español y comunicarse con los chilenos, sino fundamentalmente, para que comprendan que son sujetos de derechos, aquí y en cualquier lugar del mundo”.
Nos surgen entonces, algunas preguntas que nos duelen: ¿Entendemos qué significa la DIGNIDAD en Chile?, ¿Es posible considerarnos una sociedad en “vías de desarrollo”, cuando somos capaces de legitimar la violencia cotidiana hacia los grupos vulnerables? ¿Será suficiente que el Estado ratifique convenios internacionales, que lo comprometen a resguardar los derechos de todas y todos, sólo para asegurar la pertenencia a grupos de poder, o será que ha llegado el momento de cuestionarnos e interpelar a los poderes del Estado para que legislen de forma congruente entre lo que dicen y hacen? ¿Esta es la forma en que la “agenda” de migración busca integrar a los extranjeros que llegan a Chile, buscando una mejor vida? ¿Será verdad que buscamos una real integración, o sólo se trata de firmar proyectos y acuerdos que permitan “cumplir” con los estándares internacionales? ¿Será posible que se termine con los arriendos abusivos y el hacinamiento en el que se ven obligados a sobrevivir los migrantes en Chile? ¿Será posible dejar de considerar a todas/os los migrantes como delincuentes, indeseables, sucios, malolientes, esclavos y un sinfín de otras etiquetas violentas y discriminatorias, para comenzar a considerarlos como seres humanos, con tradiciones, cultura, lenguas y fenotipos diferentes, iguales en derechos y dignidad a cualquiera de los habitantes de este país? ¿Será por estas “razones” que este miércoles el Gobierno firmó el “Plan Humanitario de Regreso Ordenado”, para que los extranjeros no fronterizos –especialmente los haitianos- que se encuentran en nuestro país, de forma regular o irregular y quieran retornar a sus países, puedan hacerlo? ¿No será que este programa busca que individuos o familias vuelvan a su país natal si así lo desean, es una deportación encubierta, tal como lo ha denunciado el vocero de la Coordinadora Nacional de Inmigrantes, Rodolfo Noriega? Parece que en realidad se trata de racismo puro y duro, tal como lo ha denunciado el vocero del Servicio Jesuita a Migrantes, Pablo Valenzuela, en La Tercera: “la medida “levanta la sospecha del racismo y no se ven políticas públicas que promuevan la integración. Esto busca un retorno que supuestamente es humanitario, pero que en los hechos lo que hace es deshacerse del problema”.
¿Será posible dejar de mirarse el ombligo, para comenzar a preguntarnos en qué fallamos como personas y obviamente como sociedad chilena? ¿Esto es realmente, lo mejor que podemos hacer como sociedad?
Compatritotas racistas, xenofóbos y clasistas: queremos contarles que etimológicamente, la palabra DIGNIDAD viene del latín: Dignus, que significa VALIOSO, MERECEDOR. Merecedor de qué se preguntarán ustedes. MERECEDOR de RESPETO e IGUALDAD de DERECHOS, por el sólo hecho de ser personas, más allá de las diferencias físicas, ideológicas, creencias, género, económicas o de cualquier tipo.
Por lo tanto, les recordamos que ¡todos somos iguales en dignidad y derechos! Pero también, vale la pena recordarles que los Derechos Humanos, aquellos de los cuales todas las personas sin distinción, somos por naturaleza titulares o dueños, se desprenden de nuestra condición humana. Los Derechos Humanos, son en consecuencia, la base y respaldo de la dignidad humana!
Por eso, les pedimos que por favor cuando vea en la calle a una persona de un color diferente al suyo, que habla un idioma diferente al de usted, que recibe $5.000 por trabajar 7 horas al día, o que escapa de los carabineros para vender la mercancía que le permitirá pagar los arriendos abusivos a personas inescrupulosas, quienes los tienen en condiciones de hacinamiento; un sueldo que no les alcanza ni siquiera para alimentarse ni comprar medicamentos, y mucho menos para comunicarse diariamente con sus familiares como usted lo hace, desde cualquier lugar o al llegar a su casa…, cuando vea todo esto, como equipo de trabajo, le pedimos POR FAVOR, que recuerde: ellos/as, son personas como usted o como cualquier ser humano de este planeta, y que como tales brillan con luz propia y tienen mucho por enseñar, por lo tanto, merecen el mismo respeto y tienen los mismos derechos que usted.
Pero además, quisiéramos pedirle que, por favor, si mantiene sus conductas racistas, clasistas y xenófobas, no vaya a dar dinero para la Teletón este año, porque podemos asegurarle, que eso no lo hará ser solidario, empático y mucho menos una mejor persona, por sentir que con su “aporte” logrará expiar las culpas de todo el daño que ha hecho a otros durante el año.
Mientras tanto, hasta que usted no se eduque, nosotros, como equipo del Proyecto: “Español para migrantes: Promoción de derechos mediante el aprendizaje de la lengua” de la Facultad de Humanidades de la USACH (Natividad Armijo, Bárbara Aviles, Cristopher Díaz, Génesis Gallardo, Valentina Fernández, Javiera Villanueva y quien les escribe) estamos completamente comprometidos y convencidos de que podemos contribuir con un “granito de arena” a cambiar esta monstruosa realidad.
Finalmente, quisiéramos compartir con todos quienes leen estas palabras repletas de dolor y gratitud por el inmenso honor que nos regalan nuestros estudiantes migrantes al enseñarnos tanto acerca del verdadero significado de la dignidad humana cada día, la cita de Eduardo Galeano, que escribimos en la obra de arte hecha por mi hijo de 7 años, para dejarla en la última morada de Marckenson Medina:
"-El mundo es eso -reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende".
¡INFINITAS Y ETERNAS GRACIAS POR ENCENDER E ILUMINAR NUESTROS CORAZONES CON SUS MARAVILLOSOS COLORES CADA DÍA, QUERID@S HERMAN@S MIGRANTES!