El culto popular a Felipe Camiroaga
Es uno de los pasajes más llamativos de la historia de la cultura pop chilena. El mito se forjó un 2 de septiembre de 2011, durante aquellos días en que el movimiento estudiantil tenía de cabeza a la administración de Piñera y se aproximaba a alcanzar sus primeros triunfos.
Al interior de los colectivos políticos y universitarios cercanos a las dirigencias estudiantiles se comentaba que el movimiento estaba a punto de sellar su primera ganada concreta, luego de meses de movilizaciones, paros y organización. Desde La Moneda, el desgaste de poder era evidente y la decisión de ceder, inevitable. Pero algo cambió el curso de las cosas.
El CASA C-212 de la Aviocar dirigía a la isla Robinson Crusoe al entonces animador del programa Buenos días a todos, Felipe Camiroaga, junto a su equipo y personal del Desafío Levantemos Chile y del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Sin embargo, la nave de la FACh no logró llegar a su destino y terminó desintegrándose en el océano, a pocos kilómetros de la pista de aterrizaje del archipiélago Juan Fernández.
El resto de la historia es conocida por chilenos y chilenas. Durante horas y en cadena nacional –no oficial- la televisión entregó detalles de lo ocurrido en el accidente. Con el paso de las horas, no obstante, el relato mediático ocupó su lugar común tradicional y se refugió en el drama. En la vida de Felipe y los demás, pero sobre todo, de Felipe.
Lo que siguió fueron días de duelo nacional decretados por el gobierno y el comienzo de la exhibición de la biografía del animador y de todos sus detalles. El morbo y la tragedia, elementos tan propios de la identidad local, fueron llevados a su máxima expresión a costa del cariño y la admiración de dueñas de casa, abuelas y fieles adolescentes. Sin embargo, aunque son las mujeres quienes protagonizan hoy el culto a su figura, es la familia chilena popular quien todavía lo llora y terminó elevando el nombre de Camiroaga a la categoría de un héroe del pueblo.
Felipe en toallas, tazones y calendarios
Mientras la academia desprecia este importante pasaje como un hito más de la farándula local, toallas, calendarios, tazones y fotografías sobre el animador adornan el living de miles de hogares. Nadie lo analiza en serio, pero desde la muerte del animador, la estación de su canal, los alrededores de su casa en Chicureo y sus manos estampadas en la fuente del “Paseo de los Sueños”, en el centro de Estación Central, se convirtieron en espacios de peregrinación popular.
Hasta ellos llegaron personas a diario para ofrecer regalos y dejar mensajes de cariño. La devoción popular, como siempre, se reflejó en el comercio de formas impensadas, por lo que aún es posible encontrar diversos objetos con el rostro de Camiroaga y las frases “Vuelta alto” o “Halcón de Chicureo”, que repiten los slogans exhibidos hasta el cansancio en televisión y prensa.
Además de la creación de “Las Halconas”, un grupo de mujeres que se reúnen periódicamente a recordarlo, su espacio en Estación Central registra peticiones y favores de la gente. Algunos, de hecho, ya comienzan a adjudicar al fallecido animador la concreción de milagros. Mientras, locales de Patronato, Meiggs y el Persa Bío Bío exhiben posters y fotografías con su rostro. Mini calendarios han sido vistos colgando de los espejos de más de algún taxi o colectivo.
El accidente del avión de la FACh quedó registrado también en el relato del movimiento estudiantil. En su año de mayor protagonismo, la muerte del rostro televisivo y la devoción de miles de chilenos terminó cambiando el foco del escenario político. Para mal, dicen, más que para bien. Así, mientras secundarios y universitarios se cuestionaban la forma de salir del paso, el sentido del humor también se hizo presente y se mezcló con la creación de inéditos inventos.
Entre ellos, la Juventud Rebelde Felipe Camiroaga, que buscó revertir la atención mediática y construir un relato de lucha en torno a la figura del fallecido animador, mezclando la ironía con la crítica desde los sectores estudiantiles. La idea que surgió en la Universidad de Valparaíso terminó repitiéndose en otras facultades de dicha institución y en diversos recintos universitarios a lo largo de Chile.
“Camiroaga tiraba de repente unos palos en el matinal, pero en general era un tipo que nunca dijo nada concreto. Era DC, y bacheletista, peor. Estaba ahí en el limbo, hasta con la sexualidad del huevón había dudas. Era una duda completa. Por lo mismo la sátira y la irreverencia del grupo. Tenemos todos claridad de que no era realmente un revolucionario y a veces los comentarios contra el grupo tiran más a lo humorístico que a lo real. Pero tenemos claro que el prócer de la revolución no era”, reconoció uno de los integrantes de la Juventud Rebelde Felipe Camiroaga en entrevista con The Clinic.
Pese a que algunos medios no lo notaron –Buenos Días a Todos llegó incluso a valorar el nacimiento de la JRFC- la idea de los estudiantes esbozaba una dura crítica a la exaltación del rostro televisivo de Camiroaga. A su vez, la naciente organización fue utilizada para poder comunicar de forma efectiva lo que ocurría en los espacios universitarios, atrayendo la atención de los periodistas.
“Fue bien chistoso ver a la Maca Tondreau diciendo que era algo muy loable, que Felipe era un luchador. Patético. Los medios formales se están preocupando de este tipo de cosas y no del fondo. En eso este movimiento ha sido efectivo, que se discuta hasta en un programa de farándula lo que es la educación”, declararon.
Chile y Felipito
“Este país necesita un nuevo Felipe Camiroaga”, comentan en Twitter. En dicho espacio y otros lugares de las redes sociales la gente ríe, bromea e ironiza con la muerte del animador. En ocasiones, ridiculizando el cariño de las mamás, abuelas y dueñas de casa que se han constituido como sus principales seguidoras y defensoras.
Otros, han optado por defender su figura de la crítica descarnada hacia la farándula, esgrimiendo argumentos contingentes. Por ejemplo, la participación del animador en organizaciones como Greenpeace y su emplazamiento –en vivo y en directo- al entonces ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, a quien solicitó que el gobierno detuviera la instalación de una termoeléctrica en Punta Choros. Los más nostálgicos, recordando sus palabras en apoyo al entonces emergente movimiento estudiantil.
Pero Camiroaga no es un héroe. Su figura, conectada durante tantas mañanas al quehacer de las familias chilenas desde la televisión, terminó por convertirlo en un integrante más de miles de hogares del pueblo. Es justamente ahí donde el cariño por su figura, su humor, su atractiva apariencia y su carácter sencillo, continúa propagándose. Al alero del culebrón televisivo que explotó hasta el cansancio aquella canción de Silvio Rodríguez. Ante la ausencia de los héroes reales y la incomprensión de la juventud politizada que todavía, a veces, se asquea de su recuerdo.
“El halcón” sigue presente, recordándonos las cualidades y defectos del Chile real. Su leyenda ya cuenta con un espacio vital en el imaginario de la cultura popular local, esa misma que avergüenza a los críticos y termina causando las lágrimas de mi mamá, de mi abuela y de mis vecinas en un día como hoy. Porque aunque a muchos les moleste, Chile quiere, llora y extraña a “Felipito”. Y desde ese tan incuestionable cariño colectivo, nos hace mirarnos al espejo.