Aborto: Una encrucijada más allá de la vida y la libertad
Los esfuerzos de la ciudadanía por instituir en el campo legislativo la cuestión del aborto -en tanto fenómeno global y contingente- ha logrado niveles de audiencia e interés inimaginables, y es que el rol de los medios de comunicación social ha sido fundamental para reducir la discusión hacia la colisión de dos perspectivas tradicionales, el binomio derecha-izquierda. Luego de 10 meses de puesto en vigencia el derecho a la interrupción del embarazo en tres causales las estadísticas parecen no ser parte de la discusión y es que menos del 0,004% de las mujeres chilenas abortaron, en su mayoría por riesgo de la madre e inviabilidad fetal. El 17% de los casos (61) fue por violación. Nunca ocurrió la debacle social.
Actualmente, Argentina -un paso más adelante en la discusión- aboga por el acceso libre y gratuito del aborto. ¿Seguirá Chile el mismo proceso? Las tendencias a nivel mundial y en países desarrollados indican que en Chile -a través de los movimientos que lideran estos procesos- ocurrirá lo mismo, aun cuando el gobierno de turno sea opositor y edifique barreras simbólicas que frenen su desarrollo. ¿Cuán claro tenemos los chilenos los elementos en debate? ¿Es posible deslizar la discusión fuera del campo puramente ideológico? En este contexto, es interesante detenerse brevemente en los conceptos de vida y libertad.
Respecto del primero, aun cuando los términos sopa de células, cigoto o embrión son recurrentes en el debate público, de lo que realmente se está hablando es de vida “humana” y no de vida así sin más. Si se hablase de vida -en su amplio sentido- la derecha conservadora chilena -espiritual y empresarial- abogaría con la misma fuerza y sentimiento por la vida de animales y vegetales a los cuales “reproduce industrialmente”. Reproducir, asesinar, embazar y vender formas complejas de vida no hace eco de sus palabras ni de la emoción desbordada. Pero, ¿qué hace a la vida humana diferente de la vida misma en sus otras formas? Nada, excepto la razón de que el hombre razona, piensa, decide, habla “por otros”. La izquierda no lo hace mejor cuando pierde el foco del asunto y niega a la vida misma y la reduce a una cuestión de tiempo, de forma o tamaño.
En cuanto a libertad se refiere, la obtención de derechos por parte de la ciudadanía está en sincronía con el desarrollo social, económico y cultural del país cuyas expresiones institucionales son diversas, amplias y estructurantes. Aun cuando la palabra libertad es el motor del “progreso neoliberal” ésta ha sido un importante respaldo conceptual para los movimientos de izquierda quienes han sabido transhumar “oportunamente” en sus usos. Luego de meses de discusión esta palabra parece esterilizarse, encapsularse en una forma de vacío que -al contrario de favorecer- debilita los argumentos y los absorbe a un plano símil al limbo. La libertad es una conquista pendiente para la humanidad presa de un sistema de pensamiento instrumental que mutila la realidad y nuestras complejas formas de vivir la experiencia cotidiana.
La necesidad de deslizar del campo ideológico este debate refiere a permitirnos ser más humanos, más empáticos con las circunstancias de los otros/as, a comprender que evitar dichos reduccionismos permiten la emergencia de la confianza hacia la autonomía de los sujetos sociales, hacia una libertad que no se desborda en conductas suicidas o irresponsables. Esto refiere a responder política y éticamente a los fenómenos cuyo acontecimiento implica compromisos mentales y emocionales.
¿Son las tres causales suficiente? No sabemos, como tampoco en qué derivará todo este proceso, no obstante, la transformación social es constante y acelerada. Quizá la solución comienza al detenernos para reflexionar sobre nuestra identidad dentro de la naturaleza, dialogar en torno a nuestros modelos de desarrollo humano y ser capaces de proponer un destino con sello propio donde hombres y mujeres ejercen la igualdad. El desafío es ser capaces de priorizar nuestras necesidades e identificar aquellos temas trascendentales no a la vida humana sino a la vida en el planeta al que hombres y mujeres pertenecen.