"Sedimento" de Gaspar Peñaloza: Al fondo

Por: Elisa Montesinos | 22.07.2018
Sedimento no es un libro que hable sobre algo, más bien su propia constitución, su estructura por estratos que se juntan y revuelven, quiere expresar la complejidad de lo real, la geografía profunda del paisaje que habitamos. Forma es lo que sucede escribió Robert Creeley. Eso es lo que se intenta y se logra aquí, hacer de la experiencia de lectura una experiencia sensorial, perceptiva, antes que intelectual.

Sedimento. Lo que luego de flotar se va al fondo. Lo que decanta. Este libro, más que unos determinados materiales o motivos, trabaja con esa lógica de construcción. Es una poesía que se hace por decantación. Buscando lo que se deposita en el fondo.

El libro comienza con estos versos: El recién nacido/confunde en el jardín/lo muerto con lo vivo/piedras con peluches/charcos con plástico/la paciflora con una mujer. Me parece que este fragmento de inicio encierra una de las coordenadas esenciales del texto. Explorar formas de percepción, intensificar su capacidad y expandir su alcance. Desarrollar cierta atención al detalle, lo trivial, lo minúsculo. Aguzar el ojo para ver lo que solemos pasar por alto. Hacerlo con la curiosidad siempre renovada de los niños. Recordar cuando el mundo era un sistema de relaciones donde todo estaba vinculado con todo en la libre experiencia de la exploración y del juego.

Palabras de Gabriela Mistral: “La poesía es en mí sencillamente un rezago, un sedimento de la infancia sumergida”. Esta poesía nos convoca a recordar esa infancia sumergida, ese sedimento. Más que como un periodo determinado de la vida, como una forma de mirar el mundo, como la sensibilidad que todos tuvimos y fuimos perdiendo al hacernos adultos. Al irse domesticando nuestros ojos, nuestros sentidos, en el tránsito al pensamiento racional y utilitario que domina nuestras vidas en los tubos de supervivencia. Recuperar, aunque sea por un momento, la sensiblidad abierta que todos tuvimos para leer el mundo y entendernos a nosotros mismos: descubrir volver/a la sopa que es uno mismo/y no puedes reemplazar/pero cambia el modo/de cantar una sensación. El trabajo que hace esta poesía es justamente explorar nuevos modos de cantar y de percibir lo que ya no vemos a pesar de tenerlo frente a la nariz. La fascinación perdida por las pequeñas cosas.

Si en este libro la mirada se desplaza por el plano difuso o invisibilizado de lo cotidiano, de lo infraordinario como diría Perec, lo hace poniendo el foco en los objetos que pueblan esa dimensión: el humo trepando junto a la vista /tras las nubes ya no está/entrar crujiendo de sed en la maceta/levantando pavimento frente a las tiendas comerciales/sin arte no hay resorte ni suerte de rumbo /dardos repartidos contra el pecho de este tiempo. Nubes, macetas, pavimento, tiendas comerciales, dardos. La vista que trepa junto al humo se detiene aquí y en todo el texto en la visión de los objetos y sus relaciones mutuas. En la trama que urde la convivencia diaria de las palabras y las cosas. En la exploración por la vía del lenguaje de ese territorio, de ese campo de fuerza: atiendes a cada partícula/en eso se mueven/entre ellas se friccionan/se montan iniciando /una corriente de aire/un relieve/hasta una palabra. Lucas Costa cita, en la contratapa del libro, al poeta norteamericano George Oppen. A propósito de la atención en los objetos, en una nueva vinculación posible entre este libro y la poética de Oppen, dicen unos versos de Of Being Numerous: Hay cosas entre/las que vivimos y verlas/Es conocernos. A ese conocimiento, me parece, aspira también este libro.

Un último apunte sobre el trabajo con la forma que hay en este libro. Un trabajo que adopta los procedimientos del montaje y del collage. Como se van acumulando, unas sobre otras, las capas sedimentarias en el cauce de un río, el texto funciona sobre la base de la superposición y la mezcla. No hay un tema ni una voz clara. Por el contrario, el texto se abre e integra todo tipo de estímulos recogidos en la experiencia de la percepción. Objetos, discursos, símbolos, transcripciones del habla. Sedimento no es un libro que hable sobre algo, más bien su propia constitución, su estructura por estratos que se juntan y revuelven, quiere expresar la complejidad de lo real, la geografía profunda del paisaje que habitamos. Forma es lo que sucede escribió Robert Creeley. Eso es lo que se intenta y se logra aquí, hacer de la experiencia de lectura una experiencia sensorial, perceptiva, antes que intelectual. Iluminar cierta zona de la realidad donde el poeta registra, como: en el proceso la luz/ha ensayado signos/en el aire.

La verdad visible, escribió una vez Creeley, citando a Melville, es la percepción del estado absoluto de las cosas presentes. Sedimento es un libro que se juega en explorar ese nivel profundo de la percepción. En aproximarnos al presente, en afilar nuestros sentidos y nuestra mente, en hacerlos concordar con la realidad. En un mundo y un país donde casi todo se mueve por la superficie, entre la banalidad y el vacío, hacer el trabajo que le corresponde a la poesía: hacer del lenguaje una experiencia de comprensión de lo real. Salir de la superficie, bajar donde están los sedimentos. Ir al fondo.

Sedimento

Gaspar Peñaloza

Editorial Aparte

56 páginas

Precio de referencia $5.000