Paula Gaete, presidenta Cooperativa Editores de la Furia:

Paula Gaete, presidenta Cooperativa Editores de la Furia: "Los fondos terminan por ser un parche"

Por: Elisa Montesinos | 10.07.2018
Es período de fondos concursables, de nervios, plataformas que se caen, cartas de apoyo que no llegan. Hay quienes prefieren no postular y buscan otras formas de sacar adelante sus proyectos editoriales. La editora y socia fundadora de Ediciones Oxímoron, y desde enero presidenta de la Cooperativa de Editores de la Furia (entidad que agrupa a pequeñas y medianas editoriales independientes), es de esta última opción. Conversamos con ella sobre el rol del Estado en la industria editorial.

–¿Independencia o esperar todo del Estado?

Es muy radical la pregunta, pero si tengo que elegir una, digo independencia. Me parece insensato esperar que el Estado nos entregue todo, pero no puedo negar la gran ayuda que se recibe de él. Personalmente me parece muy importante poder sacar adelante la editorial sin ayuda externa, aunque muchas veces se hace difícil por temas de financiamiento. Muchas editoriales realizan sus publicaciones gracias a los fondos del libro y cuando no las reciben, no publican. Creo que depender tanto de los fondos te limita mucho en cuanto a qué y cuándo estás publicando. Es importante poder consolidarse como editorial independiente mas allá de la ayuda externa. Las decisiones tienen que tomarse como empresa y según la línea editorial propia, ahí radica la originalidad de cada editorial.

–¿Participas en concursos públicos?

En Oxímoron participamos en concursos públicos, pero solo de los fondos de difusión. Estos fondos se orientan al apoyo en la participación de ferias del libro internacionales, que nos permiten generar lazos y relaciones comerciales con otras editoriales, en mi caso, latinoamericanas. No postulamos a fondos de publicación de libros porque nos parece que los plazos son muy largos y la selección es muy imprecisa. Sobre lo primero, los fondos del libro te exigen presentar proyectos de libros que estén prácticamente hechos, piden maquetas diagramadas, o sea, que todo el trabajo editorial ya esté listo (edición, corrección, diseño y diagramación). La inversión monetaria ya está hecha, financian solo la impresión. Sobre lo segundo, estos fondos no transparentan sus criterios de selección, y están siempre sujetos al jurado que evalúa. Uno nunca sabe qué libro puede quedar seleccionado y cuál no, porque no existe una pauta definida y objetiva. Además, el fondo de publicación siempre está sujeto a la curatoría del gobierno de turno, entonces, significa una cierta censura o aprobación de tus proyectos. Esta incertidumbre es contraria a los estándares de transparencia que deberían regir todo concurso público. Creo que es importante poder trascender este proceso de selección, por eso en Oxímoron publicamos lo que queremos, cuando queremos, a pesar de las dificultades económicas que podamos enfrentar.

–¿Cuál es el rol que debería tener el Estado en la industria del libro?

El Estado debería tener un rol mucho más amplio que los fondos concursables. Aunque reconozco la ayuda que significan en cuanto a financiamiento (que siempre es lo más difícil), me parece que las políticas públicas respecto al libro deberían estar más enraizadas en la industria misma. Los fondos terminan por ser un parche que no soluciona los problemas reales. Existen además las compras públicas, que aunque ayudan mucho a una editorial independiente, implican también una cierta censura de los libros que el Estado quiere tener en sus bibliotecas. Creo que las políticas públicas podrían abarcar aspectos editoriales tanto más necesarios, como por ejemplo, el fomento a publicaciones nacionales, la eliminación no solo del IVA al libro, sino también al papel y a todos los procesos de publicación, además de apoyo a autores nacionales y a la producción local.

–¿A quiénes beneficia el diseño de los fondos concursables y las compras públicas de libros? ¿Están bien diseñados ambos mecanismos?

Los fondos concursables benefician a muchas editoriales, no solo a las independientes. Significan un apoyo económico que permite imprimir libros que tal vez serían inviables por cuenta propia. Pero, como dije antes, creo que es una solución superficial al problema de la producción editorial en Chile. Repartir lucas a las editoriales no soluciona la vida de nadie, y menos va a permitir establecer y estabilizar la industria. Asimismo, las compras públicas son tan inciertas e inestables que es imposible depender de ellas para proyectarse a largo plazo. Uno puede vender un libro al Estado un año, y gracias a eso publicar muchos libros, pero al año siguiente, si no se vende, se paralizan los proyectos en carpeta. Entonces, tampoco solucionan nada. Creo que los fondos y las compras públicas son como una cortina que esconde los verdaderos problemas de la industria editorial. Están mal diseñados porque no establecen criterios específicos de selección, entonces uno nunca sabe cuál libro entra y cuál no. Con esto, es imposible poder proyectarse a largo plazo y sirven solo como un aporte superficial a las editoriales. Una editorial, como cualquier empresa, necesita tener una estabilidad económica para publicar, y los fondos y compras públicas son tan bipolares que no ayudan a lograrlo. Por eso existen tantas editoriales que abren y cierran y duran pocos años. Al final, nadie se ve verdaderamente beneficiado.

–¿Qué es lo que falta para que las editoriales puedan funcionar por sí mismas y sean sostenibles?

Lo que se necesita en Chile son políticas públicas concretas y profundas. En la situación actual, se agradece la ayuda de los fondos y compras públicas, pero las falencias de la industria editorial son mucho más profundas que el financiamiento de un libro o un proyecto de fomento lector. Como dije antes, una política pensada en la industria nacional permitiría fomentar todos los procesos de producción y proteger la industria completa: editoriales, imprentas, distribuidores, librerías y bibliotecas. La eliminación del IVA al libro sería un buen comienzo, pero deberían existir subvenciones a la exportación, beneficios tributarios que fomenten la producción local, impuestos a la importación que se deriven a proyectos sociales, etc. El libro sigue siendo un producto muy caro para una familia chilena. Proteger el libro producido 100% localmente podría disminuir los precios de producción, lo que se traduciría en libros más baratos. La raíz del problema editorial radica en que el Estado no muestra ningún interés real en disminuir los precios y hacer el libro más accesible a todos. El libro nunca debería considerarse un lujo, y actualmente, lo es.