Ocurrió en abril de este año, cuando el académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile y doctor en Física, Miguel Kiwi, fue invitado a dictar una conferencia en San Francisco, Estados Unidos.

El docente tuvo problemas con su tarjeta de crédito y le pidió al banco una renovación. Sin embargo, la solicitud le fue rechazada por el organismo, que argumentó que el científico -cliente por más de tres décadas del mismo banco- había traspasado el límite de edad.

"Me pilló de sorpresa. Me dio una rabia infinita. No me lo esperaba para nada. El banco estaba cubierto, yo tenía depósitos, no había motivo alguno para este trato", reclamó el presidente de la Sociedad Chilena de Física en entrevista con Radio ADN.

Miguel Kiwi, quien acaba de alcanzar los 80 años, no se quedó conforme con la respuesta y volvió a insistir. El banco revocó la medida, pero dos meses después vio en las cartas al director de El Mercurio un caso similar al suyo, relatado por  Ilsa Soza, una profesora normalista jubilada, quien sufrió la misma discriminación y necesitaba el método de pago para el servicio de Netflix.

"No busco caridad. No espero conmiseración ante el deceso. Soy pasajera viva en la carroza que vaticinó mi ejecutivo bancario. Solo quiero renovar la tarjeta de crédito. La mía y la de otros que caminan conmigo", escribió en la carta publicada el pasado 28 de junio.

Fue así cómo Kiwi se decidió a hacer público su caso, enviado una carta en respuesta a la docente: "Una sociedad se caracteriza por la forma en que trata a sus adultos mayores. Aquí somos descartables. Cumplimos nuestro cometido y arrégleselas como pueda", concluyó el académico, agregando que, paradójicamente, tras su reclamo comenzó a recibir una serie de ofertas bancarias para obtener tarjetas de crédito.