El gremio de camioneros de Brasil cumple este lunes una semana de huelga, que está llevando al país a una profundización de la crisis política y social en la que está sumergido y que ha paralizado buena parte de su vida pública. Hospitales desabastecidos, supermercados sin productos, aeropuertos cancelando vuelos nacionales e internacionales y puerto que se quedan sin mercancías que exportar. Este es el panorama que hoy viven los brasileños y brasileñas en todo el país.

El miércoles en varias ciudades se vivieron imágenes de coches amontonados en gasolineras que quedaban con las últimas reservas de combustible. El jueves ya se hablaba de crisis y todas las grandes ciudades recortaron el transporte público a la mitad. El viernes la crisis ya se había convertido en un caos nacional:  los aeropuertos cancelaban muchos de sus vuelos, incluyendo algunos internacionales y São Paulo se declaró en estado de emergencia con el 99% de sus gasolineras vacías.

Los conductores protestan por el alza del precio del combustible que no han dejado de subir desde junio de 2017, cuando la petrolera estatal, Petrobras, empezó a basarse en la oscilación internacional. El país no tiene práctica en tasar el precio del petróleo de forma libre. La norma siempre había sido que Petrobras modificase artificialmente su valor siguiendo indicaciones políticas, pero con la llegada de Michel Temer al poder en mayo de 2016, tras un impeachment a Dilma Rousseff, se renovó la cúpula directiva de la petrolera y se les dio libertad para cambiar el sistema de precios. Ellos decidieron basarse en la oscilación internacional, la cual no está precisamente a la baja últimamente. Hace dos semanas el barril de Brent alcanzó los 80 dólares por primera vez desde 2014. Los precios han subido un 50% en un año y la moneda local, el real, ha perdido un 4,3% de valor en el último mes.

Ante estas cifras, Temer, que cuenta sólo con un 5% de aprobación, no ha sido capaz de ofrecer una solución. El mandatario trató de convencer a Petrobras de que bajase el precio del diésel un 10% con respecto al valor internacional durante 15 días como gesto de buena voluntad para negociar. Con esto, disparó el miedo a que la política volviese a controlar Petrobras y las acciones de la petrolera se desplomaron al menos un 14%. Su contraproupuesta fue, entonces, pagar a Petrobras la diferencia entre el valor internacional del diésel, pero su propuesta no convenció y el viernes terminó por amenazar con llamar al Ejército para que despejase las carreteras.

Brasil es el país que más depende de sus autopistas en el mundo, con el 58% de su mercancía —y, sobre todo, el 90% de su petróleo— entregándose a través de ellas.