Leonardo Arenas (AHF Chile) por Plan Integral contra el VIH: "Estamos ante una oportunidad histórica para dar respuesta"
Todas las alarmas se encendieron cuando, hace casi un mes, se conocieron los datos que alertaban del preocupante incremento de nuevos contagiados por VIH en Chile durante los últimos siete años (la medición abordó de 2010 a 2017), contrario a la tendencia mundial que va a la baja.
Por esos días se publicaron cifras dispares: que el aumento había sido de un 96%, que en total eran 50 mil las personas que no estaban al tanto de su condición, que la tasa en Chile era de 2,9 contagiados cada 100 personas, en contraste con la mundial de 1,2 –situación que luego fue "aclarada" por el ministro de Salud–.
Sin embargo, los ánimos ya se han calmado, también porque hay certeza de la poca claridad en los datos. El gobierno además anunció hace algunas semanas los lineamientos que seguirá el Plan Nacional contra el VIH/Sida, iniciativa que para su elaboración contemplará una jornada de trabajo del Ministerio de Salud con organizaciones de la sociedad civil que trabajan en torno a la temática, como la que está fijada para este lunes 07 de mayo.
Y en la previa al encuentro, Leonardo Arenas, coordinador de AHF Chile –la organización más grande a nivel mundial que trabaja en torno al VIH, con 880 mil pacientes atendidos y 42 millones de condones repartidos en 2017– conversó con El Desconcierto con respecto a su mirada en torno al tema y sus expectativas con respecto al desarrollo de las políticas públicas correspondientes.
¿Qué esperas del desarrollo de esta jornada?
Estamos ante una oportunidad histórica en dar respuesta. El aporte nuestro es que debemos cumplir lo que Chile ha comprometido. Debemos apuntar hacia las metas 90-90-90, que Chile suscribió en el I Foro Latinoamericano y del Caribe sobre el Continuo de Atención al VIH que se celebró en la Ciudad de México en 2014.
En esa ocasión, los países se centraron en la evidencia respecto del impacto que tiene el tratamiento en las personas viviendo con VIH y que tienen alta adherencia a este tratamiento, y que por tanto, tienen una carga viral suprimida, lo que significa que se disminuye en un 97% la posibilidad de transmisión en una relación sexual sin condón. Ese impacto no había sido medido y eso nos permite decir que al 2030 nosotros podemos llegar a no tener SIDA. Para eso, las metas consisten en que necesitamos que el 90% de las personas que viven con VIH en el mundo conozcan su situación; que el 90% de ellas esté en tratamiento; y luego, que el 90% de los que están en tratamiento esté con carga viral suprimida.
A partir de eso, ¿cuáles debieran ser los ejes principales?
En Chile hay una brecha de 25 mil personas que desconocen su situación. Las últimas cifras que tenemos de Onusida de 2016 –elaboradas a partir de un informe del Minsal– es una estimación de que hay 65 mil personas viviendo con VIH, y 40 mil personas ya están notificadas en Chile. Entonces tenemos que apuntar con campañas efectivas a que las personas se hagan el test, ahí hay una barrera estructural, una barrera ideológica de cómo permitir que las personas se tomen el test sin tantas trabas burocráticas.
En Chile no se puede ocupar el test como AHF lo recomienda, de manera masiva y en espacios abiertos, por toda una serie de restricciones normativas. Entonces nosotros esperamos que el gobierno avance rápido en cambios legislativos respecto de que el test de VIH es un dispositivo y por tanto, puede ser usado por organizaciones comunitarias, en sedes o a través de móviles para llegar a lugares más focalizados que es donde efectivamente está la epidemia en Chile. Ese cambio se requiere. AHF promueve que el test sea aplicado por una persona que esté capacitada no necesariamente un personal de la salud.
Me mencionabas las cifras de Onusida, ¿cómo ves tú todo el alboroto que hubo por los datos acá?
Me parece preocupante que se utilicen las cifras para generar una alarma pública, así como decir que hay sida sin control. Además es contraproducente respecto de las medidas de protección que deben tener las personas.
Y de las cifras me preocupan algunas cosas más de fondo: se sigue concentrando la epidemia entre 20 y 39 años, no hay un aumento considerable de adolescentes. Por otra parte, si dentro de las metas 90-90-90 queremos disminuir las 25 mil personas que no están enteradas, queremos que ellas conozcan su situación serológica de aquí al 2020, los números en Chile con respecto a las nuevas notificaciones va a subir y el gobierno tiene que tener presente eso porque estamos en la ruta de que crezca el conocimiento de las personas.
Lo que hay que determinar es si son nuevas o antiguas infecciones, y de estas nuevas infecciones, ¿son porque las personas no sabían de las formas de protección o a pesar de saber de la forma de protección, no usaron los métodos adecuados? Esa es la pregunta que me parece más interesante, más que saber si son 25 o 50 mil.
Con respecto al debate que se generó sobre la educación sexual en el país, ¿cómo crees que debiera abordarse ese tema?
Yo creo que lo primero que tenemos que preguntarnos es cómo implementamos la educación sexual en aulas: ¿Va a ser una asignatura? ¿Va a ser un tema transversal en las asignaturas? ¿Qué queremos lograr? Debiera apuntar a que tenga la misma preponderancia el que las personas desarrollen un pensamiento lógico, que puedan leer y comprender lo que lean, y que se puedan desarrollar como personas integrales, con respeto al otro. Y por tanto, la educación sexual no es solamente el ámbito reproductivo, ni la mecánica del ejercicio del coito, sino que se abra a un reconocimiento de diversidades, a la discusión del género, al tema de la afectividad.Poner estos temas a ese mismo nivel implica que tenemos una educación que está mirando en forma integral a la persona en lo racional y lo emocional, orientado a que sea un mejor ciudadano, a que obtenga placer de sus relaciones, que no sean dañinas, y que al mismo tiempo pueda ejercer como un trabajador calificado. Ese tiene que ser el planteamiento base, y para asegurar eso tendríamos que tener una ley –ya que no bastó un inciso al interior de una ley– que resguarde los contenidos mínimo. De otra forma, la educación sexual se la estamos dejando a los medios y al porno.