"¿Es esta la cola para sacar número para pasado mañana?”: Así esperaron los migrantes en el Estadio Víctor Jara

Por: Meritxell Freixas | 24.04.2018
Este lunes inició el proceso de regularización migratoria extraordinaria que permitirá entregar una visa temporaria a los migrantes que quedaron en situación irregular tras caducar su visa turista o aquellos que entraron por pasos no habilitados. El Desconcierto estuvo en uno de los puntos que más extranjeros concentró y esta es la crónica de la jornada.

“Atención, hasta el 190”. El anuncio resuena por los parlantes repartidos al interior del Estadio Víctor Jara, uno de las más de 170 sucursales habilitadas para la regularización migratoria extraordinaria anunciada con bombos y platillos por el presidente Sebastián Piñera.

Automáticamente, un grupo de unas diez personas desciende de la gradería sur del estadio, donde esperan sentados el resto de extranjeros, y se prepara para entrar a la cancha. Algunos cargan colchones y mantas dentro de bolsas de basura enormes, otros van en familia y también hay personas de edad avanzada. Al medio de la pista, 40 agentes de la PDI con sus respectivos computadores y cámaras trabajan mecánicamente tecleando los datos y tomando fotos y huellas dactilares.

[caption id="attachment_208755" align="alignnone" width="1024"]regulacion migratoria extraordinaria / M. F.[/caption]

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En total, 1.200 personas lograron entrar en el primer turno de este lunes. Son los afortunados que, después de pasar toda la noche en la intemperie afuera del recinto, consiguieron uno de los números que a las 3 de la madrugada repartieron los organizadores del dispositivo. La selección fue rápida, por orden de llegada, y se terminó en menos de una hora. Los primeros beneficiarios ingresaron al Estadio a las 4 y desde entonces, la mayoría sigue esperando su tanda.

No es fácil pasar el tiempo con el peso del cansancio de toda una noche en vela y el ansia por dejar listo un trámite por el que pelean más de 400 mil personas en situación de irregularidad, según datos oficiales. Algunos comen la fruta que les repartieron los voluntarios, fácilmente identificables por sus chalecos naranja fosforescente. Otros pasan el rato chateando o viendo videos en el celular. Los más agotados descansan en los pasillos, tumbados en el suelo. Quizás, el momento más entretenido que han vivido desde que entraron ha sido la visita de Piñera, quien se acercó al recinto a las 8 de la mañana, justo para poner en marcha la operación.

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“Bienvenidos a Chile los que vienen a trabajar honestamente”, les saludó el mandatario. El presidente recibió un una lluvia de generosos aplausos y halagos porque para los presentes es él quien les ofrece la oportunidad que tanto han esperado. Por eso, ni siquiera repararon cuando la autoridad se preocupó de recordar una vez más los estigmas que pesan sobre el colectivo: “No queremos que ingresen los contrabandistas, narcotraficantes ni delincuentes [...] no queremos abrir las puertas de nuestro país a quienes quieren causarnos daño”.

Para los haitianos, venezolanos, peruanos, colombianos y el resto de extranjeros y extranjeras que lo escuchan desde la gradería, el mandatario quedará guardado en su memoria como el hombre que les permitió ordenar su condición migratoria y permanecer definitivamente en Chile, algo que nunca quiso hacer antes su predecesora, Michelle Bachelet. “Piñera llegó e hizo la pega al toque”, resume una de las jóvenes, mientras mastica una manzana.

“Hasta el 200”, llama la voz femenina por micrófono. Ahora el mensaje es recibido con aplausos, silbidos y gritos del público. Los números redondos se celebran de forma especial, como si fueran parte de un ritual perfectamente instalado durante las apenas dos horas que lleva en marcha la ceremonia de registros. “Y recuerden, tengan a mano un número de teléfono, un correo y una dirección clara para agilizar el proceso”, continúa la voz del parlante. Uno de los voluntarios repite el mensaje en francés y creole.

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Amigas en la cola

Isabel y Diana revisan su documentación y comprueban que todavía falta mucho para que llegue su turno. Tienen los números 971 y 972. Bostezan. Desde la 1 de la madrugada que hacen cola y ya se lo han contado todo. Y todo es mucho, porque no se conocían. Pero han esperado tantas horas juntas, que al final se han hecho amigas. Diana Marrero tiene 21 años y hace sólo tres meses que llegó desde Perú. Animada por su hermana, que vive en Chile desde hace más de 20 años, se decidió a migrar porque -dice- “en Perú está todo muy mal”. Hoy trabaja en una imprenta. Su nueva compañera, en cambio, Isabel, tiene 37 años, es dominicana y llegó en 2015. Trabaja de vendedora en un quiosco y sus ganancias van en buena parte de vuelta a su país para destinarlas a sus dos hijos, de 14 y 19 años.

Su caso es uno de los muchos que demuestra las dificultades que enfrenta la comunidad dominicana para ingresar a Chile a través de una visa consultar. “Salí de mi país para cumplir el sueño americano, simplemente así”, explica Isabel. Sin posibilidades de conseguir una visa, la mujer viajó, procedente de Ecuador, hasta la frontera con Arica. Allí no tenía como seguir y tuvo que dar marcha atrás y pagar a un coyote para entrar por un paso no habilitado. “Cuando llegué a Santiago me autodenuncié y pasé a firmar una vez al mes”, señala. A los tres meses recibió la carta de deportación. “Cada vez que iba a la Comisaría a firmar me preguntaban por la carta y ahí me entraba miedo”, reconoce. Habla en pasado, convencida que desde hoy todo esto quedará atrás definitivamente.

Isabel tiene toda la esperanza en estos trámites, sin embargo, presentar la documentación ante la PDI no le garantiza que sus sanciones migratorias sean levantadas para recibir una visa temporaria. El “decretazo migratorio” aprobado por Piñera establece que será el subsecretario del Interior quien determinará “la suficiencia” de los documentos que presenten los extranjeros que se acojan a este proceso y “podrá revocar o suspender las sanciones migratorias que pesaren sobre ellos y aprobará o rechazará las solicitudes”. Ella, pero, está convencida: “Chile me trató mejor que Ecuador. Quiero seguir acá”, afirma segura. De fondo, nuevamente la voz por los parlantes corta la conversación: “Pido aplausos para los funcionarios de la PDI que están trabajando para vosotros”. Y la multitud palmea.

En la calle, nadie sabe nada

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En la calle Unión Latinoamericana, al exterior del estadio, el panorama es muy distinto. El caos, la confusión y la ambigüedad dominan la escena. No hay colas largas para entrar porque ya se repartieron todos los números de este lunes y martes. Sin embargo, quedan unas 300 personas esparcidas a lo largo de la calle, entre los dos ingresos del edificio, y no para de acercarse gente convencida de que la capacidad del recinto permitirá el acceso de todos.

Nadie sabe nada y todo el mundo pregunta y tiene dudas. Aquí no calzan tanto las declaraciones que el subprefecto de la PDI de la Jefatura Nacional de Extranjería y Policía Internacional, Cristian González, dijo a El Desconcierto, sobre lo “tranquilo, normal y ordenado” de la jornada.

Hay gente a ambos lados de las vallas de seguridad, pero el acceso ya no está permitido. La parte izquierda se reservó como entrada prioritaria y para la entrega de información. Plazos, documentos y funcionamiento de los turnos son las preguntas más respondidas por los voluntarios y voluntarias que tratan de informar. La gente interrumpe. Hay nerviosismo: “Me dieron este papel, pero no entiendo”, dice una señora desconcertada a una de las agentes de naranja. Justo a su lado, sentadas en el eslabón de una tienda, dos mujeres amamantan a sus guaguas en medio del barullo.

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A la parte derecha un grupo de hombres venezolanos que hoy no alcanzaron a sacar número discute cómo proceder: “Yo ya presenté mis papeles hace meses, estoy con la visa en trámite. Tuve que pedir permiso en mi trabajo para hoy y ahora me dicen que tengo que venir más días”, lamenta el más joven.

Otros planean quedarse a pasar la noche afuera para asegurarse un turno en los próximos días: “Queremos quedarnos pero de forma ordenada”, explica uno chico venezolano que lleva desde las 6 de la madrugada sin poder entrar. Su compatriota añade: “La información que nos dieron no fue veraz porque nunca dijeron que nos entregarían un número”, critica. "Ni los pacos saben nada", exclama otro tipo enojado. Mientras se enciende de nuevo el debate, una mujer les interrumpe: “Hola buenos días, ¿es esta la cola para sacar número para pasado mañana?”

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