VIH y la falta de educación sexual integral en Chile

VIH y la falta de educación sexual integral en Chile

Por: Rosario Olivares | 12.04.2018
Diversas han sido las reacciones de preocupación frente a la cifra que indica que desde el 2010 han aumentado en un 96% los casos de VIH en nuestro país. Alejandro Afani, director del Centro del VIH del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, declaró: "El VIH Sida está totalmente fuera de control en Chile y como país hemos tocado fondo”.

¿Cómo llegamos a tocar fondo? El reportaje que emitió Canal 13, “Él me contagio el VIH”, contenía las características generales con que se ha tratado el tema en nuestro país en las ultimas décadas: morbosidad, criminalización y reducción del tema al uso del condón. En respuesta a esto, las organizaciones civiles pusieron sobre el tapete una cuestión fundamental para abordar el asunto en la que quisiera detenerme: la responsabilidad del Estado en el aumento de los contagios.

En materia de Educación Sexual, desde el fin de la Dictadura Cívico Militar se podrían mencionar cuatro proyectos relacionados con el tema: las Jocas de comienzo de los noventas, las Agendas de Género de los gobiernos de Michelle Bachelet del 2006-2010 y 2014–2018, y los Siete Programas de Educación Sexual de Joaquín Lavín -algunos de ellos incluían la abstención como método de cuidado y anticoncepción-.

Pese a estos esfuerzos, como estudiante en los 90’ y como docente hace más de diez años, podría afirmar, y de modo muy responsable, que lo que ha sucedido en esta materia en las escuelas y liceos de nuestro país es casi imperceptible. Solo bastaría con una pequeña encuesta para saber la poca importancia que ha tenido en la formación de la mayoría de las y los chilenos. La ausencia del Estado en este sentido ha sido fundamental. Es por esta razón que una propuesta responsable de educación sexual debe ser ante todo obligatoria, integral, pertinente y, por sobre todo, informada.

Obligatorio. Los débiles límites de la Educación Pública dentro de un sistema neoliberal han trasladado la responsabilidad de la educación sexual a espacios individuales o de libre elección, lo que constituye una vulneración de derechos, pues no se logra garantizar la formación, el cuidado y el autocuidado de las y los estudiantes en el desarrollo pleno de su sexualidad. No puede ser que la instrucción sobre estos temas quede al arbitrio de los municipios, sostenedores o directivos, en general sin formación sobre el tema y con claros sesgos morales de por medio.

Integral. La dimensión sexual del ser humano no se constituye ni reduce a cuestiones reproductivas o de cuidado de transmisión de enfermedades. Entender estas experiencias de modo aislado y sin articular no puede menos que llevarnos al fracaso. La construcción social de la sexualidad, la identidad de género, la relación con nuestro cuerpo, el placer, el cuidado, el autoestima, el amor y el autoconocimiento, son algunos de los tantos ámbitos que forman parte de nuestro desarrollo y que deben ser considerados desde la sala cuna hasta la universidad. Por lo anterior, no basta con una campaña de televisión, mientras en la escuela poco y nada se habla, y se soluciona el tema con una guirnalda de condones (como en liceo emblemático en el que trabajaba), mientras se discrimina a la comunidad LGBTIQ, se refuerzan masculinidades machistas, o no se capacita a las y los docentes (muchas veces reticentes a estas prácticas por desconocimiento y prejuicios)

Pertinente. Cada contexto, experiencia y tiempo deben ser considerados para un Plan de Educación Sexual Integral, dejando atrás la homogenización de los procesos y características de niñas, niños y jóvenes.

Informado. El desarrollo libre y autónomo de la sexualidad de las y los estudiantes debe ser sin sesgos, sin omisiones ni censuras de parte de los adultos y que permitan, efectivamente, establecer la mayor cantidad de posibilidades y discursos en torno al tema, hasta hoy vedado por la aún fuerte presencia cristiana en nuestra sociedad.

Con todo, es necesario insistir, que un país que no tiene una política de Educación Sexual Integral malamente podría disminuir no solo las cifras de contagio de VIH, sino que también de las abuso y acoso sexual, discriminación a la comunidad LGBTIQ o femicidios. Es urgente que comencemos a discutir de forma amplia y democrática este tema, como alguna vez lo fue el debate en torno a la exigencia de Formación Ciudadana, y tomemos el peso a una demanda que hoy por hoy es vital para el desarrollo de niñas, niños y jóvenes.