CLACSO y la resistencia democrática en Brasil: Necesitamos a los cientistas sociales chilenos

CLACSO y la resistencia democrática en Brasil: Necesitamos a los cientistas sociales chilenos

Por: Menara Lube Guizardi | 20.03.2018
Desde esta peculiar condición de mujer, joven investigadora y brasileña, quisiera decir a mis colegas chilenos que los seguimos necesitando en estos debates y que, quizás, este sea el momento preciso para devolverle a Chile el protagonismo democrático que alguna vez tuvo en estos procesos.

Permítanme contarles una breve (y fascinante) historia sobre el papel central desempeñado por Chile en la articulación de las ciencias sociales en América Latina. Permítanme también disculparme si narro esta historia impelida por la peculiar perspectiva de investigadora mujer, joven y brasileña.

En inicios de 1957, veinte repúblicas latinoamericanas –entre ellas Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Colombia y México– convocaron, junto de la UNESCO, una reunión internacional en la entonces capital brasileña, Río de Janeiro. De esta reunión participaron representantes de los gobiernos, rectores universitarios, investigadores y directores de prestigiosos centros de investigación social de toda la región. Discutieron la necesidad de crear instituciones latinoamericanas supranacionales que respaldaran el desarrollo del pensamiento social.

Uno de los consensos alcanzados en el encuentro fue el reconocimiento, por parte de los Estados presentes, de que la solución a los problemas sociales enfrentados por los países latinoamericanos (que para aquél entonces protagonizaban un acelerado proceso de urbanización y migración campo-ciudad), demandaba la articulación de una perspectiva latinoamericanista. Se acordó, entonces, el financiamiento conjunto de un centro de formación y de un centro de investigación latinoamericano con la finalidad de promover el intercambio regional. Ambas instituciones quedarían vinculadas a la propia UNESCO.

Brasil y Chile tuvieron un claro protagonismo en la reunión de Río. Por lo mismo, se decidió que el país andino sería la sede del centro superior de formación de investigadores, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), que inició sus actividades en 1957 con la puesta en marcha de la Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS). En 1966, la institución se expandió con la creación de la Escuela Latinoamericana de Ciencia Política y Administración Pública (ELACP) y, en 1969, con la creación del Instituto Coordinador de Investigaciones Sociales (ICIS). Ya el país tropical albergaría un núcleo de “pesquisas” avanzadas (como decimos en portugués): el Centro Latinoamericano de Investigaciones en Ciencias Sociales. Creado en abril de 1957, el centro inició sus actividades en enero de 1958, en un edificio situado en la nostálgica “Praia Vermelha” [Playa Roja], a pasos del Pão de Açúcar” [Pan de Azúcar], cerro que es una tarjeta postal obligada de Río.

Entre fines de los '50 e inicio de los '60, estas instituciones florecieron moviendo un ingente intercambio de investigadores, pensadores y estudiantes de toda América Latina que, en este cruce andino-tropical, generaron una potente red latinoamericanista. Este proceso quedaría truncado con la deflagración del golpe militar en Brasil, en 1964, y con la deposición del presidente João Goulart. La radicalización de la censura y la progresiva persecución a cientistas sociales en territorio brasileño obligó el cierre del Centro Latinoamericano de Ciencias Sociales, así como el exilio de toda una generación de antropólogos, sociólogos, geógrafos y cientistas políticos provenientes de los más variados rincones de América Latina (y que se encontraban adscriptos al centro cuando se deflagró el golpe).

Brasil inauguró, así, un retroceso democrático que se alastraría a toda la región en la década subsecuente. En respuesta a los sucesos brasileños, aún en 1964, Chile asumió una importante función para todo el continente: defendió la mantención de todas las instituciones propuestas en la reunión de Río de 1957. Desplegando un ingente esfuerzo de gestión y administración, se dispuso a seguir cobijando no solamente a FLACSO, sino que también ofreció todo su apoyo al avance de nuevas propuestas integradoras que permitieran democratizar la producción de las ciencias sociales en América Latina. Mantuvo, por ejemplo, su compromiso de seguir albergando a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, fundada en 1948) que, junto con las escuelas que componían FLACSO, constituyeron el corazón internacional del debate crítico latinoamericano.

Mirando la postura chilena en retrospectiva, queda claro que se trataba de una posición de mucho coraje: no todos estaban dispuestos a comprar una pelea con el nuevo Régimen Militar de Brasil. Chile lo hizo. Todos los países de la región le debemos nuestro reconocimiento y agradecimiento por este papel político. Chile recibió y dio asilo a pensadores sociales brasileños, uruguayos, argentinos que, de la mano de sus pares chilenos, construyeron contundentes contribuciones a las ciencias sociales latinoamericanas e internacionales (como la “Teoría de la Dependencia”, por citar un ejemplo al que conviene no olvidar).

En 1965, Chile también actuó de forma protagónica en la convocatoria de una nueva reunión de los países latinoamericanos junto de la UNESCO, ahora en Bogotá (Colombia). En esta, reaccionando al golpe brasileño del año anterior, y observándose la eminente constitución de gobiernos dictatoriales en Sudamérica, se discutió la necesidad de avanzar hacia una representación supranacional de los cientistas sociales que permitiera la defensa del pensamiento, más allá de las casuísticas nacionales. Los países acordaron, así, la creación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, que empezó a funcionar ya en 1967 financiado por veinte países latinoamericanos y también bajo el alero de la UNESCO. Desde entonces, CLACSO aúna, como órgano colegiado, la representación de centros de investigación de toda Latinoamérica.

CLACSO y FLACSO constituyen un capítulo fundamental de las ciencias sociales en América Latina: son las instituciones que potenciaron la continuidad del pensamiento social en contextos de reducción de las libertades de expresión. No obstante, el bombardeo de la Moneda, el 11 de septiembre de 1973, marcó, tristemente, el inicio de la desarticulación del protagonismo chileno en estas redes latinoamericanas del pensamiento social. FLACSO cerró varias de sus escuelas y transportó sus sedes hacia otros países del continente (solo pudo retomar sus actividades plenamente en Chile en 1991). Ya el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales ha dejado de contar con la intensa participación de centros de investigación e investigadores chilenos.

Actualmente, CLACSO está compuesta por una gran red de centros de investigación –628, para ser más precisa, diseminados por 48 países–, los cuales votan a los representantes que componen el consejo y que constituyen, hasta la actualidad, el principal vehículo de expresión pública e internacional de las ciencias sociales de América Latina. Chile solo pudo volver a integrar el consejo después de 1991 y, en la actualidad, detiene 26 de los 628 centros de investigación afiliados al él. Los años de dictadura han sembrado una historia dura de digerir: en la práctica han significado la ruptura del papel protagónico que Chile ha tenido en la defensa de la libertad de expresión, del pensamiento científico democrático y democratizante que articula las producciones latinoamericanas.

Como antropóloga, vengo trabajando desde hace siete años en instituciones de investigación del centro, sur y norte de Chile y he podido constatar los efectos de este insuperado olvido. Pocos de mis colegas chilenos de mi generación tienen dimensión de que hubo un momento, en los vaivenes de nuestras historias políticas, en el que los investigadores sudamericanos pudimos contar con el compromiso incansable de nuestros pares chilenos por la defensa de un pensamiento social latinoamericano. Pocos conocen el capítulo chileno de la historia de CLACSO y de otras instituciones latinoamericanas con un pasado común: la resistencia democrática.

En este desafiante 2018 –en que vemos el claro retroceso de las salvaguardias democráticas en muchos países de América Latina, entre ellos Brasil–, tengo la nítida impresión de que necesitamos, una vez más, contar con la voz y el protagonismo de nuestros colegas cientistas sociales chilenos. La agudización de las intervenciones militares en ciudades brasileñas como Río de Janeiro, el creciente estrangulamiento de las universidades públicas de Brasil y la inaceptable censura aplicada a los rectores y profesores universitarios más críticos al escenario político de este país reincorporan imágenes y hechos que vimos en los años '60 y '70. El pensamiento social latinoamericano está convocado, una vez más, a asumir su papel protagónico como vehículo de reflexión sobre estos contextos y como artífice de la garantía de la democratización de la expresión pública de ideas.

En unos meses más, en noviembre, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales celebrará su congreso internacional y promoverá el debate que precede a las elecciones para sus representantes y para su secretaría ejecutiva. Desde esta peculiar condición de mujer, joven investigadora y brasileña, quisiera decir a mis colegas chilenos que los seguimos necesitando en estos debates y que, quizás, este sea el momento preciso para devolverle a Chile el protagonismo democrático que alguna vez tuvo en estos procesos. Es nuestra responsabilidad, como lo fue décadas atrás, posicionarnos frente al retroceso de la democracia que viene atravesando el mundo de norte a sur y que a nosotros nos interpela en una condición particular: latinoamericana, si se quiere.