El próximo Gobierno y los desafíos para defender nuestro medio ambiente
El gobierno de la presidenta Michelle Bachelet ha tomado una posición política sobre el cuidado del medio ambiente, desarrollando un ambicioso programa que ha sido destacado no sólo en nuestro país, sino a nivel internacional. Su actuar ha servido como ejemplo para organismos internacionales y ha sido referida por importantes personalidades dedicadas a visibilizar las graves problemáticas medioambientales producto del calentamiento global.
Chile ha desarrollado planes intersectoriales, a través de distintos ministerios e instituciones públicas, que ya rinden importantes frutos. Un ejemplo es Metro de Santiago, que incorporará energías renovables no convencionales (ERNC) y obtendrá alrededor del 76% de su energía de esta forma, lo que implica una reducción de CO2 equivalente a una plantación de 9.600.000 árboles. Por otra parte, se han articulado múltiples iniciativas en el área de energía, transporte y obras públicas, entre las que destaca la Estrategia Nacional de Biodiversidad, el proyecto de ley que pone fin al uso de bolsas plásticas (anunciado por Michelle Bachelet en septiembre pasado en su visita a la ONU) y las certificaciones ambientales a establecimientos educacionales en todo Chile.
También destacan los distintos planes de mitigación y adaptación de servicios de infraestructura al cambio climático, con iniciativas como las de “Engie Chile” quienes inauguraron la primera micro-central hidroeléctrica de su tipo en todo el mundo, o el programa “Comuna Energética”, donde recursos son traspasados a municipios de todo Chile para que implementen cambios en función de políticas y necesidades globales. Por último, cabe recalcar el aumento de paneles solares en hogares e instituciones públicas (el Palacio La Moneda, por compromiso de la mandataria, tiene en su edificio estos paneles).
La manera en que el gobierno ha abordado la electromovilidad es otra muestra de cómo la institucionalidad se hace cargo de problemas sociales como los que viven las personas electro dependientes. Esta última realidad fue considerada por el Ministerio de Energía, desde donde se dieron a conocer una serie de medidas para proteger la salud de los pacientes.
En síntesis, hay múltiples medidas que demuestran que la revolución energética, la protección a nuestra biodiversidad, la educación ambiental y los cumplimientos de tratados internacionales no son sólo un slogan contingente, sino que se traducen en un conjunto de acciones que ya han comenzado a beneficiar a nuestro país.
Chile no sólo ha avanzado con iniciativas institucionales para el cuidado del medio ambiente, también ha concentrado la mirada de personalidades e instituciones internacionales, recibiendo importantes reconocimientos. Por una parte, la Organización de las Naciones Unidas condecoró a Michelle Bachelet como “Campeona de la Tierra”, siendo la primera jefa de Estado en Sudamérica de recibir este reconocimiento. Por otra, Al Gore (Albert Arnold), vicepresidente de EE.UU. en la era Clinton, Premio Nobel de la Paz y actual presidente de la Alianza para la Protección del Clima, destacó a Chile como una fuente de inspiración para el resto del mundo por la adaptación de su matriz energética; y en su documental "Una verdad incómoda 2", mostró a Chile como uno de los países que más rápido se ha adaptado a los desafíos del cambio climático. Estos dos reconocimientos internacionales escenifican la valoración de un trabajo correcto que debemos visibilizar y comunicar como un logro del Gobierno.
Por cierto, la tarea no está finalizada y no podemos caer en el conformismo o la autocomplacencia. Debemos señalar sin ambages, que el trabajo debe ser permanente y no sólo desde las instituciones de gobierno: la tarea también es responsabilidad de la ciudadanía y sus organizaciones, puesto que el desafío es transversal y nos compete a todos y todas. La articulación, el trabajo territorial y la educación de las comunidades son un sello por reforzar este 2018 para que nuestra sociedad tome consciencia sobre las urgencias medioambientales que tenemos que enfrentar y podamos impulsar transformaciones socio-ecológicas que mejoren la vida de las comunidades.
Lamentablemente, el presidente electo Sebastián Piñera, no ha dado señales de querer profundizar los avances de la presidenta Michelle Bachelet: más bien ha propuesto una continuidad desapasionada a través de la apropiación simbólica del trabajo realizado y proyectado por este gobierno. El programa de gobierno 2018-2022 tiene incorporadas promesas que ya se encuentran en marcha, como el servicio de biodiversidad y áreas protegidas, que la presidenta Bachelet ingresó como proyecto de ley durante 2014 y busca enriquecer la institucionalidad para llenar vacíos. También Piñera señala que potenciará el uso de leña seca, lo cual fue parte de una campaña del Ministerio de Energía durante 2017. Asimismo, dice que añadirá la participación ciudadana en el área, no obstante que durante este gobierno ya el Ministerio de Medioambiente realizó una consulta pública sobre el plan de adaptación al cambio climático y la potenció a través de fondos como el de Protección Ambiental, que financia a organizaciones sociales para que puedan trabajar con sus comunidades en la educación ciudadana y la defensa del medioambiente. En relación con los acuerdos internacionales, el próximo gobierno promete cumplir los compromisos adoptados en el Acuerdo de París de aquí al 2030, sin profundizaciones significativas para seguir construyendo un país más sustentable.
El nombramiento de Marcela Cubillos como ministra de Medioambiente, es preocupante, ya que se demuestra el poco valor e interés por parte del futuro Gobierno en poder profundizar positivos cambios en esta cartera.
Por tanto, ante estas señales ambiguas, o derechamente erráticas, que han emanado de los equipos de Piñera, la sociedad civil debe seguir trabajando, observando y exigiendo la profundización de la protección del medioambiente, la biodiversidad y el combate al cambio climático. Además, necesitamos seguir invirtiendo económicamente para poder cumplir con los compromisos. El destacado economista Joseph Stiglitz, en una entrevista sobre el cambio climático, sostuvo que no es necesario aumentar la productividad de las industrias para mejorar la situación económica global, dado que las consecuencias del cambio climático son sufridas por todos y especialmente por las sociedades menos desarrolladas, desestimando la dicotomía entre economía y medioambiente. Al contrario, las economías se están adecuando a los nuevos escenarios, lo que se evidencia en que hoy existen más trabajadores vinculados a la elaboración e instalación de paneles solares que mineros que trabajen en minas de carbón. Por lo tanto, la economía puede proponer y reforzar la convivencia efectiva entre los recursos económicos y el cambio climático.
Esta última parte, es un desafío que debemos visibilizar desde la sociedad civil a través de la opinión pública y el trabajo en comunidades organizadas, para que Chile siga siendo reconocido como un país proactivo a la hora de hacerse cargo de los problemas ambientales, independiente del gobierno de turno.
El nombramiento de Marcela Cubillos como ministra de Medio Ambiente es preocupante en tanto su trayectoria no está asociada a esta área, lo que demuestra la liviandad y el escaso interés del futuro Gobierno en profundizar los cambios realizados desde esta cartera.
Por último, llamamos a todas y todos a no dar espacio alguno para que se estanquen o disminuyan los avances señalados y menos que se utilicen excusas vinculadas a las necesidades económicas. La visión mercantilista que tiene la centroderecha chilena para abordar los conflictos de las comunidades, sin duda, puede ser una amenaza para nuestro desarrollo medioambiental. No se trata de oponernos al próximo gobierno en cada una de sus iniciativas, sino de buscar defender y fortalecer lo ya logrado, a través de la articulación de la sociedad civil y la opinión pública, en función de desplegar una vigilancia crítica que promueva profundizar lo avanzado en línea con la agenda medioambiental del gobierno actual, la cual ha producido importantes externalidades positivas para la sociedad y nuestro medioambiente.