Santiago Maldonado: El oprobioso thriller de la Argentina
Se avanza a esta hora en los pormenores de la autopsia y no se sabe cómo terminará el thriller, colmado de oscurísimos despuntes y un asomo letal en la corteza histórica de la Argentina. Lo que sí se sabe es que si el cuerpo hallado recientemente en el río Chubut (río arriba y después de que el lugar fuera rastrillado en tres ocasiones) es el de Santiago Maldonado, el macrismo la tiene difícil. Se sumerge entero –y a dos o tres días de las elecciones- en su dilema más pesado: admitir que la Gendarmería, su disimulada mano derecha en la represión, se manda sola y que ellos son los espectadores inocuos de un réquiem entonado con mucha abyección y demasiada sangre, o asumir los excesos como circunstancia del gobernar, en cuyo caso erosionan lo poco que les quedaba.
Esto es porque el macrismo lo fundó todo en la idea de que la concentración económica puede funcionar sin doler si se la reviste a tiempo de un ejercicio transparente del poder, un ejercicio formal, limpio y adulto. Ya lo sabemos: todo eso se abrevia en la palabra “fetichismo”, de la que Macri se valió con pericia a la hora de escindir al ciudadano de la envolvente “pueblo” y develar con un golpe de timón el supuesto paraíso sucio, infantil, perversos y polimorfo que primaba hasta que él llegó.
Fue la carta que este gobierno le jugó a las desprolijidades del kirchnerismo, con sus nobles redistribuciones desarrollistas pero borroneando también indicadores, entusiasmándose con los enredos e improvisando día a día –como lo hizo Cristina- una contestación a las invencibles apuestas de los poderes fácticos.
Eso también era difícil de hacer: había que idear una jugada maestra en el oleaje del instante cuando ésta tendría, a la vez, el juicio trascendental de la historia. No es fácil actuar así, como lo hacen los personajes de Shakespeare o como lo hacía el propio Marx redactando informes a las apuradas sobre las luchas en Francia.
Y la verdad es que esta dificultad (la dificultad en la que todo porvenir sitúa al que trata de arreglar algo en la destartalada instantaneidad del presente) el macrismo la rumió bien, la exhibió y la puso a la altura de los edictos del Weber mejor portado: el de la dominación legal, racional, formal.
Todo navegaba en orden, acaso como lo hacía hasta hace unos días el río Chubut, pero de pronto aparece un cadáver. Y alguien tiene que decir algo sobre esto, no es una aparición cualquiera. Es evidente que a quien le corresponderá pronunciarse es al gobierno: están ahí, hay micrófonos, sobre la identidad de Maldonado pesa a estas alturas una parte del planeta y la prensa está expectante.
Pero ¿cómo hacerlo? ¿Qué se puede decir? Por ahora lo que se les ocurre es hablar más bajo o un poco menos: mandaron a callar a Lilita Carrió para que no siga diciendo barbaridades. Mientras tanto se devanan los sesos tratando de pulir un buen argumento. Pero el argumento no aparece, y ahora les toca a ellos improvisar.
Se supone (desgarra el corazón el solo hecho de considerarlo) que el cadáver fue “plantado”, un verbo que no deberíamos estar en condiciones siquiera de pronunciar, y habrá que explicar entonces la laguna de los peritos, la inteligencia, los servicios y la panorámica que decían tener sobre lo que estaba ocurriendo en el país que gobiernan.
¿Habrá sido realmente capaz la Gendarmería de asesinar a alguien, esconder el cadáver y ponerlo a flotar justo en el momento en el que el macrismo iba por la cosecha y el carnaval brugheliano en versión “ciudadana”? ¿O el mismo gobierno, relajando un poco su “transparencia”, operó encubriéndolo todo, con infinitas máscaras y membranas que hablan de una democracia parlamentaria que se viene a pique y luce peligrosas heridas de muerte?
Sobra decir que todo esto es horroroso, que los billetes nievan en unas pocas casas del país a cambio de una indiferencia con todo lo que era humano que alcanza ya niveles brutales. Mientras tanto se rueda una nueva “lección de anatomía” (de las más feroces) en la Morgue Judicial de la calle Viamonte y habrá que confiar una vez más en la palabra de los especialistas. Aunque es imposible, ojalá que ese cadáver no sea el de nadie.