Blanco y negro: Eduardo Artés y José Antonio Kast
Estas elecciones presidenciales son muy particulares dentro de la historia de Chile. En primer lugar, las encuestas presentan a un ex presidente que ha alcanzado un 44% de las preferencias según la última encuesta Cadem, pese a que en 2012 poseía apenas el 34% de aprobación (Adimark, 2012). Es curioso que sólo dos personajes no hayan estado antes en el Congreso: la periodista Beatriz Sánchez, cuya popularidad me hace obviar su presentación, y Eduardo Artés, candidato presidencial por la Unión Patriótica (UPA). Este último ha manifestado ser una carta primordial de la izquierda marxista tradicional, puesto que es miembro fundador del Partido Comunista Acción Proletaria (PC(AP)).
Vale decir que han aparecido con fuerza los independientes: José Antonio Kast es uno de los más polémicos. Su historial abarca haber sido Secretario General de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y diputado de la república por el distrito 24 y 30.
Es muy llamativa la distinción ideológica tan polarizada que se aprecia entre Artés y Kast, pues están siendo un condimento especial que le agrega un sabor distinto a este periodo electoral. Representan la izquierda “más de izquierda” y la derecha “más de derecha”. Son los extremos del cordón. Establecen los parámetros que enmarcan las propuestas de los candidatos, porque hasta el momento nadie ha estado más a la derecha que José Antonio Kast, y de la misma manera, no ha habido quien se ubique más a la izquierda que Eduardo Artés.
En el debate presidencial de la Asociación Nacional de Prensa, fue notable la contraposición entre ambos candidatos. Artés rechazó el saludo que intentó darle el ex congresista y se excusó apelando al “fascismo” desde el cual habla el independiente, calificándolo como su “enemigo político”. Kast por su parte consideró que su adversario se “quedó en la Guerra Fría”.
Las distinciones se dirimieron más aún cuando al inicio del debate de la APN, el abanderado de la UPA realizó un saludo a los comuneros mapuches que protestaban a través de una huelga de hambre. En cambio, el ex miembro del congreso expresó que, a su parecer, la mejor forma para solucionar el conflicto en la Araucanía es militarizar la zona. Descarado ¿no? No sorprende viniendo de un partidario de la dictadura pinochetista (que también es un tema clave para este par).
Artés, sin embargo, tampoco está exento de ideas totalitarias. Ha demostrado su apoyo al régimen norcoreano y manifestado su admiración por Stalin. Aun así, se considera a sí mismo marxista-leninista, lo que significa otro ardor de potito para Kast, el anticomunista. Mientras que uno se enorgullece de ser pinochetista, el otro se declara un ferviente opositor a la dictadura cívico-militar.
Kast, por su parte, ha condenado el presunto respaldo de Artés a las violaciones de derechos humanos efectuados en la URSS, Corea del Norte y Cuba por los regímenes socialistas. Esto deja ver la hipocresía del independiente, pues parece haber olvidado que defendió las atrocidades realizadas por el régimen de Pinocho.
Estos personajes antagónicos, “enemigos políticos”, “enemigos de clase”, bordes de la paleta de candidatos, representan las ideas de lo más profundo del subconsciente extremista y son el sazón más interesante de éste periodo, pues es primera vez, luego del “retorno a la democracia”, que en verdad se está viendo demarcada la derecha y la izquierda… porque, a diferencia del resto de candidatos, a estos dos no me los imagino juntos compartiendo un asado.