La prohibición del uso del Parque Saval para "La Fiesta de la Cerveza Negra" en Valdivia
Valdivia, capital de la Región de Los Ríos, es una ciudad del sur de Chile marcada por su entorno natural, su cultura, su patrimonio histórico, su gente y sus diversas actividades económicas o sociales. Durante los últimos 15 años aproximadamente, inició un importante boom la industria cervecera, tanto a nivel industrial como artesanal. La consolidación de esta actividad económica desembocó en la realización de tres eventos de alta convocatoria durante el año, uno de ellos denominado “La Fiesta de la Cerveza Negra”. Estos eventos congregan a cerveceros valdivianos y de todo el sur de Chile, a exponentes gastronómicos, artistas y a toda la comunidad que se identificó positivamente con la cultura cervecera, disfrutando así una muestra cultural y costumbrista que año a año se constituía en un gran evento para el turismo y poco a poco en un patrimonio colectivo de importancia en la ciudad y la región.
Sucede que este encuentro, tradicionalmente desarrollado en el centro de eventos ubicado en el Parque Saval, recinto municipal que reúne características óptimas para el desarrollo de eventos masivos en la ciudad, sorpresivamente y ya hace una semana atrás, debió realizarse en otro espacio por la negativa municipal de facilitar el espacio público del Parque Saval, resultando finalmente una Fiesta de la Cerveza Negra de evidente menor calidad, con menos cantidad de exponentes, menor afluencia de público, precios más altos, e incluso con una sensación de menor seguridad por lo deteriorado del espacio habilitado para el evento durante este año. El daño ya estaba hecho.
Averiguando sobre las razones que motivaron la negativa municipal, me remonté a noviembre del año 2016, fecha en que los vecinos residentes del sector colindante al parque SAVAL en la Isla Teja, presentaron un recurso de protección en contra de la Municipalidad de Valdivia por afectación al derecho constitucional de vivir en un medio ambiente libre de contaminación. La Corte de Apelaciones de Valdivia, en su causa Rol Protección-860-2016 acoge la acción de protección y ordena a la Municipalidad de Valdivia lo siguiente y cito textual: “Solo en cuanto se ordena a la recurrida asignar personal de su dependencia, debidamente identificado, en cada evento con utilización de sonido amplificado en el recinto denominado “Parque Saval” de Valdivia, a fin de dar efectivo cumplimiento a la función de colaboración fiscalizadora que le permite la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades y que asume según la propia Ordenanza Municipal contenida en Decreto Exento 6.382, de 12 de agosto de 2.014, sobre protección del medio ambiente y límites de ruido en dicho recinto”.
En paralelo a lo judicial, se realizó un proceso de fiscalización por parte de la Superintendencia del Medio Ambiente de Los Ríos, en su expediente rol D-60-2016 iniciado por denuncias ciudadanas que culminan con una fiscalización el 18 de septiembre de 2016 y así se realizaron cinco puntos de medición de sonido colindantes al Parque Saval. Los resultados no fueron para nada escandalosos; se superó en 13 NPC (niveles máximos permitidos de presión sonora corregido) los 50 NPC permitidos por la norma de emisión de ruidos en dos puntos de la medición, en 6 y 2 puntos NPC en otros dos puntos de medición y en un punto de medición, no se superó la norma.
Como medida final de este procedimiento se gestionó un plan de mitigación del ruido que culminó de acordarse en marzo de 2017, cuyo objetivo transversal es cumplir con la norma de los 50 NPC. Así en su punto 4 señala “Eliminar ramadas y eventos similares en la Saval, meta: cumplimiento de los decibeles máximos permitidos”, además se incluyen la contratación de una consultoría relativa al tema, la modificación de los contratos de arriendo de los espacios, compra de equipo de medición de sonido, creación de protocolos sonoros y organizar reuniones con los productores de eventos en el parque.
No hay que ser un experto para apreciar que las sanciones no impiden la realización de actividades en el parque Saval, sino que exige mayor fiscalización de los eventos y el desarrollo de un plan de medidas que se destinen a superar la brecha en la emisión de sonidos para los eventos a realizar en dicho espacio. Pues bien, el municipio valdiviano optó por lo fácil y canceló todas las actividades a realizar en el parque Saval hasta la fecha de implementación del plan antes mencionado, con plazos ambiguos e indeterminados ya que se requiere licitar consultorías, compras públicas, etc., por lo mismo resulta llamativo que en declaraciones de prensa posteriores, el municipio se escude en lo oneroso de la mitigación y no haya por ejemplo, solicitado la invalidación de la sanción administrativa si consideró extremadamente oneroso aislar estos galpones y el centro de eventos del Parque Saval, o establecer condiciones a la realización de eventos bajo parámetros quizás más rígidos para los organizadores, o ordenar mayor fiscalización, o tantas otras medidas paliativas que la voluntad de trabajo y el compromiso con lo público, unido a un buen liderazgo pueden crear.
No es posible negar lo negativo que es no comprometerse con los espacios públicos comunitarios y gestionar de manera eficiente su adecuación a las normas. Sin lugar a dudas, comprendemos a los vecinos que debieron soportar ruidos molestos que afectan sus descansos, pero la convivencia social necesariamente debe privilegiar los bienes públicos especialmente cuando son espacios de encuentro transversales e igualitarios, donde fluye la cultura e identidad de una comunidad y otros valores tangibles e intangibles importantes para el desarrollo de las sociedades. Así se ha decido en el extranjero (ej: Coventry vs Lawrence año 2014 las actividades en el espacio público no constituyen una molestia), privilegiando siempre el arraigo histórico, cultural y colectivo de los espacios destinados a lo público, por sobre los asentamientos residenciales que con posterioridad son construidos en los alrededores de estos centros de eventos públicos.
Sospecho legítimamente que no hay un compromiso con los espacios públicos y con los eventos de carácter popular, privilegiando grandes gastos por ejemplo en bienes inmateriales de carácter netamente publicitario, como lo fue el evento Capital Americana de la Cultura 2016, que y como todos sabemos, no dejó nada de infraestructura cultural material para la ciudad, pero y porque todavía no hay claridad de esas partidas presupuestarias, inferimos que con un gasto infinitamente superior al que requiere adecuar los espacios del parque SAVAL para eventos masivos, justificándose el gasto sin aludir en ningún momento a lo oneroso que resulta y bueno, aquí estamos en el año 2017, sin espacio físico para las manifestaciones de nuestra tradiciones y eventos populares o culturales masivos.
El liderazgo político y el ejercicio de autoridad en una ciudad, debe exponer transparentemente a la comunidad cuáles son sus prioridades y este caso nuevamente nos demuestra que en materia de planificar los espacios urbanos quedamos completamente a la deriva, escudándonos en cualquier excusa y derivando el “problema” a otro sector de la ciudad, con menos condiciones, menos espacios de encuentro, con otros vecinos molestos, ensuciando así nuestro patrimonio, nuestra imagen, nuestra identidad y los espacios de encuentro que la comunidad busca y merece; todo muy similar al chiste aquel del sillón de don Otto.