Muere a los 61 años Liu Xiaobo, disidente chino y Premio Nobel de la Paz
El activista de la disidencia y Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, falleció este jueves bajo custodia en un hospital al norte de China, luego de haber sido excarcelado por razones humanitarias recientemente.
El intelectual falleció a los 61 años, luego de luchar contra un cáncer de hígado que terminó por vencerlo. Xiaobo había pasado los últimos 9 años de su vida bajo prisión. En 2010, se le concedió el Premio Nobel de la Paz por su pelea por la democratización de China.
Liu tuvo un fallo respiratorio, que lo obligaba a requerir de una máquina de respiración artificial. Sin embargo, su familia se opuso a mantenerlo con vida a través de este método. El activista y sus cercanos se encontraban bajo fuerte resguardo policial, pues era considerado un enemigo por el gobierno.
Los jueces estimaron sus escritos cuestionando al Partido Comunista chino como un peligro a la integridad del régimen, así como su participación en la Carta 08, un manifiesto que en 2008 pedía reformas democráticas para el país, como la separación de los poderes del Estado o la instauración de un sistema democrático. El 25 de diciembre de 2009 se decidió su castigo: 11 años de cárcel por subversión. Antes, ya había conseguido condenas previas por delitos de la misma naturaleza.
Su última voluntad era recibir tratamiento médico en el extranjero, según consigna El Mundo, pero no fue autorizado. A fines de los 90, Liu Xaobo recalcó que "el mundo libre liderado por Estados Unidos combatió a casi todos los regímenes que pisotearon los derechos humanos", e incluso calificó como "éticamente justificables" la participación del país norteamericano en guerras alrededor del mundo.
Aunque se le prohibió enseñar y publicar en el país, Xiaobo editó abundantes artículos y escritos en el extranjero y apuntó a Internet como "el regalo de Dios al pueblo chino", dada la censura y control establecido por el régimen.
"El odio puede pudrir la inteligencia y la conciencia de una persona. La mentalidad de ver enemigos envenenará el espíritu de una nación, incitará luchas crueles y mortales, destruirá la humanidad y tolerancia de una sociedad y perjudicará el progreso de una nación hacia la libertad y la democracia", sentenció tras conocer su sentencia, en 2008.