Las indefiniciones del Frente Amplio: Modelo de desarrollo e interculturalidad
El pasado domingo 27 de mayo, en el programa Tolerancia Cero, el panelista Fernando Villegas, con su característica arrogancia, interpela insistentemente a la pre candidata del Frente Amplio, la periodista Beatriz Sánchez, en relación a los impuestos que las empresas deberían pagar. Luego que Beatriz Sánchez, le responde que, “(…) en Chile es bien difícil muchas veces hablar de impuesto, porque hay una cifra de impuestos que no es necesariamente la que se paga y a eso quiero atender (…)”, Villegas, como siempre lo hace [intentando ponerse más allá del bien y del mal], insiste en preguntarle a la invitada al programa: “Yo te pregunté de dónde sacaste esas cifras y cuáles son los porcentajes. ¿Cuáles son los porcentajes que paga la minería que deberían ser mucho más?”. Este es uno de los varios pasajes del programa en que el panelista, busca de diferentes formas, validar sus constantes ataques y menoscabo a las figuras del Frente Amplio (en sus argumentos recurre reiteradamente a señalar que, porque son jóvenes, porque no tienen experiencia, porque son discursos “trasnochados”, porque eso lo viene escuchando desde hace siglo, etc.).
Villegas hace todos sus esfuerzos retóricos, por demostrar la validez de tus tesis ideo-política, que no es sino una visión conservadora respecto de la política y la configuración de un proyecto de sociedad que parece solo ser sostenida, por el mismo e histórico sector político-social [aunque Villegas califica de retrógradas y trasnochadas las propuestas del Frente Amplio]. Sin embargo, me parece que en este campo de disputa política, es fundamental definiciones claras, y un lenguaje que tenga coherencia, consecuencia y viabilidad política. En tal sentido, además de ese tenso pasaje en que a Beatriz Sánchez se le interpela insistentemente en que demuestre con cifras concretas, y no solo especulaciones retóricas, hubo al menos dos temas en que no quedaron expresados con claridad: Uno de ellos tiene que ver con una definición ideológica en relación al modelo de sociedad y, por antonomasia, el modelo de desarrollo, y en segundo término, que a mi juicio debe tener una correspondencia con lo anterior, la situación que ocurre en el walmapu, con el denominado conflicto Estado- Pueblo mapuche. En relación a esto último, la argumentación sobre interculturalidad o multiculturalismo, presenta errores conceptuales como epistémico-políticos, que es imperioso que desde el Frente Amplio resuelvan. Es necesario que se tenga un lenguaje sustentado en perspectivas históricas, teóricas y conceptuales claras, y con un mínimo de coherencia entre lo que dice uno/a u otro/a aspirante a un cargo de representación popular [sea a la Presidencia de la República o parlamentarios]. Pero también, coherencia con lo que se dice en un momento u otro. Por ejemplo, sobre la cuestión de la autonomía del pueblo mapuche, respecto de lo cual la representante del Frente Amplio ha tenido ciertas vacilaciones.
Vemos los desafíos en relación al modelo de sociedad y en esto cabe discutir respecto del tipo de desarrollo que se plantea impulsar. En una columna anterior, sostenía la tesis de los desafíos del Frente Amplio, a partir de los postulados de Antonio Gramsci. Y desde el mismo lugar, sostengo [como había planteado] que para impulsar un proyecto contra-hegemónico, se requiere de un cambio cultural y moral. En este proceso, es fundamental que el amplio sector de las clases subalternas, puedan ser parte, por un lado, de la configuración de este proyecto [que es lo que al parecer se ha estado haciendo en gran parte del país] y por otro, generar un proceso de educación y difusión de los nuevos valores que son el cemento filosófico de este proyecto transformador. En palabras de Freire, implica leer críticamente el mundo, como un acto político – pedagógico para la reinvención de la sociedad. En estos términos, podríamos decir que se debe implementar una educación crítica y emancipadora.
Sobre la cuestión del modelo de sociedad, en el programa ya señalado, Beatriz Sánchez intentó [no con suficiente claridad y vehemencia] dar cuenta de cuáles son esos nuevos valores que fundamentan el proyecto del Frente Amplio. Vale decir, un esfuerzo a pesar de la constante caricaturización que hacía principalmente Villegas. Pero no fue suficientemente clara, ni segura en sus argumentos. Y esa muestra de debilidad argumentativa puede ser interpretada [y usada por sus adversarios], como falta de claridad o de inexistencia de un proyecto claro, que “asegure el desarrollo del país”. Pero volvamos a la cuestión de la definición del proyecto de sociedad y de desarrollo. Convengamos que lo que ha sido hegemónico desde la década del ochenta hasta ahora [considerando por cierto sus crisis y fisuras] ha sido el neoliberalismo y su ideología del individualismo extremo. Por lo tanto, un nuevo modelo de sociedad, debe ser claramente una antítesis de este. En términos simples, si para el neoliberalismo el esfuerzo y éxito individual es el paradigma que sienta las bases de su concepción de su sistema-mundo, lo que se debe promover como valores es la cooperación colectiva y respeto al medioambiente, que garantice el bienestar societal. Insistimos en esto: un modelo, que debe ser la antítesis al neoliberalismo.
Pero un cambio en una sociedad que respira individualismo y competencia, no es fácil. Por ello nuestra insistencia en la reforma moral y cultural. Si no es posible un cambio radical, me parece que al menos sería coherente y factible, pensar en un modelo, que recupere lo mejor del keynesianismo. Y en esto, el Frente Amplio tiene los intelectuales orgánicos [en términos gramscianos], para fundamentar teóricamente, como también en sus posibilidades concretas, como se sostiene económica, social y políticamente el proceso de cambio a un nuevo modelo económico que garantice mayor igualdad, seguridad y justicia social. La salud, educación, vivienda, como derechos básicos y los recursos naturales como derechos sociales, son un imperativo moral, en un país en donde las familias hoy tienen hipotecada toda su vida por estos bienes que han sido reducidos a una mercancía. Aquí no debe dejarse lugar ni a las confusiones ni especulaciones. Se debe tener una respuesta clara, coherente y segura.
Se podría sostener entonces, que una definición en este campo, debería plantearse como una antítesis al modelo de acumulación desmedida, desregulada del capital productivo y financiero, lo cual ha conllevado a naturalizar un sistema extractivista depredador, y a la mercantilización de todos los campos del mundo social. Esto implica, replantear la economía, la política y la cultura. Por ello es imperioso construir un nuevo sentido común, en donde esta nueva filosofía, se vaya insertando en los diversos espacios de la vida cotidiana. En palabras de Gramsci, significa la “necesidad de nuevas creencias populares, es decir, un nuevo sentido común, y, por consiguiente, una nueva cultura y de una nueva filosofía que se enraícen en la conciencia popular con la misma fuerza y con el mismo imperativo que las creencias tradicionales”.
Por otro lado, respecto a la realidad histórica que se vive en el wallmapu, se requiere urgente de una discusión profunda con actores relevantes [al menos esa impresión dejó la participación de Beatriz Sánchez en Tolerancia Cero]. Hay importantes intelectuales mapuches [formales e informales] que pueden aportar mucho respecto a la conflictividad histórica. En último caso, hay una extensa literatura desde donde se puede extraer antecedentes clarísimos para sustentar una discusión sobre esta materia [por ejemplo los interesantes trabajos de José Marimán, las obras del escritor Elicura Chihuailaf, son fuente de conocimiento histórico, político y cultural sumamente relevantes]. Si no se ha constituido aún, creo que es necesario que se genere un espacio, exclusivamente para abordar este tema, tanto para su análisis histórico, cultural y político, como para construir una propuesta clara de un pacto social, que permita avanzar en la reivindicación de los derechos ancestrales del pueblo mapuche, y de otros pueblos originarios. Ello, requiere de una perspectiva epistemológica, que resignifique y categorice las lecturas y el lenguaje sobre el wallmapu. La majadera insistencia en calificar de terrorismo, los diferentes actos de violencia que se manifiestan en el Wallmapu, ha sido el recurso discursivo político, que no ha hecho sino invisibilizar la dominación-explotación del nuevo patrón colonial-moderno.
En la misma línea, es necesario se tenga una propuesta clara respecto a la deuda del Estado con los pueblos originarios. Las experiencias de países como Canadá, Colombia o Bolivia, son solo referencias que pueden tenerse en consideración, pues las experiencias históricas, políticas y culturales, tiene sus determinaciones que obligan a definir un nuevo pacto social, que no necesariamente puede tener similitud a las experiencias de otros países. En términos epistemológicos y conceptuales, no puede haber confusiones entre lo que implica una concepción de interculturalidad [sobre todo desde una perspectiva crítica] a lo que conlleva la definición de multiculturalidad. Al respecto, cabe mencionar para la discusión, que el filósofo y sociólogo esloveno, Slavoj Žižek define el multiculturalismo como propio de la lógica cultural del capitalismo multinacional. Por ello, aquí no caben confusiones. Lo que debería fundamentar la propuesta del Frente Amplio, me parece que debe sostenerse desde una dimensión intercultural. Entonces, la filosofía intercultural [particularmente desde la dimensión crítica] debería ser el cemento de esta propuesta. Y en tal sentido, los actores principales para constituir el espacio desde el cual se construye dicho pacto, deben ser – ente otros y otras – antes que todos/as, los y las intelectuales y autoridades políticas y espirituales de los pueblos originarios. Y por supuesto, con los actores de la sociedad occidental, es decir en términos gramscianos, la sociedad civil y política del Estado –nación. Convengamos que la construcción del Estado uninacional, ha sido dominada por la racionalidad sustentada en la dupla modernidad-colonialidad (Quijano, 2005, Wallerstein. 1998). Este se ha constituido en el nuevo patrón de dominación, sustentado en la idea de raza, han justificado la esclavitud, la exclusión, negación y subordinación y el control dentro del sistema-mundo capitalista (Wallerstein, 1998), el cual hoy se esconde detrás de un discurso neoliberal multiculturalista (Žižek, 1998).
En consecuencia, la inserción en los espacios sociales [populares, indígena- campesino, estudiantiles, etc.] no puede ser solo un fin electoral, como ha sido la lógica de la clase política dominante [prácticamente toda la fauna política]. Sino por el contrario, debe ser un proceso de aprendizaje y construcción crítica de un proyecto colectivo y humanizador [nuevamente desde una mirada freiriana]. Cabe recordar que, la derrota de la dictadura no fue solo por medio de “un lápiz y un papel” como se instaló en el discurso oficial del establishment, sino que por la organización y protesta social popular que comienza a darse como más fuerza desde inicios de la década del ochenta. La elite política que se instala en el poder en 1990, no solo desconoce, le dio la espalda a las clases subalternas [mundo indígena, campesino, popular, sectores asalariados en general] y con la soberbia de un moderno despotismo ilustrado gobernó [supuestamente] para el pueblo, pero sin el pueblo.
Hoy las clases subalternas, nuevamente está siendo protagonista de su historia, por ello hay que cuidar no solo los discursos sino también la forma [los distintos movimientos y luchas sociales del último tiempo así lo demuestran]. Cuidado con arrogarse la representatividad de quienes no necesitan que los representen, pues son y han sido siempre los protagonistas de su historia. Este proyecto de sociedad, no debe ser solo ilusión o sueños utópicos pero imposibles de llevar a la práctica como insistentemente argumenta la elite. Y para ello, deben construirse las bases materiales y subjetivas. Si es un proyecto distinto, no se puede caer en la desesperación de llegar al poder solo por el poder. Este camino hay que pavimentarlo, hay que darle el soporte necesario para sostener este nuevo proyecto.
Ante la evidente intención de Villegas, de “demostrar” que el proyecto del Frente Amplio, y en particular la figura de una de sus cartas presidenciales, es inviable, porque no garantiza “desarrollo” para el país, es imperioso que se presente con mayor seguridad y claridad los conceptos fundamentales del modelo de sociedad que se postula. Se debe argumentar con solidez intelectual, desde donde se fundamenta el modelo de sociedad, y con la misma solidez, el cómo se materializará ese proyecto. Creo que, en esta nueva plataforma política, habrá consenso en que el capitalismo, en esencia y en su lógica de acumulación es egoísta, depredador y destructivo. Por lo tanto, no se puede pensar que el capitalismo se pueda “humanizar”. Se requiere de un modelo que vaya a contracorriente de este sistema salvaje. Pero ello no se logra de un momento a otro. Por ello, se requiere y paso a paso, construyendo una nueva filosofía, pero también demostrar, cuáles son las condiciones concretas que deben darse, para llevar a la práctica aquellas transformaciones que se busca implementar. Quedan algunas preguntas que necesitan de una respuesta más clara y contundente, sin lugar a equívocos: ¿Cuáles son las condiciones reales para implementar progresivamente este nuevo modelo de sociedad? ¿Cuál es el modelo económico que sostiene este nuevo proyecto? ¿Cómo se resuelve la deuda histórica con los pueblos originarios? ¿Cómo se enfrenta el patrón de poder neo-colonial del empresariado nacional y transnacional? ¿cómo se enfrenta y supera el sentido común individualista y competitivo expresado en el imaginario neoliberal del “emprendimiento”? Estas preguntas no son sino desde el más elemental sentido común, ese mismo que hay que reconfigurar.