Carta abierta a Ximena Rincón: Sin dinero público es incapaz de ganarse el pan
Estimada Sra. Rincón:
Perdón por lo de estimada, es sólo una formalidad. Lo cierto es que no hace falta tener afecto a los políticos.
Me dirijo a Usted para contarle el trastorno que me ha producido leer su entrevista en la revista Paula, que supongo en tono de broma macabra, decidieron titularla "Reflexiones…".
Desconcierto por quién le hizo las preguntas, ya que, ni el extinto Chavo del 8 se merecía una entrevista tan mediocre. Y por sus respuestas que me han producido una mezcla de sensaciones. He dudado si sentir pena, llamarle directamente caradura o simplemente llorar sin consuelo. Analizarlas no vale la pena ni siquiera para un alumno de primer año de periodismo. Pero sí para un ciudadan(@) que al fin y al cabo, somos los que hemos pagado su estancia en el gobierno.
"No me contrataron por ser quien era…"
Para aclarar un poco la perspectiva del lector sería interesante decir que hay un tipo de políticos "trabajadores del partido" que nunca se han dedicado a nada más que ir allá donde fuera de utilidad política. Toda su carrera se la hecho su partido, utilizándola como ficha de poder curiosamente en gobiernos socialistas.
La única vez que ha salido de su círculo de confort, sufragado por los ciudadanos, fue cuando formó parte del gobierno corporativo de Provida, para discutir la reforma previsional. Cito esté hecho digno de admiración y de estudio. Se tiene que tener mucho menosprecio a la inteligencia de los ciudadanos cuando se les intenta decir que para reformar el sistema previsional, que por cierto, roba a plena luz del día, legitimado por las leyes, además hay que contratar y pagar los honorarios de un político.
Al final y después de restregarme varias veces los ojos para convencerme de que lo que leía no era una visión. Tengo que reconocer la poca precaución que hemos tenido todos al no exigir que un político nunca debe ganar más que cualquier ciudadano. Y dejar en puestos de relevancia a personas tan corta de luces, que una vez que se queda sin poder disfrutar del dinero público es incapaz de ganarse el pan.