Los pecados de Aguas Andinas: La multimillonaria que nos está acostumbrando a juntar agua
¿Hasta cuándo Aguas Andinas se va a burlar de nosotros, llamándonos a juntar agua cada vez que llueva un poco o mucho más de lo esperado en la alta cordillera? ¿Hasta cuándo, una empresa privada que en 2016 ganó 154 mil millones de pesos, 424 millones al día, nos va a mandar con un bidón a ponernos a la cola de un camión aljibe, para después decir que no va a compensar a sus clientes porque no ha habido negligencia, como lo hicieron en febrero de este año? ¿En qué tipo de país estamos viviendo, en que la potestad casi absoluta del elemento básico de la vida está en poder del empresariado, cuya principal y fundamental función es lucrar? Bueno, estamos viviendo en Chile, el único país del mundo en que el agua está entregada a la sed de dinero de los mercaderes, el único país del mundo –y esto no es metáfora, es literal- en que el 95% de los recursos hídricos está en manos de las decisiones de la gran empresa agrícola, forestal, hidroeléctrica y minera, con las comunidades en torno puestas en el último lugar de las prioridades, porque aquí lo primero es crecer, es producir y vender, y lo secundario es garantizar agua limpia para los vecinos y caudales decentes para los agricultores que ya no pueden subsistir. Estamos viviendo en Chile, el país del agua privatizada, donde los defensores del agua de Petorca son amenazados de muerte cuando denuncian que el monocultivo de la palta, y la usurpación del agua de esta industria, tienen a pobladores en la miseria.
Hay que alzar la vista. No nos podemos quedar en el reclamo coyuntural que se activa cada vez que nos mandan a juntar agua. Hay que observar quién es Aguas Andinas en Chile y qué marco protector ha llevado a la empresa a darse cuenta recién en 2016 que el cambio climático va a generar problemas recurrentemente en los caudales de los ríos. Debemos tener claro, cuando el gobierno diga que las inversiones de Aguas Andinas han servido para detener decenas de cortes de agua en los últimos años, cómo Aguas Andinas ha financiado a los diferentes sectores políticos del país para gozar desde el inicio de sus actividades de un manto protector que pudo haberle exigido hace muchos años –porque de cambio climático se sabe desde el siglo pasado- medidas paliatorias que justifiquen su control del recurso.
Debemos tener claro que Aguas Andinas es una de las empresas que ha financiado ilegalmente la política, como Penta y Soquimich, y que el Servicio de Impuestos Internos no la llevará a la justicia, como lo anunció la semana pasada, restringiéndose a sólo pasarle una multa, al contrario de lo que haría el Estado con cualquiera de nosotros si cometiéramos un delito tributario. Debemos tener claro lo que está detrás de esa flagrante injusticia: la decisión de no judicializar “los $430 millones pagados por Aguas Andinas a tres sociedades del abogado Pedro Yaconi, yerno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y miembro del comité de finanzas de su fallida campaña presidencial en 2009; los $27 millones cancelados a una sociedad personal de Pablo Longueira y los $53,5 millones que recibió Vox Comunicaciones, la misma empresa querellada por el SII por recibir dineros de Penta para la campaña presidencial de Laurence Golborne”, como asegura Ciper. Y lo más escandaloso: la decisión del SII -dependiente políticamente del Ejecutivo-, esa decisión que le da un trato a usted, pequeño emprendedor, y otro al imperio de Aguas Andinas, significa no dejar a la Fiscalía investigar los pagos ilegales que beneficiaron a una empresa de Sebastián Piñera, plata que el hoy candidato presidencial usó para –por ejemplo- pagar bonos de rendimiento al ex director ejecutivo de Chilevisión, Jaime de Aguirre. Cuando Piñera, el candidato salvador, le hable del corte de agua, acuérdese de este dato, y no se espante si las autoridades le siguen echando la culpa al cambio climático y lo siguen mandando a usted juntar agua, ojalá calladito.
En tanto, desde la gerencia de Aguas Andinas –empresa privada en la que el Estado tenía un 35% de participación hasta que Piñera como Presidente decidió vender- nos aclaran que “acá no faltan plantas” y nos piden que tengamos “comprensión” porque se trata de un evento mayor ¿Y si no es falta de plantas, entonces cuál es el problema y cuál es la responsabilidad que se asume? Porque hay un problema y hay responsabilidades ¿Evento mayor? ¿Qué va a pasar entonces cuando llueva tres o cuatro días seguidos y en realidad hablemos de un evento mayor? ¿Cuántos días vamos a estar sin el único recurso que asegura la vida? ¿Cuál será la actitud para compensar o no? ¿Tendremos que quedarnos otra vez de manos atadas, con un gobierno que no tiene mayores herramientas para exigir soluciones porque así lo indica la Constitucion, mientras los capitalistas suben año a año sus ganancias? Si nos guiamos por la actitud de la gerencia de Aguas Andinas en los últimos meses, tendremos que seguir juntando agua, mientras la empresa aumenta sus utilidades en 34 mil millones de pesos entre 2014 y 2016. Por lo visto, los únicos costos de este cambio climático –que seguirá recrudeciéndose año a año- lo pagan los que nada tienen que ver en las decisiones del Estado: nosotros, los ciudadanos.
Y todo esto, sin considerar el alto impacto que en los cauces de los ríos tienen proyectos como Alto Maipo, ese que aporta sus propias turbiedades al río y que según un estudio, avalado por el Colegio Médico, hace peligrar tanto las aguas del Cajón del Maipo que podría provocar que ya no se puedan consumir en cincuenta años más.
En vista de los hechos, con dos cortes masivos de agua en apenas dos meses –algo inédito-, y con Aguas Andinas –empresa protegida por el sistema político chileno- culpando casi exclusivamente al cambio climático y excusándose de responsabilidades, no habrá que esperar medio siglo para que se vuelva una tradición el vivir juntando botellas de agua; la imagen más lejana al desarrollo tantas veces prometido por los precursores del dominio de los eficientes privados en todas las aristas de nuestras vidas. Imagen asumida hace rato como la normalidad por los pequeños agricultores de Petorca y la tercera y cuarta región. Por lo menos esos precursores del imperio privado, en días como hoy, podrían ser un poco más valientes y mostrar la cara.