Codelco, Home Center y Minera Escondida: La huelga en Chile como terreno en disputa
La huelga que, de manera amplia, puede ser definida como la omisión, reducción o alteración colectiva del trabajo, con una finalidad de reclamo o protesta, o, en su extremo, potencialmente también puede ser concebida como la alteración colectiva del trabajo con la finalidad de controlar la producción, sus tiempos y resultados, ha sido para el movimiento obrero y sindical, históricamente, un mecanismo legítimo, apropiado y efectivo para la obtención de derechos y mejoras en las condiciones laborales y sociales y, muchas veces, la única forma que ha existido para alcanzar estos últimos.
Así, la acción obrera de protesta, su puesta en forma y desarrollo, también ha devenido espacio en disputa, no sólo de lo laboral, productivo y/o económico, como ha sido clásicamente concebido, sino que sobre todo como una contienda por el espacio en sí, en tanto mecanismo político/ideológico que potencialmente permite, además de la lucha por lo material, una transformación en las estructuras significantes de los individuos y colectivos involucrados en este tipo de acciones.
Tres de las últimas movilizaciones de importancia ocurridas en Chile entre el año 2015 y lo que va de 2017 nos muestran una tendencia a imposibilitar, invalidar o descalificar la negociación y el conflicto propio de la relación capital/trabajo, desprestigiando a partir de su inutilidad, a la huelga como instrumento que permite avanzar a los trabajadores, quiero decir con esto a la población en general, en la mejora de sus condiciones laborales y, por lo tanto, de existencia.
Entre los meses de julio y septiembre del año 2015 la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), principal organización de trabajadores subcontratados de la minería, buscó negociar el Acuerdo Marco que, desde el año 2007 y luego de una extensa huelga que duró 37 días y paralizó todas las divisiones de la minera estatal, rige las relaciones laborales entre los contratistas y la mandante CODELCO. Este acuerdo, desde sus inicios fue renovado de manera bianual (2009, 2011 y 2013), permitiendo realizar permanentes mejoras y ampliando sus alcances. Sin embargo, el año 2015, luego de tres meses de intensas negociaciones, en donde la tónica fue un desconcertante accionar de parte de la minera estatal, que, presionada permanentemente por la movilización de los trabajadores, quienes en ocasiones fueron reprimidos brutalmente (no hay que olvidar el asesinato de Nelson Quichillao por parte de por FF.EE. de Carabineros en El Salvador), en este contexto, CODELCO y la CTC participaron de mesas bipartitas de negociación, al mismo tiempo que la estatal desconocía, en los hechos, los acuerdos alcanzados en tales instancias. Así, luego de tres meses en los que se articularon acciones de conflicto y diálogo y después de una oferta de parte de CODELCO que, aludiendo a los problemas económicos por los que atraviesa la empresa, buscaba rebajar los beneficios que asegura el Acuerdo Marco, no fue posible cerrar en buenos términos las negociaciones.
Otra de las movilizaciones que da cuenta de la tendencia que empuja al desprestigio de la huelga y la negociación en virtud del vaciamiento de su potencia fue la “histórica” movilización que sostuvieron los empleados de la ferretera retail Home Center organizados en el sindicato de trabajadores privados más grande del país, que involucró a más de 8 mil empleados, en una huelga sin precedentes en la empresa: Durante 26 días, los trabajadores se movilizaron poniendo en vilo las operaciones de las tiendas Sodimac. Algunos de los hechos que llamaron la atención durante esta huelga fue la descarada omisión del conflicto de parte de los medios de comunicación, las campañas de la empresa y contracampañas de los trabajadores a través de las redes sociales, el recurso desesperado de la huelga de hambre seca de algunos trabajadores que radicalizaron su postura en protesta por el nulo avance en las negociaciones con la empresa, cierto distanciamiento entre las bases sindicales y la directiva que terminó aceptando una oferta que ni siquiera llegaba a la mitad de otra realizada por la empresa en el contexto de movilización; si el petitorio de los trabajadores, en materia económica, solicitaba un reajuste salarial de 7% y un bono por término de conflicto del $500 mil, la empresa ofreció un aumento del sueldo de un 5% por sobre el IPC, además de un incremento en beneficios y un bono de término de negociación de entre $360 mil y $500 mil, según la antigüedad del trabajador. No satisfechos con la respuesta de la compañía, frente a esto, los trabajadores votaron la huelga. Sin embargo, al deponer las movilizaciones, luego de 26 días, la directiva firmó una propuesta más pobre que la oferta inicial realizada por la empresa, que consideró un reajuste salarial de 2% por sobre el IPC y un bono de término de conflicto de $200 mil por trabajador, además de un permiso administrativo por 10 horas para los trabajadores con contrato de más de 30 horas y 5 horas para los de 20 horas, y la posibilidad de que los empleados puedan acceder a un adelanto de 15 días de sueldo, que se descontará en 5 meses, para paliar los días por los cuales no recibirán ingresos por estar en huelga. En definitiva, la empresa, en un contexto de complicidad con el entorno a nivel político y mediático, impuso sus términos, y el sindicato, a pesar de la cantidad de afiliados, dio cuenta de su debilidad y de las fracturas internas, entre unas bases tendientes a mantener la movilización y, en ocasiones, radicalizar sus posturas y una dirigencia incapaz de negociar y defender ante la empresa los intereses de sus afiliados.
El tercer conflicto que permite ilustrar la inclinación a debilitar la huelga no tan sólo como instrumento de lucha de los trabajadores por la apropiación de la plusvalía producida por ellos mismos, sino que, como se dijo al comienzo de este artículo, sobretodo como mecanismo político/ideológico vinculado a la transformación en las estructuras significantes de los individuos y colectivos involucrados en este tipo de acciones, es la huelga de los trabajadores de la Minera Escondida, propiedad en un 55% de la transnacional BHP Billiton Copper y responsable del 18% de la producción local de cobre. Luego de 43 días de un mediático paro que sostuvieron los trabajadores del Sindicato N° 1 de la empresa y que impactó fuertemente la producción de la compañía, ya que por cada día de paralización se dejaron de generar alrededor del 3.400 toneladas de material y, también diariamente, la empresa dejó de percibir cerca de US$20 millones, en donde los trabajadores, para poner el acento en los puntos críticos de la discordia, demandaban: Respetar el piso de la negociación vigente, el no uso de los tiempos de descanso de los trabajadores dentro y fuera de la jornada laboral para aumentar la producción y la no discriminación de los trabajadores que serán contratados a futuro, incluyéndolos dentro de los beneficios que se obtengan producto de la negociación; además de un reajuste salarial de un 7% y un bono por término de conflicto de $25 millones. Ante esto, luego de 21 días de movilización, la empresa no respondía de manera formal al sindicato, cuestión que debilitaba por desgaste a la organización al mismo tiempo que radicalizaba las posturas de parte de los trabajadores movilizados. Finalmente, luego de diversos intentos infructuosos de negociar de parte de la dirigencia del sindicato y ante la omisión constante de la compañía, los trabajadores dieron por finalizada la huelga acogiéndose al artículo 369 del Código del Trabajo, lo que extendió el actual contrato colectivo hasta la próxima negociación en 18 meses, sin obtener mejora alguna.
Los tres conflictos revisados aquí de manera sucinta con la intención de rescatar aquellos hechos que permiten ilustrar la tendencia al desprestigio de la huelga y, de paso, de los sindicatos como organizaciones que defienden los intereses de los trabajadores, permiten observar cómo la disputa entre capital y trabajo no tan sólo se articula en torno a cuestiones de carácter material, como los aumentos salariales, la mejora en las condiciones de trabajo o los bonos por términos de conflicto, sino que, además, se traslada al terreno de lo simbólico, alojándose allí, en aquellos espacios que, desde lo material, van permeando los sentidos de los individuos, para ahora aquí, en el terreno de lo imaginario, generar un quiebre respecto de la acción colectiva como forma de avanzar hacia la obtención y recuperación de derechos, tanto laborales como sociales.