Sacar la brújula y rearticular las fuerzas: Cambiando las preguntas del movimiento estudiantil

Sacar la brújula y rearticular las fuerzas: Cambiando las preguntas del movimiento estudiantil

Por: Gabriel González | 11.04.2017
El peor error que podríamos cometer en el inicio de este año que se abre con la marcha de este 11 de Abril, es observar y analizar el 2017 con los anteojos del 2011, haciendo como que vemos una realidad efervescente cuando el camino se torna yermo.

El último tiempo la prensa ha copado de reportajes y titulares la agenda pública en torno a las carreras presidenciales. Y cómo no hacerlo, si el escenario, para mal de algunos, presenta sorpresas con la irrupción de actores y actrices novedosas, ajenas al pacto de la transición. Todo parece indicar que los movimientos sociales se enfrentarán justamente a un escenario mediático que, en los marcos de la disputa y espectáculo electoral, le pone a cuestas su capacidad de instalación de sus posiciones y aspiraciones. Bajo ese riesgo, la Confech, en conjunto con los estudiantes secundarios y el Colegio de Profesores, hicieron el llamado a la primera marcha por la educación este 11 de abril, y me permito dar una breve reflexión sobre el “qué hacer” del movimiento estudiantil en este complejo 2017.

Sin duda, el peor error que podríamos cometer en el inicio de este año que se abre con la marcha del 11 de abril es observar y analizar el 2017 con los anteojos del 2011, haciendo como que vemos una realidad efervescente cuando el camino se torna yermo. Es que ya sabemos que las movilizaciones nuestras son un continuo con aquellas del 2002, 2006, 2011, pero la realidad no se repite mecánicamente en ese continuo, y pareciera que abandonamos en el horizonte la generación consciente de condiciones que permitan avanzar nuestras posiciones. ¿Se acuerdan de la frase mítica "este es el año", presente en casi todas las asambleas estudiantiles? Es, en parte, resultado de malas lecturas que debemos darnos el tiempo de enmendar.

Enclaustrados en una discusión sobre si rechazar, retirar o incidir, como si con alguna de esas decisiones efectivamente ensancháramos las espaldas de nuestro proyecto, dotara de masividad a nuestra protesta, volviera a hacerle sentido a nuestros compas la organización estudiantil, nos trazara alguna estrategia clara. Como si la opción de "rechazo" significara un avance en las posiciones del movimiento estudiantil e hiciera retroceder a los sectores conservadores, como si por decir "queremos el retiro de la reforma" la correlación de fuerzas cambiara de facto en La Moneda y en el Congreso y, bam, el gobierno retirara su propio proyecto (!) del Congreso, o, por último, como si la opción de incidir efectivamente implicara una rearticulación de nuestras fuerzas más que una negociada por arriba, por cierto, prácticamente imposible.

Se hace perentorio que cortemos las dicotomías inútiles (rechazo, incidir o retiro), las que a ratos avizoramos como palabras mágicas, soslayando lo aislantes que son de nuestras propias capacidades actuales. Porque, lejos de aportar como lo vimos el año pasado, nos alejan de lo realmente necesario de esta pasada: ¿cómo construimos fuerza y unidad en el mundo educacional?, ¿cómo rearticulamos nuestras comunidades?, ¿cómo la haremos para recuperar la fuerza y el protagonismo de los actores y actrices del mundo social?, ¿cómo nos paramos para disputar la conducción de nuestras universidades?

Esta última pregunta, tan compleja como urgente, particularmente en la Universidad de Chile, ha sido liderada por las compañeras agrupadas en torno a las secretarías de género y sexualidades, pues bien, cuando han encabezado la pelea contra el acoso sexual y el abuso de poder en nuestras aulas, han disputado a la par una nueva institucionalidad para nuestros espacios, un nuevo modelo de universidad pública en el cual las violencias y marginaciones de ningún tipo deben tener cabida, algo que las compañeras feministas han logrado instalar como horizonte de sentido, a punta de movilización y sana porfía. Esa victoria de las compañeras es un camino por una universidad distinta que propenda a manifestar el programa del movimiento estudiantil y del movimiento de mujeres en su propia estructura, superando el estrecho margen en que se movía la discusión educacional hasta ahora. En ese campo de disputa de la conducción de nuestras universidades cabe hacer un acento, un reconocimiento y un aprendizaje colectivo para este 2017, toda vez que rearticula, retoma participación y le dobla la mano a lo que queremos derrotar mediante la organización.

Al margen del cortoplacismo, si esas preguntas a las que hice alusión no se ponen en tabla, ni estrategia ni horizonte, ni voluntad ni inteligencia habrá en nuestras convocatorias. Ojalá "este sea el año" para responder, al menos, esas preguntas. De no atreverse a contestarlas ni a impulsarlas, continuaremos sin posibilidad de hacer de nuestras exigencias un paso al neoliberalismo en la educación chilena, instalando en el debate público y cotidiano de nuestro pueblo las demandas como contrapunto de un modelo de desarrollo mezquino, excluyente y profundamente privatizado.