El show de Piñera: ¡Arriba los corazones!
Hace cerca de un siglo que Freud descubrió el inconsciente. Esa zona gris, oscura, que se representa en la profundidades de la mente, que suele irrumpir como lapsus, actos fallidos, sueños y juego de palabras en los momentos menos apropiados, fuera de nuestra área de control.
Piñera ayer presentó con bombos y platillos su campaña a la presidencia por la Alianza por Chile. Al puro estilo norteamericano, vimos slogan y merchandising por doquier. Digamos que las lucas se notan, por más que haya un voluntarismo por entregar un mensaje cívico, un mensaje republicano, donde se menciona a Mac Iver o la pista de despegue sea la Quinta Normal. El show mediático, su cobertura, la coreografía nos indica que se trata de una campaña en que se gastarán muchas lucas, y que se hará una puesta en escena que tenga un contenido épico. Como si la derecha tuviera épica, como si existiera un relato, una historia que contar en la que las personas pudieran empatizar con los que concentran el dinero.
Se trata del poder de los negocios, del control absoluto de la música con la que bailan los políticos en el Congreso. Salvo Boric y compañía, que tienen su propia banda y quieren cambiar de una vez por todas el vals con el que bailan cómodamente desde hace años nuestros representantes.
Lo primero que llama la atención del lanzamiento de la campaña presidencial es el slogan: buena onda. Y luego frasecitas como: arriba los corazones, como si se tratara de una campaña de la Teletón, en que todos nos debemos unir para que Piñera salve el país y que con suerte, debido a sus problemas entre la política y los negocios, apenas pueda salvarse él.
Me imagino a los creativos comunicacionales, pensando la frase, que le dará un contenido y un sentido a la campaña, horas cabeceándose hasta que alguien dice: "Tiene que ser algo buena onda". Y salta uno y replica: "¡Eso! ¡Acabas de decirlo tu mismo! '¡Buena onda!'", ese es el slogan. Y todos aplauden contagiados por su efervescencia neuronal. Después mediante Power Point, le presentan la idea al jefe.
Estos expertos discuten cuestiones de cómo nos acercamos a la gente en un lenguaje simple, directo, donde todos entiendan a la primera. Aún piensan que están vendiendo un producto publicitario de la época de los '90, creen que la opinión pública no tiene una mirada crítica y que está dispuesta a degustar su construcciones verbales falaces, sin siquiera masticarlas.
Pero quizás lo más interesante, es que no sólo veremos a Piñera físicamente los siguientes meses de campaña, sino que también podremos acceder a su inconsciente. Nos regalará recordadas perlas como “Marepoto”, donde evidentemente el cruce entre las nalgas y la catástrofe que azotó a Chile se sintetizó de una manera lúdica. Lo que a la vez nos lleva a pensar que Piñera probablemente tenga una fijación anal con el mar, posiblemente algún experto en psicología nos podría explicar este neologismo piñerístico.
También están sus confusiones literarias, confundir al escritor inglés Daniel Defoe con el actor Willem Dafoe, a propósito de la novela Robinson Crusoe. O su bullado “Alemania sobre todo”, cuando el “Presidente de todos los chilenos” visitó Alemania y en su libro de oro de visitas de la Presidencia Alemana, escribió una frase citada, de un antiguo himno alemán considerado abiertamente nazi. O la más famosa de todas “la educación es un bien de consumo”, donde evidentemente dijo lo que pensaba, pero no lo que debía decir.
Eso es lo que pasa a final de cuentas con Piñera, dice lo que la gente quiere escuchar, pero piensa otra cosa, por eso tanto lapsus y acto fallido, por eso tanto error lingüístico. Digamos que su área de control, sus mecanismos de defensa tratan de filtrar y reprimir, pero evidentemente le sale otra cosa. Es como: “Soy presidente, pero no puedo dejar de ser empresario”.
Ahora viene esta especie de cruzada espiritual, en que todos los chilenos deben actuar con unidad y ser más solidarios que nunca. Donde hay que ser “buena onda”, aunque lo que pase en el país sea mala onda y más encima, “debemos elevar nuestros corazones”, para que ellos finalmente puedan nuevamente llegar a gobernar.
Sebastián Piñera y su equipo de campaña quieren que Chile entre en una lectura de autoayuda, en que todos los días, aunque todo se caiga a pedazos, debemos decretar que todo sigue “buena onda” y así, los mismos de siempre, puedan dirigir el país sin mayores interferencias. No será mucho.