La derecha y los incendios: Una casta carroñera
Este incendio pasará a la historia no sólo por las llamas, las casas perdidas y las hectáreas de especies nativas irrecuperables, no sólo por la magnitud de una catástrofe moviendo las más puras muestras de solidaridad, sino también por los insólitos niveles de ordinariez a los que la derecha ha llegado. Nunca imaginé que candidatos presidenciales y parlamentarios pudieran usar desastres nacionales para subir en las encuestas. Y lo hicieron, lo siguen haciendo, una y otra vez. No tienen asco, moral, humanidad. La idea es valerse de la más mínima oportunidad para ganar un me gusta, un meme compartido y hasta una firma en el Servel. Sí, una firma en el Servel, porque José Antonio Kast puso fotos de casas consumiéndose con su cara al lado para decir que este país necesita un presidente como él, uno fuerte y rubio que se la pueda con las tragedias, y que por eso había que firmar por Kast en el link que adjuntaba en su imagen ¡En el link que adjuntaba con su imagen! Irrisorio. Inaudito. Increíble.
Pero Kast no fue el único: Rojo Edwards llegó al extremo de pagar publicidad en Facebook para criticar al gobierno con su rostro emergiendo como superhéroe, un superhéroe que no ha hecho absolutamente nada mientras critica los movimientos de la maquinaria del Estado que en nada van a mejorar con su regaño digital. Lo de Rojo Edwards es escandaloso por lo literal, porque no es que se nos ocurra a nosotros decir que está publicitando sus reparos para obtener un rédito, pues es efectivamente así, oficialmente así: un día sacó su tarjeta bancaria, precisó su público objetivo y comenzó a vender, vender una imagen junto al fuego justo cuando bomberos y brigadistas ponen en riesgo sus vidas para evitar el colapso de miles de hogares ¿Qué le conviene a Rojo Edwards entonces, que siga apareciendo fuego, que organismos del Estado se equivoquen otra vez? ¿Que las pérdidas sean lo más cuantiosas posibles para meter el dedo en la llaga? No extrañaría, pues a juzgar por su política comunicacional, esa es su lógica. Ojalá a este diputado le dé un poquito de pudor cuando revise sus estadísticas la próxima semana y vea cuánto creció su fan page gracias a su foto estrujando un incendio.
Pero la ordinariez no seria completa sin Manuel José Ossandon, quien llegó al descaro de utilizar el drama de los incendios para intentar debilitar las políticas de memoria y derechos humanos. Secundado por medios de derecha que más que informar, desinforman, el Cote fustigó con una gráfica la plata que anualmente recibe el Museo de la Memoria y propuso usar ese dinero en la reconstrucción. Pero, ¿cómo puede ser tan irracional? ¿cómo puede conectar con tanto antojo cuestiones que no tienen nada que ver? ¿cómo puede desconocer, amparándose en las lágrimas que provoca el perderlo todo, el rol que tiene un museo de la memoria en un país que ha despreciado tanto los derechos humanos? ¿Cómo puede desconocer que la vulnerabilidad en que viven tantos incendiados es también una violación de derecho humano? Ruin sería poco decir. Simplista y mediocre. Para la otra dice que dejemos de estudiar para gastar esa plata en lo que el momento de urgencia requiera. Porque, para Cote, en estos casos peras es lo mismo que manzanas.
Mientras, en el sur, los más humildes combaten con la más auténtica vocación un fuego con orígenes siniestros, un fuego que casi siempre nace del actuar del hombre, de su negligencia y de su dolo, de la mala mantención del tendido eléctrico de CGE, como dice la Fiscalía, esos privados que se supone todo lo harían mejor que el Estado. Un fuego que nace de los más oscuros intereses que hoy no podemos siquiera imaginar.
Es Chile hoy un país que se incendia, un país que todavía se quema, no sólo en los infinitos predios de pinos y eucaliptos plantados sin criterio por las familias más millonarias de este fundo, sino también en la maquinación de inescrupulosos que han demostrado que son capaces de lo que sea, de aprovecharse de los peores males, en el momento más sensible de una comunidad, para obtener un poquito más de privilegio, un poquito más de goce del poder, y un poquito más de puntos en la próxima Adimark. Es Chile hoy un país en que quedan impunes las acciones, hasta sediciosas, de esta casta carroñera, de esta casta insoportable.