Semana del terror en Argentina: Cinco femicidios en siete días, los desafíos desde el trabajo de prensa
El domingo pasado estaba en una fiesta de cumpleaños, era después de las 12 de la noche, cuando vi de reojo el grupo de Whatsapp de “Periodistas y Movileros” donde estamos las y los laburantes de los medios de Paraná que andamos en la calle. Había como mil notificaciones. El mensaje inicial decía “Un funcionario de prefectura mató a dos mujeres. Su ex y su actual pareja. Una de ellas es policía”. A partir de ese momento se inició una película de terror en Entre Ríos.
El prefecto Orlando Ojeda, asesinó a balazos, con su arma reglamentaria, a Romina Ibarra, oficial de policía y a Lidia Milessi, profesora de inglés. Ambas ex parejas del funcionario de la fuerza nacional. Los hijos de Ibarra 11 y 13 años estaban presentes en la casa. Uno de los hijos de Milessi de 19 años, se estaba dando una ducha cuando su madre recibió un tiro en la frente y los otros dos, estaban comprando en una despensa cruzando la calle. Ojeda no declaró ante el fiscal, pero se ocupó de comentar ante los guardiacárceles que no se arrepentía de matar a la madre de sus hijos, ni a su ex novia, que ahora podía “dormir tranquilo”, pero hizo una salvedad, de lo único que me arrepiento, dijo es de herir a ese vecino “que no tenía nada que ver”- Se trata de un vecino de Ibarra, que recibió un disparo en el hombro en el tumulto.
Ese mismo domingo, pero a las 6 de la tarde, recibí un mensaje de audio de un colega de Concordia. Me contaba que hubo un intento de femicidio al mediodía, en el barrio Benito Legerén. Miguel Ángel Rodríguez, intentó a matar a su ex mujer, Evangelina Moledo – y a su actual novio – Luis Chamorro, con un arma calibre 32. En tanto la hija (de Rodríguez y Moledo), de 3 años, debió protegerse, ocultándose debajo de una cama. Luego el violento se suicidó. Evangelina Moledo pelea hoy por su vida, los médicos tratan de estabilizarla y tiene una bala alojada en la quinta vértebra, con lo cual es probable que si sobrevive, tenga secuelas severas. Chamorro está fuera de peligro.
“Esto es un efecto réplica”, me dijo ese domingo mi colega concordiense, y yo me quedé helada. El lunes, me levanté con esa sensación de amargura en la garganta y había otras cuatro muertes que contar.
Fue durante la madrugada en barrio 134 Viviendas de Concepción del Uruguay. Allí, Johana Carranza, sus hijas Luciana, de 5 años, Candela de 7 y Carlos Vicente Peralta, pareja de Johana, murieron desangrados a manos de Juan Pablo Ledesma. Esta vez, fue un arma blanca. Hubo una pelea, entre los hombres aparentemente, y el atacante también resultó herido, aunque no murió. Está en una sala común del hospital Justo José de Urquiza y no ha declarado.
En los siguientes días, casi sin respirar ni descansar los dedos y los llamados telefónicos, entre análisis, reclamos y marchas, tuvimos que escribir tres intentos de femicidios más, uno en Paraná, otro en Santa Elena y otro más en Concordia, donde a un macho le fueron a notificar que por denuncia de violencia debía abandonar su hogar. Se atrincheró amenazando a la familia. Lo sacó la Policía.
Entre el sábado y el martes, el Gobierno y la Justicia ensayaron anuncios y justificaciones. Negaron denuncias, deslindaron responsabilidades, dieron la cara. Pero luego, ordenaron borrar las pintadas. Se juntaron y hablaron. Anunciaron coordinación de políticas existentes, más trabajo con los Municipios y reafirmaron consignas. Promulgaron el botón antipánico. Anunciaron que les sacarán las armas a los policías que tengan denuncias por violencia de género. Pero nada alcanzó.
El miércoles, otra mujer, apareció asesinada en Paraná, esta vez descuartizada, en varias bolsas de basura en el barrio Bajada Grande. Se trata de Jésica Do Santo, mujer en situación de prostitución. En este caso, la policía y los medios, hablaron de “crimen” y no de femicidio, “podría ser ajuste de cuentas”, dicen. No entiendo cuál es la duda. A Jésica la mataron por ser mujer. No necesitamos ningún otro dato. Este fin de semana se conoció que al momento de encontrarla, Jésica llevaba alrededor de cinco días muerta. Es decir, la mataron también entre el sábado y el domingo. La autopsia determinó que murió por herida de bala y que los cortes se hicieron pos mortem.
Con todo este panorama me preguntan -nos preguntamos – qué análisis hacemos. No tengo herramientas para decir que hay una reacción pero no puede ser casualidad. En Entre Ríos el promedio de femicidios en el año ha sido de siete a diez, en los últimos años aportando (¿aportando?) a la media nacional, de una mujer asesinada a manos de su pareja o ex pareja (o solo por ser mujer) cada 28 horas, pero… ¿siete en cinco días?
Me preguntan qué falta, yo “que ando en el tema”, yo también pregunto a las colegas, a las cumpas que militan, a las amigas, para saber qué piensa cada una, porque cada mujer tiene una amiga, a una compañera de trabajo o una hermana que sufre o ha sufrido violencia y no sabe qué hacer. Entonces, ¿qué falta?
“La Justicia actúa” (como puede), “las sentencias se cumplen”, “las penas se dan”, “las denuncias se cursan en la Fiscalía”, me dicen los altos funcionarios y también quienes están ahí en el plano, recibiendo en Mesa de Entrada los casos en crudo. No alcanza.
El Estado “aumentó las políticas”, “creó organismos”, “brinda capacitaciones”, “contención”, me dicen desde el Ejecutivo. No alcanza.
Nos dicen, “ustedes las feministas, generan que los machos alfas se violenten y maten así”. Nos acusan. Charlé con muchas compañeras esta semana, pensamos, juntas, estrategias, debatimos, lloramos en silencio, gritamos. Masticamos la impotencia. No alcanza.
Pero de todas estas charlas resultó una decisión unánime, no vamos a tragarnos la impotencia. Actuaremos por todas las grietas del sistema, por donde podamos, acompañaremos a nuestras hermanas violentadas, seguiremos exigiendo contención, pero no solamente en la denuncia, en el después, en la vida. No solamente en Paraná, en Ramírez, en Rosario del Tala, en Feliciano, en Maciá y en cada uno de los 78 municipios y en las Juntas de Gobierno.
Que se capaciten, quienes manejan los recursos, en hacer efectivas las políticas, que existan, de hecho, los lugares de contención, la asistencia en la emergencia. Que privilegien la vida y la calidad de vida de las mujeres, de los niños y las niñas. Que impartan políticas educativas inclusivas, para pensar a largo plazo. Que llamen a las que saben porque la han vivido, porque la vienen remando solas, a las organizaciones sociales que caminan los barrios, que acompañan, que atienden los teléfonos, que sostienen.
Respecto al periodismo trabajaremos en el desafío de que cada colega que escriba una línea sobre la violencia, o “un hecho“, que no es un hecho, sino una vida, lo haga a conciencia de que en sus manos, en su voz o en las imágenes que decida poner, tiene una herramienta. Que la use a conciencia y si decide privilegiar la morbosidad en pos de aumentar los “likes” que lo haga sabiendo que es un poco cómplice, por replicar y alimentar ese lado oscuro de detalles escabrosos y sangrientos que otros miran.
Seguiremos las militantes, pintando la puerta de Tribunales y pidiendo que la emergencia de género no sea declarativa en la provincia. Y seguiremos con todo lo demás, sumando acciones. Porque tenemos hoy en Entre Ríos, SIETE menos, en cinco días y seguiremos gritando qué #VivasNosQueremos.