Palestina: Se reserva el derecho de admisión

Palestina: Se reserva el derecho de admisión

Por: Javier Pineda Olcay | 26.09.2016
Primera entrega de una serie de crónicas desde el territorio de Palestina, ocupado en un 100% por Israel, que bajo el mantra de "razones de seguridad", justifica todas sus atrocidades.

Luego de atravesar el Atlántico y el Mediterráneo, comienzo a ver desde la ventanilla del avión la ciudad de Tel Aviv. El aeropuerto situado a 15 kilómetros de la ciudad será el punto de llegada para participar durante las próximas semanas en la Escuela de Derecho Internacional organizada por Al-Haq Center, escuela que mezcla teoría con visitas en terreno a diferentes ciudades del Territorio Palestino Ocupado.  

Palestina no controla sus fronteras. Desde el Plan de Partición del Mandato británico de Palestina por las Naciones Unidas y la posterior Guerra Árabe-Israelí de 1948, Palestina perdió más del 75 por ciento de su territorio original y quedó dividida en dos regiones: Cisjordania (West Bank) y Gaza. Cisjordania limita con Israel y por el este con Jordania. La Franja de Gaza limita con el mar Mediterráneo por el oeste, Israel por el este y norte y con Egipto por el sur.

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Para acceder a Palestina, cuyo territorio se encuentra ocupado en un cien por ciento, debe contarse con la autorización del Estado de Israel (Palestina del ’48, como le llaman algunos). Israel controla todas las fronteras de Palestina, tanto de la región de Cisjordania como de la Franja de Gaza. Para ingresar a Cisjordania por vía terrestre hay que cruzar alguno de las decenas de checkpoints que conectan a Israel con Cisjordania o cruzar desde Jordania por el Puente Allenby, todos controlados por el Ejército Israelí. En tanto, para ingresar a Gaza, hoy en día solo puede realizarse desde Israel a través del paso de Erez y desde Egipto a través del paso de Rafah, que es un paso que el año 2015 pasó cerrado 333 días. Todos los otros pasos a Gaza fueron cerrados entre el 2010 y 2011, transformando este territorio en una cárcel gigante de 360 km².

Palestina no tiene aeropuertos internacionales operativos. En Cisjordania, el Aeropuerto Internacional de Jerusalén  -primer aeropuerto construido en el Mandato Británico de Palestina- se encuentra desde la Guerra de 1967 en manos de Israel y desde el 2001 ya no operan vuelos civiles. En cuanto a Gaza, durante la Segunda Intifada, Israel bombardearía el Aeropuerto Internacional Yasser Arafat, el cual alcanzó a operar menos de 3 años, quedando destruido el año 2001.

Por lo tanto, para acceder a cualquier punto de Palestina debe contarse con el permiso de Israel. El primer contacto con el “Régimen del Permiso” (Permit Regime), como le han denominado algunas organizaciones de la sociedad civil palestina se da al momento de querer ingresar a Territorio Palestino Ocupado por cualquier de sus puntos de acceso. Para lograr dicha autorización hay que someterse a un interrogatorio por parte de la Policía Israelita. Dependiendo de la nacionalidad de la persona que solicita el ingreso, su apariencia física, religión, profesión, motivos del viaje, como también el ánimo del interrogador o interrogadora dependerá la autorización. Sólo basta invocar “razones de seguridad” para denegar el ingreso a Israel y, por ende, a Palestina. Este será el mantra que utiliza Israel para justificar sus atrocidades: un sistema de apartheid, detenciones administrativas, prisión política de menores de edad, privación de derechos humanos, destrucción de viviendas, tortura, expropiaciones, desplazamientos forzados, y asesinato de cientos de niños en Gaza. Siempre será por “razones de seguridad”.

Mi ingreso, al igual que el de otros participantes, sería a través del Aeropuerto Internacional de Ben Gurion. A mí me tocaría fácil. La policía me pregunta los motivos de mi viaje. Escuela de Derecho Internacional, le respondo. ¿Qué organización?, me pregunta. Al-Haq Center for Applied International Law, le respondería en un inglés apresurado. ¿En qué ciudad estará?, vuelve a preguntar. Ramala, replico. Siento como su cara se desfigura un poco, ante lo cual agrego rápidamente que también incluirá visitas a Jerusalén, Haifa y Nazareth. Su cara vuelve a componerse un poco. Piensa unos segundos y me pregunta si venía con unos chilenos que aparentemente habían pasado minutos antes. Le contesto que no y finalmente me deja pasar. Al parecer no conocería a Al Haq, por lo cual no tendría más preguntas que realizar. Los demás participantes de la Escuela de Derecho Internacional, organizada por la organización de Derechos Humanos Al-Haq, no correrían la misma suerte.

Amina, compañera norteamericana de padres palestinos sería sometida a un interrogatorio de 3 horas. Una y otra vez le hacían las mismas preguntas. Qué hacían sus padres, qué contactos tenía en Palestina, qué actividades realizaría, etc. Nadine, joven egipcia que vive en Londres hace varios años, tendría que pasar la noche en el aeropuerto y luego de más de nueve horas de interrogatorio la autorizaron a entrar. Peor suerte correría Moara. La periodista brasileña y estudiante de PhD, sería deportada luego de horas de interrogatorio, de revisión de todo su equipaje y vestimentas, de negarse a dar la contraseña de su celular y de pasar horas en una sala que más bien parecía una prisión, como relata ella en su testimonio de deportación. Sin explicación alguna sería declarada una amenaza para la seguridad de Israel y tendrá prohibido el ingreso durante los próximos diez años. Pero siempre puede ser peor: una australiana que estaba con ella en la sala de interrogatorios llevaba cuatro días ahí y sólo sería deportada al quinto día.

Es común que a diversos activistas de derechos humanos y a quienes participan en actividades de solidaridad con Palestina se les prohíba el ingreso y se les deporte, pues se realizan exhaustivas revisiones de sus perfiles en las redes sociales y en Internet. Como siempre, razones de seguridad.

Imagínense cuál es el trato del Ejército Israelí con los Palestinos si a los extranjeros los controlan de esa forma para ingresar, incluyendo a norteamericanos y europeos que suelen ser tratados de mejor forma en todos los países. El “Welcome to Israel” que hay en el Aeropuerto Ben Gurion sería restrictivo a turistas, youtubers y periodistas invitados por ellos. Para los demás, incluyendo activistas de derechos humanos, se reservan el derecho de admisión.