Alianza del Pacífico, TPP y Estados Unidos: Por el mismo camino
Tres de los cuatro países fundantes de la Alianza del Pacífico –Chile, Perú y México- son los suscriptores latinoamericanos del TPP. Mauricio Macri, quien en su recepción al presidente Obama hace pocos meses en la Casa Rosada planteó el ingreso de Argentina al TPP, asiste ahora como invitado a la cumbre de la Alianza del Pacífico en Puerto Varas. La presidenta Bachelet propone la integración entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur y, unida al mandatario argentino, trata de construir una nueva hegemonía en las políticas de alianzas en la región.
Todo está interrelacionado y todo ocurre en la bella placidez de Puerto Varas.
De esta manera la Alianza del Pacífico, conocida también como la columna vertebral de Estados Unidos en América Latina, suma nuevos apoyos, merced al declive del ciclo progresista en el continente. Hay que recordar que su objetivo declarado es establecer una zona de comercio entre los países miembros, profundizando la integración entre estas economías y el vínculo comercial con los países asiáticos de la cuenca del Pacífico, sobre la base de los acuerdos comerciales bilaterales existentes entre los Estados que conforman el acuerdo. Estos propósitos van exactamente en la línea del TPP y también de la geopolítica económica de Estados Unidos, en su propósito de resistir el intento hegemónico de China.
En lo que respecta a Argentina, cuando el presidente Macri hablaba, ya desde la campaña, de que su país debía abrirse al mundo, se refería precisamente a insertar a su país en esta órbita. Pero, precisemos, la Alianza del Pacífico, tal como el TPP, no es un mero acuerdo comercial. Los cuatro países que lo suscriben tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos que, también, están vinculados a políticas de seguridad de decisiva connotación interna, como el Plan Colombia, la Iniciativa Regional Andina y la Iniciativa Mérida en el marco de la “guerra contra las drogas”. Y la Alianza del Pacífico surgió, recordemos, como una respuesta a la osadía de los gobiernos del Mercosur de declararse como algo más que un acuerdo comercial.
La Alianza del Pacífico es una alianza política con un país que no la integra: Estados Unidos.
Otros objetivos no declarados de la Alianza del Pacífico han sido: la profundización de sus suscriptores del modelo de apertura comercial, con un rol estatal de baja intensidad; contrarrestar las consecuencias políticas de la alianza del Mercosur; y atenuar el peso ahora en caída de Brasil, cuya política de inserción internacional ha estado –antes de Temer- fuertemente vinculada a los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Este proyecto, que en 2016 está eliminando los aranceles del 92% de los productos que se comercian entre sus países, mientras el 8% restante irá desapareciendo paulatinamente en los siguientes años, recibe un contundente refuerzo con la firma del TPP, el tratado de libre comercio más grande de la historia de la humanidad y que, como se sabe, tiene idénticos cuestionamientos en Chile, Perú y México: negociado en secreto, poca claridad sobre sus beneficios y restricciones para la acción del Estado frente a las corporaciones.
Ahora que se realiza la Cumbre de la Alianza del Pacífico, los grandes medios dan buena prensa a un encuentro que aparenta tener solo beneficios y ningún costo. El mensaje es todos ganamos. Pero eso es imposible, como afirmaba hace algún tiempo el presidente de Ecuador, Rafael Correa: “que el libre comercio beneficia a todos, todo el tiempo, es una gran falacia; hay grandes perdedores y creo que los perjuicios son mayores que los beneficios, incluso si no fuera así hay que ver quién pierde y quién gana, gana el grandote, el importador o el agroexportador, el que puede competir”.
La principal consecuencia de estas décadas de globalización del comercio es la reducción del poder de los Estados –la política- y el aumento del poder de las multinacionales –el mercado-. El TPP agrega un componente de no hay vuelta atrás a este camino ¿Es lo que queremos para nuestros países? ¿No deberían informarnos primero y preguntarnos después, antes de decidir por nosotros?