Chiloé (sin China)

Chiloé (sin China)

Por: Fernando Balcells | 14.05.2016
Chiloé es la verdad de Chile y de las Regiones. Es la muestra de como se debate una sociedad sometida a presiones de adecuación tan violentas como los que vivimos. Decir adecuación es decir justicia y justeza. Descalce entre las instituciones y los problemas que enfrenta la gente. Desajustes de una economía de monocultivo que falla en la seguridad sanitaria, laboral y alimentaria de una región completa.

Es bueno recordar que la modernidad lejos de formar una entidad líquida (Bauman) se encuentra desde siempre en un estado gaseoso, de toxicidad biológica, social y política altamente inflamable. El camino de la economía moderna no es lineal en el crecimiento y menos en la equidad. Sube y cae, genera depredación y progreso, migraciones desesperadas y hambrunas explosivas.

Hasta hace treinta años, el sino chilote era la emigración de los jóvenes. La Patagonia argentina y chilena acogieron en tierra a generaciones de pescadores desplazados. Las cosas cambiaron con las salmoneras y la acuacultura de modo que la crisis actual de los salmones ha impactado en Chiloé con la violencia de una caída desde gran altura.

La acuicultura del salmón fue un gran acierto innovador parado sobre dos errores  monumentales. El primero, haber seguido planes de negocios dictados por una especie de colonialismo saqueador, que aplicó en Chile estándares productivos prohibidos en Noruega y en el resto del mundo. Políticas de densidad en los cultivos que son incompatibles con el producto mismo y con el medio ambiente, hasta el punto de destruir los equilibrios biológicos y físicos que hicieron posible la industria.

El segundo error fue la incapacidad para establecer alianzas sociales y económicas, fuera de su cadena productiva directa, con pescadores artesanales,  pequeños acuicultores, industria turística, pobladores y agricultores de la zona. El Estado y los distintos gobiernos han actuado como dispensadores de concesiones y espectadores distraídos de un drama cuyos anuncios fueron siempre interpretados en términos funcionales, acotados al evento y devueltos al sector privado.

La promesa moderna de las salmoneras y su irrupción progresista, industrial y empleadora está pagando el precio de no haber sabido relacionarse con la gente y con la naturaleza.  Los conflictos con el turismo, el medio ambiente y la producción artesanal reflejan ese espíritu de ‘frontera’ que resultó de corto aliento y generador de conflictos inconmensurables.

El Estado Santiaguino, por su parte, no ha sido capaz de concebir y menos de asumir una política más allá de la inmediatez  del bono. Ante exigencias de seguridad pública y seguridad sanitaria, el Estado se refugia en los estudios expertos que va a contratar ‘próximamente’.

Chiloé es la verdad de Chile y de las Regiones. Es la muestra de como se debate una sociedad sometida a presiones de adecuación tan violentas como los que vivimos. Decir adecuación es decir justicia y justeza. Descalce entre las instituciones y los problemas que enfrenta la gente. Desajustes de una economía de monocultivo que falla en la seguridad sanitaria, laboral y alimentaria de una región completa.

No hay duda de que la responsabilidad de lo que ocurre es de las salmoneras y del gobierno. No necesariamente por la marea roja sino por la imprevisión con que se han parado ante catástrofes que displicentemente se atribuyen a la naturaleza. Un fenómeno que se repite cada año y con intensidad creciente, ya no es un acontecimiento. Es un evento que las políticas empresariales y las del gobierno deben considerar sin especular sobre la buena suerte o la responsabilidad del vecino.