Más allá del momento de crisis: las contradicciones productivas de la industria salmonera
La situación que se está viviendo en Chiloé y la Región de Los Lagos es crítica, tanto en un sentido económico, ambiental como social. La conjunción de las urgencias materiales de los pescadores artesanales y todos los asociados a la cadena productiva, el evidente desgaste ecológico de las aguas del mar del archipiélago de Chiloé, y la magnitud y alta adhesión que han alcanzado las protestas en la región, harán que la crisis de la “marea roja” del 2016 no sea olvidada.
Más allá de las demandas puntuales, aún no resueltas, o las evidencias que vinculan el vertimiento de salmones muertos al actual escenario de marea roja, es necesario hacer una revisión al modelo productivo de la industria salmonera. Las crisis son momentos en donde las contradicciones subyacentes al modelo productivo se acentúan al punto de generar un estallido. En esta columna, argumentamos que para entender el actual momento – y los posibles escenarios de solución – debemos entender las contradicciones inherentes al modo de producción predominante en la industria salmonera chilena. Por motivos de espacio, en esta ocasión, solo nos enfocaremos en la relación productiva y ambiental, y no en la productiva social que podría ser materia de otras reflexiones.
Las contradicciones – bajo el prisma de la economía política marxista - pueden ser entendidas como dos procesos que operan simultáneamente, que en cierto modo contribuyen mutuamente al funcionamiento del otro, pero que sin embargo se menoscaban entre sí. El surgimiento de las crisis del capital se tiende a asociar a momentos críticos de las contradicciones, en donde los dos procesos se menoscaban a tal punto que se desencadena un colapso. La industria del salmón chilena - al margen de malas prácticas productivas que se podrían mejorar, tales como el vertimiento de alimentos y desechos al fondo del mar - es dependiente del ecosistema marino en términos productivos, conviviendo con diversas contradicciones que se constituyen en elementos estructurales de su producción. A partir del análisis de lo que fue el fenómeno de la crisis del virus ISA (2008-2010) y las continuas mortalidades que afectan su proceso productivo (asociadas a enfermedades como caligus y SRS), proponemos examinar tres contradicciones que destacan particularmente en el actual escenario de conflicto. Cada una de ella muestra la predominancia de las decisiones de acumulación de los empresarios salmoneros por sobre consideraciones de los límites del ecosistema frente a esto.
Una primera contradicción se refiere al tiempo de engorda. Las empresas salmoneras requieren que los peces pasen una gran cantidad de días (sobre 480 días en el caso del salmón atlántico) en el agua para alcanzar el peso adecuado para su comercialización. Sin embargo, cada día que el pez se encuentra en el agua, es un día de riesgo de contagio de las múltiples enfermedades presentes en el ambiente acuático. Por lo tanto, cada día extra, representa un riesgo de perder su inversión, en tanto se encuentra expuesto a una gran cantidad de patógenos.
Una segunda contradicción, es la tensión de la densidad de jaula: los empresarios salmoneros depositan tantos peces como puedan dentro de la jaula o balsa, en tanto una mayor cantidad de peces significa un mayor volumen de cosecha, y por ende un mayor retorno. Sin embargo, los altos niveles de densidad de producción aumentan la proliferación de enfermedades, y además los niveles de contagio de patógenos entre los peces.
La tercera contradicción, se refiere a la concentración espacial. Las empresas salmoneras buscan tener sus centros de cultivo, o sitios de engorda, cerca de las plantas de procesamiento y sitios de distribución, para reducir costos de producción. Cada kilómetro es dinero en esos términos. Sin embargo, la concentración espacial que le acomoda a los empresarios salmoneros, conlleva un agotamiento ecológico de gran intensidad. En ese proceso, el agotamiento de nutrientes en las corrientes marinas, así como la concentración de desechos en el fondo marino, genera condiciones ambientales que atenúan la producción de salmónidos, así como de otras especies. Esta contradicción se refleja en que el grueso de la producción de salmónidos en Chile se concentra en menos de 200km de costa, muy lejos de los 2.000km de costa que se emplean en Noruega.
La reciente - o actual- crisis de la industria salmonera no se origina en la marea roja (alexander chattonella), sino en el afloramiento masivo de algas (Chattonella marina) asociada al proceso de eutrofización. Este afloramiento tuvo su raíz en buena medida en estas contradicciones, al igual que la crisis de virus ISA del año 2008. Evidencia de esto fue que la nueva institucionalidad que surgió post 2008, apuntaba en la dirección de resolver estas contradicciones. En efecto, respecto a la primera contradicción se establecieron áreas de manejo sanitario, también conocidos como barrios salmoneros, y periodos de cosecha por calendario. La segunda contradicción se transformó en regulaciones a la densidad de jaula, la que no puede superar los 18kg/mt3. Finalmente, la tercera contradicción se tradujo en que no se otorgaron más concesiones salmoneras en la región de Los Lagos, debido a los altos niveles de agotamiento ambiental.
Pese a los esfuerzos institucionales por regular las contradicciones, estas volvieron a desencadenar una nueva crisis a inicios del año 2016, ya que la institucionalidad creada no buscó eliminar las contradicciones (es decir, modificar el modelo o lógica productiva de la industria salmonera) si no que controlarlas. Si bien no hay claridad aún respecto a la relación entre la actual dinámica de la marea roja y el florecimiento de algas de febrero, es sumamente probable que la industria salmonera haya propiciado el escenario al ser el actor principal de los procesos de degradación ambiental de los mares de Chiloé. Más allá del vertimiento de peces muertos al mar, lo cual es repudiable y debe ser investigado, es necesario hacer una revisión estricta al modelo productivo salmonero. De otro modo, se continuará dañando el ecosistema, y los efectos sociales serán peores. Es paradojal que una industria tan dependiente en las condiciones ambientales, no tenga un mejor registro en términos de cuidado y preservación de las mismas condiciones de las que depende su continuidad. Un mar degradado no le sirve a nadie.
[1] Columna basada en Beatriz Bustos-Gallardo & Felipe Irarrazaval (2016): “Throwing Money into the Sea”: Capitalism as a World-ecological System. Evidence from the Chilean Salmon Industry
Crisis, 2008, Capitalism Nature Socialism. Esta publicación se encuentra asociada al proyecto Fondecyt Iniciación 11121451 “La Región de Los Lagos post crisis del virus ISA, desafíos para el desarrollo territorial”