Hijos de puta
Los que en las redes sociales escriben en contra de quien no se guardan de ocultar su ojeriza, por la razón que sea, de común esconden sus verdaderos pensamientos mediante higiénicas siglas en la que solo queda claro que no se atreven a decir exactamente lo que se piensa.
Resulta una cosa rara ser hdp, ql, wn, ctm, etc., letras que no podrían ofender a nadie, cuando lo que se busca es, precisamente, eso. Cosa distinta hacen las conocidas expresiones hijo de puta, culiao, hueón o conchetumare, entre otras.
Estos malhablados en grado de tibia tentativa, deberían desterrar esas letras que encubren sus verdaderos deseos y dejan al descubierto una cierta cobardía.
Piensa en lo siguiente: Luksic y todos los que te hacen vivir en un país de mierda, no son unos HDP, sino que son unos Hijos de Puta. Rivas dixit.
Reivindico el uso de puteadas, groserías y expresiones malsonantes para referirse a los malditos que merecen no solo que se les diga de lo que ofrezca el diccionario de malas palabras que colecciona el pueblo en un labor paciente y fructífera, sino que llegado el caso, pasarles la cuenta en formas mucho más letales y duraderas.
Escribir bajo estos subterfugios le quita el valor y el peso a la grosería que intenta tanto como ofender, ilustrar. Un hijo de puta no es un hijo de una mujer que vive financiada por ofrecer sus atributos y/o servicios sexuales mediando para el efecto un pago. No. En rigor, un hijo de una mujer como la descrita no tiene por qué ser necesariamente alguien con una moral reprochable.
Hijo de Puta según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, define a una Mala persona.
Se sabe que la expresión Hijo de Puta se nos vino con los españoles que referían más bien a ser un hijo sin padre, condición que como sabemos, ya no tiene el peso o estigma que tenía hace no mucho. Ya en el Quijote hay alguna referencia a la expresión.
El hijo de puta de Luksic exagera.
Y hace mal en salir al ruedo de lo público para responder a un diputado que busca el afán de mostrarse como un defensor de una causa justa, y que lo hace mediante el recurso de espetar un par de puteadas al poderoso amigo de la presidenta, sabiendo de antemano que es difícil que el poderoso empresario se querelle en su contra. Quizás sea más probable que Rivas sufra un accidente del tránsito.
También exageró el diputado Rivas. Hasta el minuto 2:48 de su intervención mezcló conceptos y acusaciones que no se sujetan sino a una falta de cultura política, cercana a la de un hijo de puta, que no alcanza a ser disimulada ni diluida a pesar de decir a partir de ese momento una verdad indubitable: la injuria contumeliosa que profiere y que es compartida por todos sus millones de víctimas: Luksic es un hijo de puta.
Pero no es el único hijo de puta de la plaza. Esta cultura ha sido pródiga en generar una escala casi infinita de las más diferentes layas y densidades de esa especie.
Gaspar Rivas omite, está en su derecho y necesidad, que esta cultura fue diseñada, perfeccionada y permanentemente defendida por muchos hijos de puta, pero una de cuyos más expresivos enclaves es la Cámara de Diputados, hasta donde llegó él mismo siendo militante de Renovación Nacional, uno de los partidos hijos de puta que existen en el país.
A muchos de ellos Luksic aportó con un poco de dinero, resguardando eso sí, el principio de equidad. Lo hijo de puta no quita lo justo.