Experta en teatro comunitario: “Con el retorno a la democracia los teatristas se fueron desligando de lo social"
La teatrista australiana, Penelope Glass, cumplirá por estos días 40 años dedicada al teatro social y comunitario en Chile y el extranjero, catorce de los cuales lo ha abocado al trabajo en distintas cárceles de nuestro país, con el fin de transformar esta disciplina en una herramienta de reflexión crítica y social.
Actualmente, y hace más de una década está a cargo del taller teatral en Colina 1, donde junto a un grupo de doce internos realizan su segunda gira por los distintos centros cerrados del Sename con la obra “Lisístrata”, inspirada en la comedia del dramaturgo griego Aristófanes. Recientemente se incorporó al cuerpo académico de la Escuela de Teatro de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), donde imparte la cátedra “Residencia en teatro aplicado”, un curso que, por primera vez, se incorpora en la malla curricular de una universidad chilena después del golpe militar, y que permitirá a nuevas generaciones empaparse de la experiencia social, una reflexión crítica del quehacer del teatro y el rol que juega en las transformación sociales.
En ese contexto dictará el próximo 28 de abril la conferencia “La representación de la esperanza: Discusiones y propuestas sobre el rol del teatro aplicado en la generación de espacios de esperanza y resistencia frente a la injusticia”, oportunidad en que comentará los elementos comunes y nudos críticos de las conversaciones en torno al teatro aplicado con grupos socialmente excluidos, que se desarrollan en países de habla inglesa y su relevancia en la práctica teatral comunitaria en Chile. ( A las 19.00 hrs. en el Hall central Facultad de Artes UAHC. Huérfanos 1869).
¿Por qué dedicarse al teatro comunitario y enfocarlo en el trabajo carcelario?
-Yo me dedico al teatro comunitario desde 1976, cuando estuve en la universidad. En Australia hice actuaciones en cárceles, pero mi trabajo con la comunidad era principalmente con mujeres, inmigrantes y jóvenes. Cuando llegué a Chile en 1990 lo hice en el Entepola (Encuentro de Teatro Popular) que se hacía en la Granja y actualmente en Pudahuel como Festival Internacional de Teatro Comunitario, ahí me encontré con mis pares chilenos y seguimos en comunicación durante esa década. Finalmente en 1998 vuelvo definitivamente a trabajar a Chile y me incorporé a un grupo de teatro llamado Pasmi, con el cual trabajamos en colegios, comunidades y festivales, siempre vinculada al teatro comunitario. La idea es que todos pueden hacer teatro, y eso es lo que me interesó de esto, el teatro como pretexto para hablar de lo que está pasando, para ver obras que apunten a un cambio social y que promueva a la gente a expresarse.
Todo partió en 2002, cuando un compañero de este grupo me invitó a interpretar un rol en una obra en la cárcel. Pensamos que era un trabajo interesante y decidimos ir con o sin fondos, ya que nos pareció muy importante la continuidad y la confianza que ya estábamos ganando de ellos para poder hacer realmente algo que tuviera un impacto. Y seguimos años tras año, después oficializamos nuestra entrada y nos acogieron en el Programa Arte Educador dependiente de Gendarmería, pero siempre hicimos más: en vez de un día, íbamos dos; en vez de una persona a cargo, éramos dos o tres.
Comenzamos a hacer obra con ellos, tuvimos otros grupos. Simultáneamente estuvimos trabajando en distintos sectores de la cárcel, también trabajando durante cinco años en la cárcel de San Miguel. Desde el 2011 me dedico exclusivamente al Colina 1, aprovechando el efecto de la continuidad, el trabajo de grupo, el poder influir y acoger todas las ideas que surgen.
¿En qué consiste precisamente el trabajo que hacen en Colina 1?
-Las líneas que sustentan mi trabajo es que el teatro es más allá del teatro, si bien es cierto que montamos y que es un trabajo de creación colectiva que a veces dura años, siempre partimos de la base de un tema social contingente que les interese a ellos, a mí y a todos, como la obra que estamos trabajando ahora abordando la violencia contra la mujer. Mi intención es provocar una mirada crítica usando el pretexto del teatro que tiene que ver con trabajo en equipo, con la escucha, con la confianza, compañerismo, compromiso y la rigurosidad: quién soy yo, qué hago en la sociedad, qué pasa con mi rol social.
Esto nos ha llevado a hacer una conexión muy fuerte también con los jóvenes infractores de ley. Los hombres del grupo son una voz potente para ellos. Hemos tenido la posibilidad de mostrar el trabajo de nuestro grupo a estos jóvenes y se genera algo muy particular, ya que estos jóvenes ven a estos adultos que cumplen condenas pero participan de una obra, como héroes como modelos a seguir. Pero ellos le devuelven el mensaje y les dicen no vengan aquí, esto es una mierda. Es muy potente. Entonces lo que ven ellos es que con el teatro se rompe el estigma que los presos hacen el ridículo, que los presos no trabajan. Se ha logrado concretar ese sueño. Está lo del impacto en los jóvenes, pero también genera ese remezón que los hace pensar en qué y cómo decirlo. Encuentran en el teatro una herramienta, no es lo mismo llegar y dar un discurso que hacer reír, relajar y transmitir un mensaje. El teatro tiene aristas muy terapéuticas para el ser humano.
¿Qué pasa con la participación? ¿Cómo es la recepción de los internos?
-Es muy particular en Colina 1, porque los mismos internos participantes del taller suman gente. En un momento hicimos convocatoria abierta, pero cuando más ha resultado es cuando ellos invitan a participar, ya que saben cómo se comporta el resto. Nosotros salimos mucho a otros recintos u otros lugares y eso hace que el teatro de Colina 1 sea muy conocido y atractivo por este paseo regular que tienen fuera de la cárcel, entonces con ese filtro no se arriesgan a que el otro lo estropee todo. Esto ha llegado a ser tan importante para ellos que resguardan quién entra, rayan la cancha de que esto no necesariamente es sinónimo de beneficios, porque no tengo ni voz ni voto en sus procesos. Es una cosa voluntaria para uno mismo. Ellos mismos me dicen que es algo tan hermoso, es como un bicho que pica y nunca más quieres dejarlo, es una experiencia que nunca han tenido en su vida, que alguien les dé un aplauso o los reciban con tanta energía positiva, cuando lo único que han hecho antes eran cosas malas. Por eso hablo de reflexión crítica, ellos ven que pueden jugar diversos roles, no siempre van a ser presos o delincuentes, sino que son papás, hermanos. Y también pueden ser protagonistas sociales, pueden tomar un rol como cualquiera, por eso me interesa hacer este tipo de teatro y no el de sala.
¿Crees que las artes y el teatro influyen en la reinserción social?
-Yo creo que lo que más puede aportar el teatro es en la reflexión crítica, es decir, tienes un montón de dificultades y si no entiendes por qué las tienes y no tienes la posibilidad de juntarse con un grupo y de tener esa contención humana, muy fácilmente se puede ir todo a la mierda y volver a delinquir, porque lo he visto, la gente se nubla, se sienten presionados y se pierden, si no tienen esa posibilidad de hablar de sus problemas y comunicarse, es muy difícil, y eso te lo da el grupo, considerando que las condiciones al interior durante el encierro no es de lo mejor. Te da una reflexión más profunda y ayuda mucho a enfrentar la vorágine de la sociedad chilena al salir de la cárcel.
También está la presión de producir dinero una vez que sales de la cárcel, pero la mayoría de los que han pasado por el taller, una vez fuera, no han delinquido. No han seguido necesariamente en el teatro, pero hay una sensación de familia, se interesan por lo que le pasa al otro, se envían “mierda mierda”. Se genera un vínculo bastante especial, el teatro va más allá.
Me gustaría en futuro que los mismos integrantes lleguen a ser facilitadores de teatro, como está pasando ahora con José Urtubia, un ex interno y participante del taller, quien se encuentra con libertad condicional y sigue haciendo teatro, trabajando como facilitador en la casa 3 del Sename en San Bernardo.
¿Cuál es tu visión de lo que pasa en Chile con el teatro social comunitario?
-A nivel mundial es un movimiento muy potente. En Chile, por varias razones, no está reconocido como la parte profesional del teatro. Me da mucha pena, porque en otros países no es así y tampoco lo era antes del golpe. Con el golpe se cierra la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile que tenía un fuerte enfoque social y popular, junto con ello se quemaron los registros y se fueron los profesores. No se abre hasta 1979, pero con otro programa totalmente distinto. Si bien hubo mucho teatro social en contra de la dictadura, después con la llegada de la democracia el panorama no fue mejor. La gran promesa de los fondos concursables no ha sido tan así: algunos se arreglaron muy bien y con la mayoría que trabajó en la población no pasó nada. Entonces, con el retorno a la democracia, los teatristas se fueron desligando de lo social. Hubo poca gente, como en Entepola que siguió trabajando en lo comunitario, pero no eran reconocidos por la academia ni por las instituciones culturales.
El fervor de los 70 que hubo en Chile también se vivió en otros países, como en Australia, pero nosotros seguimos. Entonces hay un cuerpo de trabajo y de teorización sobre el mismo que llega a hacer estas conferencias sobre el tema del teatro aplicado a los contextos sociales y comunitarios. En Chile falta bibliografía al respecto a diferencia de países de habla inglesa en donde la situación es impresionante, las charlas son cada día, también las conferencias y publicaciones sobre el tema carcelario. Chile está atrasado en la teorización, en las instancias de debate y conversación.
Entonces ¿crees que es un primer avance que una universidad haya incorporado en su malla curricular lo comunitario y social?
-La U. Academia de Humanismo Cristiano es la primera universidad en Chile que incorpora en su malla curricular la cátedra de “Residencia en Teatro Aplicado”. Y es un hecho histórico. Es un curso que abre el teatro a la comunidad, en la cárcel, los hospitales y en un sinfín de otros contextos sociales y culturales. Es obligatorio para segundo año, y cuando llegan a hacer la definición de especialización en tercero ya han pasado por la experiencia. Este año es el primer ejercicio que hacemos y estamos, en una primera etapa, enfocados en la teoría de referencias latinoamericanas y la parte histórica, para entender qué ha pasado en Chile con este tema; cual es el rol social del teatro y del teatrista, para qué estamos haciendo esto ¿Para figurar?. No todos lo tienen muy claro. Y en una segunda etapa, la parte práctica que este año será en la cárcel, pero que los próximos pensamos a abrir a otros lugares. Es una propuesta provocadora.La idea es provocar un acercamiento y un abrir de mente que hay muchas posibilidades dentro del teatro.
Con los años de experiencia en esta área, ¿qué le dirías a las nuevas generaciones de actores?
-Les diría que piensen por qué hacen el teatro, así de simple, por qué están en esto. Qué pueden hacer con la herramienta que es el teatro para mejorar esta sociedad de muchas carencias: desigual, castigadora, complicada en materia de educación y en todos los ámbitos. El teatrista, como cualquier persona, tiene un rol que jugar.
Cuando le pregunto a un estudiante de teatro por qué estudia teatro, dudan y vacilan en sus respuestas, en cambio, le hago la misma pregunta a un interno de Colina 1 y son seguros en su respuesta y te dan un discurso, cátedra de sus razones, porque constantemente están reflexionando.
Para más información en Colectivo Sustento:www.