Patricio Aylwin: “Un demócrata en la medida de lo posible”
En este país en que todos se transfiguran no se puede dejar de olvidar que Patricio Aylwin, al cual hoy se le presenta como un demócrata fue uno de los gestores intelectuales y políticos centrales de la destrucción de la democracia que había posibilitado la elección popular del Presidente Salvador Allende. Aylwin asumió, como presidente del Partido Demócrata Cristiano (DC), durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) la defensa de la propiedad privada. La base material del poder de las clases dominantes. Se opuso tenazmente a la creación del Área Social de la Producción, utilizando para ello el derecho constitucional, que nunca lo puso al servicio de los sectores subalternos, sino que siempre a favor de los sectores dominantes. Desde la presidencia de la DC, fomentó, apoyó y agitó la oposición callejera contra el gobierno de Salvador Allende siguiendo los consejos de la CIA; aplaudió, celebró y justificó en 1973 el golpe de Estado y los crímenes de lesa humanidad de Pinochet; en 1984, una vez que la DC, rompe y retira su apoyó inicial a la dictadura, Aylwin pidió y demando a toda la oposición anti-dictatorial, olvidarse de la ilegitimidad y reconocer la existencia de la Constitución Política de 1980 impuesta por Pinochet, con la cual gobernó y aún se mantiene vigente hasta el día de hoy. Aylwin traiciono su propio pensamiento pues como presidente del Grupo Constitucional 24, había planteado la necesidad de realizar una Asamblea Constituyente para cambiar la espuria Constitución dictatorial.
Aylwin fue un político pragmático y muy racional que busco salir de la dictadura de manera institucional en el momento mismo que se impulsaba la desobediencia civil y la rebeldía popular que no solo buscaba destituir al dictador sino también poner fin al capitalismo neoliberal.
Él, al gestar y promover la salida jurídico-constitucional posibilitó, por cierto, la derrota electoral al dictador, pero con ello logró darle continuidad y proyección a la institucionalidad autoritaria en el tiempo y, sobre todo, la reproducción del capitalismo neoliberal. Gracias a ello, la dominación y la hegemonía neoliberal tiene cuatro décadas de vigencia en Chile.
Aylwin de aparente bondad fue un intelectual orgánico, frío y calculador, del capitalismo y al servicio de las clases dominantes. En 1973, al apoyar el golpe permitió la refundación del capitalismo nacional y en 1988-1990 como líder de la Concertación dirigió una transición conservadora y limitada no a una democracia plena sino a la proyectada e ideada por Jaime Guzmán, la democracia protegida. De esa manera Aylwin, puso dique y contenciones jurídicas y políticas para preservar al capitalismo. Aylwin fue un genuino demócrata burgués, es decir, un defensor permanentemente del orden capitalista y de la sociedad cristiana occidental.
Aylwin, si bien, durante los años ochenta y noventa tuvo clara consciencia de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura militar. Por esa razón, durante su gobierno, procuro reparar el daño social y humano producido por la dictadura. Pero, dada la institucionalidad pinochetista y por la propia estrategia política por él ideada, no podía tocar el poder infraestructural del capital y menos aún el poder de los militares, y como una forma de resarcirse con los sectores de izquierda, propuso la "justicia en la medida de lo posible".
En los hechos ello significo la impunidad de la mayoría de los principales violadores de los derechos humanos y, especialmente, de los cuatro generales integrantes de la Junta de Gobierno: A. Pinochet, J. Merino, G. Leigh y Mendoza. Ejecutores directos del derrocamiento y de la muerte del Presidente Salvador Allende y de miles de chilenas y chilenos. Estos Generales traidores, todos murieron, como él mismo Aylwin, tranquilamente en su cama, sin ser juzgados por sus crímenes.
La “justicia en la medida de lo posible” se transformó en la no justicia. Y, al mismo tiempo, permitió la consolidación de la democracia protegida. Una democracia ejemplar sostenida por sobre las espaldas de miles de detenidos desaparecidos, asesinados torturados por la dictadura militar, que Aylwin, justificó y apoyó en su fase más criminal, 1973-1980.
Aylwin fue el arquitecto que termino de moldear la sociedad neoliberal cuyos cimientos y la obra gruesa las puso la dictadura de A. Pinochet entre 1973-1990. Si bien, tuvo críticas contra el modelo neoliberal. Estas no pasaron de ser retoricas y vacías. Pues, sus ministros de Estado, como el Ministro de Hacienda, Alejandro Foxley, de Economía, Carlos Ominami; de Educación, Ricardo Lagos, y muchos más, continuaron la obra iniciada por los ministros de la dictadura, especialmente, de Hernán Büchi.
Para Aylwin todo era “en la medida de lo posible”, la democracia, los derechos humanos, los derechos de los trabajadores, que no le tembló la mano para reprimirlos cuando estos exigían y demandaban sus derechos durante su gobierno. Fue un hombre al servicio del Estado neoliberal.
El Aylwin fue un político y un gobernante que tuvo muy claro quiénes eran los enemigos de la clase a quien servía como intelectual orgánico: los trabajadores y los sectores populares que asumían posturas ideológicas, políticas y sociales revolucionarias. Por esa razón, creo Consejo de Seguridad Publica e Informaciones, más conocida como la “Oficina”, encargada de perseguir a las organizaciones revolucionarias existentes en los años 90 que podrían poner en peligro la “consolidación” de la democracia protegida y desestabilizar el proceso de acumulación neoliberal.
Patricio Aylwin, sin lugar, a dudas, jugó un rol central en la historia política reciente de Chile. Pero, no es ni será el demócrata ejemplar que hoy se le quiere presentar. Fue, un demócrata “en la medida de lo posible”. Pero, que nunca se olvide, que fue uno de los gestores políticos e intelectuales del golpe de Estado de 1973, por lo tanto, de la dictadura militar de Pinochet. Y, también, el gestor intelectual del régimen político actual, la democracia protegida, sostenida en la Constitución Política de 1980.